Hoy, a nivel internacional, las mujeres están decidiendo no engendrar, por decisión propia y, pocas veces, en acuerdo con la pareja. Esto, claro, ha sido causa de más señalamientos. Culpan al movimiento femenino, que quizá tenga ver, pero hay más causas.
Luis Mora, portavoz del Fondo de Población de la ONU, lanzó una “alerta mundial” sobre la tasa de nacimientos que ha caído de 5 hijos por mujer a apenas 2.25. No estamos pariendo. O no podemos. O no se nos da la gana. Y no es culpa de los anticonceptivos. Es un síntoma, no una causa, dicen.
En México, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) lo documentó también y tiene sus propios números: a mayor nivel educativo, menor el número de hijos. Las mujeres que estudian, que trabajan, que piensan y deciden por sí mismas (que no tienen un puño cerrado de un hombre encima de la cabeza), son las que dicen: “no vine al mundo a reproducirme”. Y es que, para ellas hoy la maternidad no es una vocación, ni una obligación. Es una decisión, cada vez más postergada y más pensada.
Las cifras son siempre reveladoras (por eso indigna que se pretenda acabar con las instituciones). Las madres de 75 años tuvieron un promedio de 5.9 hijos, mientras que las de entre 15 y 24, menos de uno. Hay quienes dicen que es progreso. Otros más consideran que es una pérdida. Por supuesto, depende a quién le preguntes.
Pero si vemos el panorama en Europa, parece ser más duro. Una de cada cuatro personas quisiera más hijos, pero no tiene suficiente dinero. Una de cada cinco no quiere tener porque le aterra el futuro que les espera con las guerras, pandemias, crisis climática, líderes políticos locos. Vamos, dicen que es el apocalipsis, pero con Wi-Fi.
Y en nuestro país, mientras unas no quieren tener hijos (porque ahora pueden elegir), otras los tienen siendo aún niñas (pese a las leyes). Menores de edad que son madres sin planearlo, sino que les fue impuesta la maternidad entre la ignorancia, la violencia y la falta de opciones para sobrevivir dignamente. Lamentablemente, a esos lugares donde no llega la educación, sí llega el bebé. Un contraste que en muchos lugares es cotidiano y normal para la gente, pero no deja de ser brutal.
Las mujeres llevamos décadas tratando de tomar las riendas de nuestra vida, de luchar por nuestra autonomía, de no depender de un marido ni que el apellido del hombre nos marque o nos distinga.
La liberación femenina ha traído avance en la igualdad de derechos, y ha sido también una bomba demográfica. Y es que en esa libertad, que todavía no la tienen todas, en ese poder de decisión que tenemos, muchas de las mujeres elegimos no ser madres.
Y lo que son las cosas, mientras la población mundial llegará a los 10 mil millones en 2050, será entonces cuando empezará a decrecer.
Por supuesto, califican y calificarán de egoístas a las mujeres que decidan no tener hijos cuando en realidad son valientes. Como si traer una vida al mundo fuera un deber y no una elección.
Nos alarmamos por la baja natalidad, pero ¿quién quiere parir en un mundo tan jodido? Donde ser madre implica asumir que el Estado no te va a proteger. O que la violencia es una lotería que seguro te tocará. O que nada más no se atiende seriamente el calentamiento global y las consecuencias están a la vista.
No estamos en crisis por no tener más niños y niñas. Estamos en crisis porque no sabemos qué hacer con los que ya están. Porque a las niñas las atacan sexualmente y las hacen madres, y las adultas se ven obligadas a elegir entre maternidad y dignidad.
Sí, hoy dicen que las cunas están vacías, que se evitan los embarazos y que son generaciones que ya no ven la maternidad como destino. Por supuesto, la maternidad ahora es razonada, para darle una vida digna a las y los hijos que decida tener la mujer, muchas veces acompañada de la pareja.
No se trata de parir por parir. La infancia requiere de una vida libre de violencia, de una vida digna, con atenciones, con respeto a sus derechos. No en medio de guerras ni de violencia sexual, ni de explotación.