Falleció recientemente el gran escritor y periodista español Vicente Verdú, autor de El estilo del mundo, la vida en el capitalismo de ficción (2003, escrito antes del estallido de la crisis de 2008) y también de El capitalismo funeral (2009, publicado en medio de la llamada Gran Recesión que se desencadenó después de 2008), dos libros que reseñan y reflexionan sobre el estilo capitalista que se vive en el Siglo XXI, para bien y para mal, prácticamente en todo el mundo globalizado.
El desgraciadamente desaparecido Verdú señala que el capitalismo de ficción no desaparece con las crisis sino que simula su extinción y reaparece bajo una nueva forma.
En este sentido se ha pasado del capitalismo predominantemente de producción (de mercancías, que requería de previo ahorro para ser consumidas más tarde) que devino en capitalismo de consumo (de bienes pero también de servicios, todo a crédito), a una etapa en que se ha transformado a vender realidades alternas, virtuales, representaciones destinadas a ocupar el ocio de un consumidor infantilizado por el sistema.
El nuevo mercado de niños y jóvenes consumidores se suma al inmaduro adulto infantilizado que exige placeres inmediatos en ficciones y emociones proporcionadas por Hollywood y las agencias de viajes, aunque cada vez más por las omnipresentes y portátiles pantallas conectadas por internet que brindan experiencias emocionales mediante fantasiosas series de TV y escabrosas y escandalosas noticias constantemente, en tiempo real.
(Eximo de crítica a las personas de la tercera edad que, en su segunda infancia se divierten a morir viajando y viendo televisión, aunque en algunas ciudades ya pueden recurrir legalmente a la mariguana para sustituir los dolores del capitalismo, previos al funeral, por los placeres ficticios que ofrece el capitalismo actual, siempre y cuando se tenga acceso a dinero o crédito).
En el Estilo del mundo se pone de manifiesto cómo la sociedad (principalmente la norteamericana, pero hoy todos sus imitadores) ha renunciado a su intimidad en pos de una mayor seguridad frente a las amenazas. Intimidad que prácticamente ha dejado de existir dado que nuestros datos están recogidos en múltiples ficheros (fiestas infantiles, hospitales, agencias de viajes, clubes de fútbol, centros comerciales, etc, a los que se puede hoy tener acceso por Internet), sin que sepamos adónde van a parar y que pueden utilizarse y se utilizan por la creciente delincuencia cibernética.
Nada muere en el capitalismo de ficción, todo se rehace, se recicla. Todo en las sociedades contemporáneas puede ser publicado, incluso temas que tradicionalmente habían pertenecido al espacio privado y que por ende no tenían los rasgos ni las cualidades necesarias para adquirir una dimensión pública.
En este sistema no existe la lucha de clases sino en frases, la pugna verbal por el afán individualista de ser uno mismo contra los demás. El capitalismo de consumo procuraba un simulacro de felicidad a través de la compra, sin embargo, el sistema se ocupa ahora, no sólo de hacernos gastar mucho, sino de hacernos creer que valemos mucho (como escribió Verdú en otro importante libro: ¨Yo y tú, objetos de lujo, El personismo: la primera revolución cultural del siglo XXI).
Algo positivo, sin embargo, puede acompañar a esta transformación tecnológica del capitalismo y es que aunque la comunicación cara a cara se ha reducido ha crecido mucho la conexión y lo colectivo regresa a través de la red, que puede transformar lo social en cooperación. De nosotros, tú y yo, depende que no se plasme sólo lo negativo, sino también se logre una revolución ética y cultural en lo creativo y productivo.
Estamos a tiempo de vencer la tentación digital de creer que todo se arregla con tecnología -el crimen, la corrupción, la contaminación o la obesidad- en vez de cambiar las motivaciones de nuestro comportamiento cívico y moral, como sugiere el joven investigador bielorruso Eugeny Morozov en su interesante libro La locura del solucionismo tecnológico, pero esa es otra reseña, futura...
(Agosto 2018)