A escasos dos meses de que se cumpla una década de las devastadora crisis financiera originada por las fraudulentas hipotecas Subprime (Estados Unidos), burbuja que detonó luego las crisis de liquidez y alimentaria, además de derrumbes bursátiles en cadena durante el 2008, el fundamentalismo financiero del libre mercado (neoliberalismo u “Ogro Salvaje”), está alarmado porque en muchos países comenzaron a aplicarse medidas proteccionistas, es decir, a favorecer la producción local frente a la competencia extranjera, doctrina que también obliga al pago de impuestos por la importación de productos extranjeros y privilegia a los productores locales con medidas especiales.
La queja la deslizó Agustín Carstens Carstens, ex titular del Banco de México, ahora en su calidad de gerente general del Banco de Pagos Internacionales (BIS, por sus siglas en inglés). Como antecedente, el ex de Banxico convirtió a nuestro país en uno de los paraísos para la práctica feliz de la economía de casino (especulación a mansalva), promotora de la acumulación por la acumulación y de la creciente desigualdad.
Eso explica su postura en el sentido de que “después de muchos años de esfuerzo por abrir los mercados, las medidas recientes de proteccionismo están afectando los vínculos comerciales y podrían impactar las inversiones”, dijo.
Cierto, en términos de economía productiva, es decir, esa que genera bienes y servicios, hay una guerrilla encabezada por Donald Trump, poniendo patas pa´rriba la mundialización comercial que, se supone, tiene como objetivo principal el beneficio del consumidor con precios accesibles (ajá).
Alarmado, Carstens sostuvo que “al implementar prácticas de proteccionismo se corre el riesgo de desentrañar las interdependencias financieras que permiten y fomentan los vínculos comerciales y de inversión”.
“Esto amenaza con desestabilizar los mercados financieros y acentuar el gasto de capital de las empresas, ya que los inversores se asustan y las condiciones financieras se vuelven más estrictas. Finalmente, estos riesgos reales y financieros podrían amplificarse mutuamente, creando una tormenta perfecta y exigiendo un precio aún más alto”, agregó.
A Carstens, como a todos los tecnócratas, siempre hay que traducirlos: el funcionario esta asustado porque se puedan “desentrañar las interdependencias financieras…”, es decir, teme que se conozcan los detalles de las operaciones financieras que respaldan las inversiones, provocando el terror ya que “los inversores se asustan y las condiciones se vuelven más estrictas” (obvio: hay que pagar impuestos, que en esos casos financieros es como si el Diablo encabezara la misa dominical).
Como quedó demostrado, Carstens no cumplió con su trabajo de mantener la inflación a raya en Banxico, (imposible con el gasolinazo que, según él, no fue inflacionario) pero fue un Cancerbero en materia de “secrecía” (quedó a deber en el caso de las manipulaciones de bonos de deuda por parte de cárteles bancarios, y otros escándalos), y fue muy generoso al no cobrar impuestos (tasa cero) por esas prácticas especulativas con los instrumentos financieros del gobierno que, al final, aportaron en gran medida para ese engendro llamado deuda pública esté actualmente por encima de los 10 billones de pesos.
A riesgo de ser llevado al paredón de los “rojillos”, con el Ogro Salvaje se cumplió una parte de la vieja profecía de empresarios metidos a mecenas de creadores de manifiestos, en el sentido de que “dondequiera que la estructura del poder de un país contradiga su desarrollo económico, es el poder político el que sufrirá la derrota”.
Lo sucedido en las elecciones del 1 de julio pasado no da lugar a dudas, pero no se han enterado.
El proteccionismo, hay que decir, se ha practicado en los gobiernos presuntamente más “neoliberales”, como Estados Unidos e Inglaterra, con el veto de mercancías a nuestro país y a otros para favorecer a sus empresarios; igual hicieron los neoliberales mexicanos en el caso de la competencia televisiva, que derivó en los episodios grotescos del “Chiquihuitazo” por parte de Ricardo Salinas Pliego y el “Yo por qué” de Vicente Fox cuando demandaron su intervención en ese caso.
En otras palabras, se censura el proteccionismo para intentar seguir favoreciendo el “ocultismo” (dicho en términos de las prácticas misteriosas de carácter dogmático, así como de opacidad) y la consecuente evasión de impuestos por parte del sector financiero.