Morena se devora internamente
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Publicado en Opinión

Morena se devora internamente

Jueves, 28 Agosto 2025 00:00 Escrito por 
Palabras al viento Palabras al viento Juan Carlos Núñez

A pesar de la ilegítima mayoría en el poder Legislativo, creada a favor de Morena, este partido enfrenta profundas contradicciones internas que pretenden ocultar. Empieza a constituirse una crisis abierta, una fragilidad estructural. No obstante, la popularidad de la presidenta Claudia, que según la encuesta de Buendía & Márquez, publicada por El Universal (25 de agosto), alcanza más del 70 %, crece la percepción pública de una lucha por el poder. La transición de un liderazgo unipersonal y centralizador a una nueva figura menos fuerte ha exacerbado tensiones entre las élites morenistas.

Las filtraciones de viajes de lujo y acusaciones de corrupción, como el caso de Segalmex, no son incidentes aislados, sino síntomas de una guerra política interna. Esto se parece mucho al caso de Movimiento al Socialismo (MAS) en Bolivia, que implosionó tras ataques similares a su líder fundador y presidente en funciones. El diagnóstico es claro: Morena no está en una crisis de popularidad, sino en una crisis de crecimiento y cohesión que, de no ser gestionada, podría comprometer su proyecto.

Morena surgió del liderazgo único de AMLO, cuya habilidad para capitalizar la indignación social contra el establishment político le confirió un poder indiscutido que aseguraba la disciplina interna a través de su figura. Creó un poder monolítico dentro del partido; su influencia es tan profunda que se ha descrito como el “dueño de los votos y el gran líder nacional”.

Aunque Sheinbaum intenta mantener el control de la estructura interna, la fracción parlamentaria y otras élites del partido parecen operar a su propio ritmo. Esta dinámica ha generado tensiones palpables. Desde el momento en que un grupo de líderes parlamentarios —Ricardo Monreal, Adán Augusto y Manuel Velasco, entre otros— la ignoraron para tomarse una foto en un mitin, se puso de manifiesto la lucha subyacente por el poder.

Esa organización política, desde su diseño original, no posee espacios genuinos para el debate interno. Los que existen están controlados o son meras “válvulas de desahogo” para la militancia, aunque sus opiniones no son tomadas en cuenta. Esta falta de mecanismos formales para resolver conflictos y la negación de la crítica, a la que se etiqueta como “sectarismo”, obligan a que las disputas se manifiesten de forma destructiva. Entonces, las batallas se libran en forma opaca; se genera una “crisis silenciosa” que se enfrenta a través de medios indirectos, como filtraciones de información.

La información que hizo estallar los escándalos a los que he hecho referencia no parece provenir de la oposición, sino de alguien con acceso directo a documentos confidenciales. Este modus operandi apunta a un “fuego amigo”, una táctica deliberada utilizada por una facción para debilitar o desacreditar a otra. Estas filtraciones tienen como objetivo socavar la supuesta autoridad moral de figuras públicas al exponer una contradicción directa entre su conducta y el discurso de austeridad del líder del movimiento. Se trata de una batalla por el poder, donde la corrupción y el estilo de vida de las élites se convierten en armas. La falta de debate interno, la elitización y las filtraciones podrían fracturar a ese partido desde adentro si el pacto de unidad entre el antiguo y el nuevo liderazgo se rompe.

Es evidente que la supuesta alta popularidad de Sheinbaum no es fortaleza. La presidenta es una figura débil, incapaz de independizarse de su líder y su grupo. Esta debilidad para poner orden ofrece una oportunidad a los opositores para abordar los problemas de fondo que enfrenta el país. La oposición debería superar sus propias limitaciones y capitalizar las vulnerabilidades del oficialismo (partido y gobierno). Debe renovar su discurso y apostar al futuro. Los ámbitos pueden ser muy claros: la corrupción sobresale porque era la bandera de López contra los anteriores gobiernos y ahora su combate es mal calificado por el 66 % de los mexicanos. Los opositores deben señalar estos fracasos y ofrecer una narrativa y un plan de acción concretos para abordar estos problemas.

Hay otro aspecto que debería ser ampliamente aprovechado: el inicio de la nueva etapa del poder Judicial, un poder que será controlado por el Ejecutivo y su grupo. Los contrapesos y la defensa de los mexicanos y mexicanas ante los intereses gubernamentales prácticamente quedan eliminados. Personajes que ahora son duramente cuestionados por sus abusos del poder y del presupuesto público, además de las contradicciones de las que hablamos, podrían cobrar venganza contra quienes se atrevieron (en su opinión) a difundir información. La bandera de la oposición debe ser la defensa del Estado de derecho y las instituciones, porque esa tarea nadie más la hará.

El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por ITESM y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.

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Juan Carlos Núñez

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