Muchas personas, a menudo, izan la bandera de la “objetividad” o de la neutralidad, cuando en realidad tras esa hipócrita posición les impulsa sus mezquinos intereses, cuando no pocos inter-juegos de poder, cargados de beneficios personalísimos. Max Weber, en su obra el Político y el Científico, trató de convencernos que era posible el “pensamiento objetivo”, es decir, que éramos capaces de opinar sin mácula de torcidos intereses, sobre aquello que interesara a la ciudadanía. Luego, muchos autores, demostraron que ello no es así.
La reforma a la Ley de la UAEM se ha puesto a discusión desde hace varias semanas. Aunque muchos quisieran, en la consulta, no se trata de lanzar la reforma a la jauría de un “sí” o un “no” que a cambio espera canonjías. Aquello que representa complejidad, dimensiones, matices, prospectivas, dilemas, paradojas o mesura, demanda neuronas cultivadas y posturas éticas. La comunidad universitaria ha estado llamada a leer, revisar, comentar, disentir, proponer, reelaborar, modificar, discutir e incluso oponerse, pero con argumentos de altura.
Todas las vías para la consulta están abiertas en este proceso. La voracidad protagónica de algunos está a la orden del día: A nadie se deja en paz desde ningún lugar, sobre todo si se trata de mantener algunas prebendas. Hay que revisar todo cuanto tiene la “presunta izquierda universitaria”.
Para quienes lean este espacio digital, hemos de recordar que la comunidad de la UAEM tiene casi 90 mil personas, estructuradas en tres sectores: estudiantes, docentes y personal administrativo, en ese orden; quienes se distribuyen en poco más de 20 municipios de la entidad más poblada de la entidad.
¿Desde dónde garabatean quienes se ostentan como “la autorizada voz de… ellos mismos? ¿Cuándo han acreditado que sobrepasan su propio círculo concéntrico de beneficiados o de sus glotones bolsillos? ¿Desde dónde lanzan peroratas quienes se confieren el derecho de engolar su razonamiento? Ojalá un día los desenmascaremos, para que la “comunidad universitaria” vea cuánto reciben, desde años atrás, simulando que forman un ala crítica, pero gozando de privilegios.
Hay quienes históricamente han recibido de la ubre universitaria su nutrimento económico. Desean ver cómo seguir sorbiendo gratis en nombre de amenazas. Lucran a partir de una lamentable cultura ágrafa y no lectora que pulula en gran parte de quienes se autocalifican de “institucionales” que, además, no atinan cómo escribir sus argumentos.
¿Tendría que interesarle a toda a la comunidad universitaria la Reforma a la Ley de la UAEM? Por supuesto que sí, pero el tema legislativo no es señorita simpatía, temáticamente hablando. Apenas el tres por ciento de los mexicanos conocen nuestra Carta Magna y la de su localidad ¿Por qué tendría que ser distinto? Un desafío aún por vencer para el actual rector Alfredo Barrera. Nada fácil, en una cultura del espectáculo, como diría Vargas Llosa. Es así.
* Red Internacional FAMECOM A.C.