No puede ser, que alguien venga y me diga que no puede ser, que la cancelación del programa DACA de apoyo y estímulo a los dreamers en su calidad de trabajadores y estudiantes no ha sido suspendido. Por amor de Dios, la racionalidad y la sensibilidad humana han abandonado a Donald Trump y los gorilas que empiezan a proliferar en el planeta. Se ha cercenado la vida de más de 800 mil jóvenes, de los cuales 622 mil son mexicanos y seguramente muchos de ellos mexiquenses.
Serán deportados al país de sus padres, el que no conocen, llegaron a EUA muy pequeños, ellos hablan inglés, piensan en inglés, fueron educados como norteamericanos, han aportado trabajo y proyectos en Estados Unidos. El 70 por ciento tienen estudios de nivel superior y más de 90, empleo formal. Un hombre de negocios como Trump tendría que saber que esta decisión es una inversión tirada a la basura que genera fermentos de irritación a los que su política de odio y persecución sólo abonan a un futuro desastroso.
Hay una oportunidad, sin embargo, en medio de esta tragedia: la incorporación de algunos dreamers o tantos como se pueda al servicio público, a las empresas, a la enseñanza media y superior, así como a los centros de investigación, pero sobre todo, la posibilidad de crear un padrón de ellos en los consulados, activo a favor de México en no pocos proyectos, entre ellos los de promotoría de la política migratoria de nuestro país. México no tiene capacidad de emplear a los 622 mil pero algo se podrá hacer, además del trabajo diplomático que más que nunca ha de ser esmerado, hábil, ágil, conocedor del grupo gobernante de los Estados Unidos.
El Congreso Norteamericano tiene seis meses para resolver las cosas. Odio, engendra odio.