Desde hace varias décadas asistimos a la expansión de un erotismo que galopa libre o furtivamente sobre amplias estepas. El matrimonio religioso y civil, para iniciar la experiencia sexual, han perdido sus comarcas irremediablemente. Con ello, las experiencias sexuales entre la población (hetero) no solamente han ido in crescendo, sino que durante los últimos cinco lustros se ha anticipado. Según encuestas de cobertura nacional, el inicio de los encuentros sexuales sucede mordiendo los dieciséis años de edad, tanto para hombres como para mujeres. Seguramente los varones –más impetuosos-- deben andar por el orden de los 15 años y las jóvenes entre 16 o 17 primaveras. He apuntado que se trata de un promedio. Muchas madres y padres que quizá lean esta columna dirán que “todas”, menos sus bienportadas hijas. Amén.
El inicio de las experiencias sexuales de cama (de coche, de casa, de oscuros pasillos, de departamentos o de hotel) trae consigo diversas consecuencias no siempre concienciadas. Lamentablemente carecemos de indicadores confiables respecto a las Infecciones de Transmisión Sexual (ITS) como: candidiasis, herpes genital tipos II, clamidia, el molusco contagioso y el Virus del Papiloma Humano (VPH); este último causante del maléfico cáncer cervicouterino. Las cifras al respecto brillan por su ausencia, al menos por lo que toca a la población adolescente y juvenil sexualmente activa.
Sin embargo, lo que más preocupa a las y los adolescentes (entre los 14 y 19 años de edad) no son las ITS sino quedar embarazadas o, por parte de los masculinos, dejar en «estado interesante» a su novia, amiga o pareja ocasional. A escala nacional y estatal, el embarazo adolescente preocupa cada día más, pero lo que se hace en dicho grupo juvenil no parece corresponder a tan profundas expresiones de alarma. Muchos anuncios, políticas, programas, pero poca evidencia de acciones concretas y evaluadas.
El método anticonceptivo que socorridamente utilizan adolescentes jóvenes (y no tan jóvenes) para evitar un embarazo no intencional es el condón. Así que está claro que ahora se copula por vicio y por fornicio, pero nunca por poner un hijo al servicio del Señor.
Según cifras oficiales, siete de cada diez adolescentes emplean el preservativo como método anticonceptivo. El problema es que, apenas la pareja siente cierta estabilidad erótico-amorosa, deja de utilizar el condón, esperando que la infecundidad aparezca por arte de magia. No es casual que en México la tasa de embarazo sea de 77 por cada mil féminas adolescentes. En la entidad mexiquense es un poco menor, pues en 2015 reportaba a razón de 56 por cada mil muchachas menores de 20 años.
Ahora que el Gobierno del Estado de México ha lanzado el programa denominado «Familias Fuertes», seguramente se desplegarán esfuerzos en todos los rincones de la entidad más poblada del país, ya que tenemos casi tres millones de adolescentes (18% del total de habitantes) en toda la geografía estatal. Preocupa el asunto porque en territorio mexiquense, la Tasa Específica de Fecundidad Adolescente (TEFA) pasó de 72.8 en 2009 a 82.7 en 2012 (ENAPEA, 2014). Quizá actualmente sea un poco mayor.
La Estrategia Nacional para Prevenir el Embarazo en Adolescentes (ENAPEA) advertía, desde 2014, que esta entidad forma parte del grupo de los 15 estados prioritarios que deben trabajar sistemáticamente en Prevención del Embarazo en este grupo vulnerable.
Una joven adolescente que se embaraza exige que el Estado la incluya como parte de sus prioridades en materia de: salud, educación, capacitación, empleo y de atención para velar por su salud reproductiva y sexual. Si no se atienden como corresponde, usualmente desertan o suspenden sus estudios; se reproduce en su sistema familiar el círculo de la pobreza; la explotación laboral sobreviene, dadas sus condiciones; es frecuente que acudan a prácticas de aborto clandestino y, lamentanblemente aumenta la probabilidad de muerte materno-infantil.
El desafío es mayúsculo. Por ello, es urgente una respuesta intersectorial en la que tomen parte activa las y los adolescentes, madres y/o padres de familia, docentes, orientadores(as), educadores sexuales, directivos de instituciones, medios de comunicación convencionales y digitales, médicos, enfermeras, trabajadoras (es) sociales, instituciones de educación superior y la sociedad civil organizada ¿Qué cuentas entregará el programa «Familias Fuertes»? Veremos.
Red Internacional FAMECOM