Por mucho tiempo se ha conocido la imagen de Santa Claus o Papá Noel, como un hombre robusto, tierno y bonachón que nos recuerda la generosidad, el amor y la unión que se vive durante la época decembrina. Esta imagen es definitivamente todo lo contrario al Papá Noel de la mitología de las antiguas tribus eslavas y nórdicas.
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Se le conoció como el señor del invierno y de las heladas, y lo llamaban de diferentes maneras según la región: Triskun, Zimnik, Karachun y Moroz. Este personaje se comportaba como un abuelo malvado, pues alimentaba su existencia congelando a las personas, junto con el ganado y todos sus víveres y suministros por los que habían trabajado para soportar el gélido invierno.
Para calmarlo antes de que comenzara con sus heladas fechorías, las tribus le ofrecían sacrificios humanos, de niños o bebés recién nacidos. Por ejemplo, ataban a una niña a un árbol en el bosque y la dejaban durante una noche, si por la mañana la encontraban congelada y cubierta de nieve y hielo, quería decir que Moroz aceptaba la ofrenda del sacrificio, por lo tanto la gente podía estar tranquila pues sobreviviría al invierno.
Según los antepasados, en las severas heladas este personaje iba por las noches de casa en casa, llamando a las personas por su nombre, el que respondía moría. De ahí la creencia de que escuchar que exclaman tu nombre es de mal augurio.
La criatura del inframundo llamada papá Noel también lleva una bolsa de regalos, pero dentro se encuentran las cabezas de sus muertos y su kuntush o gorro y atuendo también es rojo, teñido por las salpicaduras de sangre de dichos difuntos.
