El plan de reventar la sesión de cierre de la Comisión Permanente de los legisladores de Morena, para que no participara el PRI, no les resultó. Al cancelar la participación de Alejandro Moreno, senador por Campeche y presidente de la Fracción Parlamentaria del PRI, Gerardo Fernández Noroña estaba provocando a su líder en la sesión durante el tiempo que duró ésta, y cuando canceló la participación del senador en la sesión, provocó lo que vendría.

La Cámara de Senadores se convirtió en un ring en el que participaron Noroña y Kid Alito en condiciones desiguales de argumentación, peso y apoyo del respetable público (Morena).

Los de Morena y su peleador esperaban el triunfo de Noroña, pero no fue así. Salió huyendo por piernas, cuerpeado por sus cercanos y “como todo niño de escuela pensaba que se verían a la salida” los legisladores y su grupo. Ambos seguirán durante cinco años más en la LXVI Legislatura que está en curso.

Sabemos de los varios parlamentos que arreglan sus diferencias con los puños, como el japonés, el inglés, el de Corea y otros, donde los golpes salen a relucir a fin de saldar las diferencias.

Al final, los liderazgos tóxicos definen a los seguidores, pero no necesariamente las decisiones ni el futuro (ya se verá).

Todos pierden: el PAN, el PRI, el Movimiento Ciudadano y los otros partidos paleros, e inclusive Morena. Los liderazgos tóxicos no inspiran, alejan. Sus propuestas no llegan, no convencen; como Morena, que impone, no se concretan. Este tipo de convulsión está ocurriendo en todo el mundo.

El respeto, la militancia y la institucionalidad se van perdiendo. Ahora son los intereses económicos y de poder lo que se juega; la vigencia de los partidos, así como los conocemos: al PRI sólo le hace falta un clavo a su cruz, el PAN y Movimiento Ciudadano necesitan más y más militantes dispuestos a enfrentar a Morena, los partidos satélites y los que están surgiendo, así como el gran partido que es la sociedad descontenta con unos y otros.

Revisemos la historia y sabremos que no pocas veces las preferencias políticas se resolvieron, infortunadamente, a golpes. Respeto, convicción e institucionalidad para no perder la democracia que tanto trabajo costó conquistar y preservar. Por favor.