Considerado como una forma de desobediencia civil, un arma poderosa de protesta pacífica y revolucionaria, arsenal de voluntades para lograr reivindicaciones sociales capaz de derretir, en muchos casos, necios cerebros bélicos, imperialistas, antidemocráticos, violadores de los derechos humanos y otros de la misma laya, el ayuno es también un método para “reformatearnos”, física y espiritualmente, y para mejorar la salud y liberarse de enfermedades, afirma el autor Víctor Zendejas.
En efecto, tan antiguo como la humanidad, ha servido lo mismo para entrenar a hijos de espartanos que para tranquilizar la furia de dioses violentos, como fue en el caso de los primeros pobladores de México.
Más vinculado a motivos religiosos y a veces hasta a espectáculos de flagelantes y faquires, esto por cuestiones de propaganda del dogma consumista del “lucro a cualquier precio”, sin embargo episodios de resistencia cívica y pacífica mediante esta práctica no figuran en los anales de la historia sólo por cubrir un espacio.
Resumen apretado que no hace justicia a los protagonistas, mucho o algo lograron en el siglo pasado personajes como Mohandas Gandhi , Golda Meir (“La Dama de Hierro”), los prisioneros irlandeses, Las Sufragistas Británicas, los disidentes cubanos, igual que en nuestro país el escritor José Revueltas, Rosario Ibarra de Piedra y el Comité Pro Defensa de Presos, Perseguidos, Desaparecidos y Exiliados Políticos (1978); Luis H. Álvarez, Manuel de Jesús Clouthier y, ya en este siglo, integrantes del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) y los padres de los 43 normalistas desaparecidos en Ayotzinapa.
Por causas distintas pero igualmente válidas (desintoxicarse, rejuvenecer, bajar de peso, etc.), al método del ayuno se ha sumado gente de fama mundial como el Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa (curiosamente, férreo defensor del libre mercado y, en consecuencia, del consumismo que lo acompaña), Clint Eastwood, Sean Connery, Matt Damon, Uma Thurman, Beyoncé y varios más.
En este caso estamos hablando de personalidades que tal vez pudieran referir, a la manera de Francois Rabelais y su “Pantagruel”, los banquetes justamente “pantagruélicos” con las flatulencias de Lucifer después de haberse desayunado el alma de un sargento y los guateques infernales narrados por Epistemón (tal es su capacidad económica y el tipo de eventos que podrían organizar y a los que sin duda son invitados).
Lo incontestable es que todos son revolucionarios sin fusil y/o amantes de la salud, en tiempos en que el conservadurismo económico y político ha tratado de imponer el consumo irracional como parte del dogma de la felicidad a futuro, a muy largo plazo, igual de invisible que las presuntas “manos” y fuerzas que lo impulsan, tratando de ocultar así la depredación de las economías nacionales y sus consecuentes tragedias sociales como la desigualdad, con la concentración de la riqueza en el “1 por ciento” y la miseria de millones.
El resultado es un paisaje pocas veces visto, en nuestro país y en el mundo, como por ejemplo el caso de sobrepeso y obesidad. Los datos son de la Secretaría de Salud en julio del 2018: “siete de cada diez adultos, cuatro de cada diez adolescentes y uno de cada tres niños presentan sobrepeso u obesidad, por lo que se considera un grave problema de salud pública”.
Más: “Se estima que 90 por ciento de los casos de diabetes mellitus tipo 2 son atribuibles al sobrepeso y la obesidad. Actualmente esta enfermedad se ubica como la primera causa de muerte entre la población mexicana”.
Y: “En México la mortalidad por diabetes ha tenido un incremento de 7.2 veces de 1980 a 2016, y en la actualidad tres de cada 20 fallecimientos son por esta enfermedad”.
El remate: “Se estima que de 2000 a 2016 se han acumulado más de un millón 200 mil decesos como consecuencia de la diabetes y sus complicaciones. (unos 75 mil muertos por año)” y es “la principal causa de años de vida ajustados por discapacidad y la tercera de años de vida perdidos por muerte prematura”.
Festín mortuorio, “en este siglo hemos acumulado más muertos que la Revolución Mexicana, más de Un millón 100 mil defunciones atribuidas a la diabetes”, aseguraron las autoridades de salud.
Para ponerlo en otra dimensión, la obesidad y la diabetes han resultado más letales que la carnicería sangrienta de los cárteles criminales a lo largo de 12 años con la suicida e ineficaz guerra contra las drogas declarada por Felipe Calderón Hinojosa y continuada por Enrique Peña Nieto (2006-2012 y 2012-2018). Esta guerra sumó, hasta el año del 2017, 234 mil 996 muertos. Con Calderón fueron 120 mil 935 en seis años y con Peña 114 mil 061 homicidios en cinco años, según cifras del Sistema Nacional de Seguridad Pública y el INEGI. Esto es, que la diabetes representa el 15.4 por ciento de la mortalidad total, por 3.6 por ciento de los homicidios.
Según INEGI, en el 2016, de un total de 685 mil 763 defunciones, 105 mil 572 las causó la diabetes. En ese año hubo 24 mil 559 homicidios y en el 2017, 31 mil 174 (26.9 por ciento más), el año más violento de todos.
En suma, nuestro país, con poco más de 10.6 millones en sobrepeso, ocupa el segundo lugar en obesidad a nivel mundial (hay 246 millones), un gran problema de salud pública.
No sobra decir que cada paciente con diabetes genera un costo de 2 mil pesos al mes, si tiene afiliación a alguna institución pública; en caso contrario debe gastar hasta 7 mil 500 pesos. Son 24 mil pesos o 90 mil pesos al año, respectivamente.
Hasta aquí parte de lo que el filósofo ruso Mijail Bajtin denominaría como “realismo grotesco”, tal como hizo en torno de la obra de Rabelais (“La cultura popular en la Edad media y el Renacimiento”), consecuencia de una forma del “Ogro Salvaje” (capitalismo salvaje, libre mercado o neoliberalismo) que todo lo depreda y hasta se auto-devora, como los diablos rabelaisianos que, al tiempo de consumir almas condenadas, son también asados.
Más grotesco todo el problema de sobrepeso y obesidad, cuando un kilo de toronja ronda los 27.90 pesos, el de naranja los 22 pesos y el de limón unos 24 o 25 pesos (parte de la alimentación sugerida por Víctor Zendejas). Y peor todavía cuando todos los esfuerzos oficiales, en vez de atenuar el fenómeno, lo incrementan, como consta con el aumento sostenido de muertes a partir del año 2002 (54 mil 925) a la fecha (105 mil 766).
“Come poco y cena poco, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago”, aconsejaba Don Quijote a Sancho, estampa de amistad fiel.
Pues bien, aunque habría millones de destinatarios en nuestro país, este libro de Víctor Zendejas queda abierto y no promueve ninguna doctrina ni dogmas, sino una alternativa, procurando equilibrios ante los excesos con acciones preventivas; se trata de una invitación sincera, más allá de credos, para toda aquella voluntad dispuesta a intentar un cambio radical en sus hábitos y a no poner su salud sólo en manos de la farmacocracia, dejando de ser víctimas de su propia indolencia, de su “otro yo”.