La escala de Leopoldo Flores

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La escala de Leopoldo Flores

Miércoles, 23 Enero 2019 09:50 Escrito por 
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Uno siempre debe tomar distancia de su tierra para apreciar, con plenitud, dónde radica su riqueza. Mirarla desde otros ojos, para encontrar el gran tesoro que tantas veces te has afanado en encontrar. A mí han sido justamente aquellos que no habitan aquí, quienes me han ayudado a tomar distancia y mirar mi ciudad con otros ojos.

Con ellos he aprendido a desprenderme un poco de los hitos turísticos de las ciudades, de los lugares comunes: catedrales, monumentos, museos, parques; con ellos he aprendido a reafirmar un conjunto de muchas otras cosas que articulan historia, costumbres, tradiciones y rituales como algo único; con ellos disfruto enormemente el colorido y sabores de nuestros mercados, la riqueza de nuestro lenguaje, de nuestras costumbres, leyendas y mitos, con ellos he descubierto esa calidez humana que nos caracteriza, y que para nosotros es tan cotidiana.

De su mano, he descubierto una ciudad, mi ciudad, intervenida por un artista: Leopoldo Flores, el creador de piezas emblemáticas como el Cosmovitral y Aratmósfera, ambas incorporadas a la dinámica de la ciudad, al paisaje cotidiano de sus habitantes, a su formas de vida.

La figura humana en Leopoldo Flores se caracteriza por el dramatismo y deshumanización del ser; aparentemente contestataria según los críticos e historiadores del arte, pero con alto sentido humanista, apegada al concepto filosófico de “hombre universal”, abrevado de los grandes pensadores del siglo XIX y XX, y de los maestros del arte universal.

Quizá muchos ni siquiera se han detenido a preguntar quién es el creador de esas obras, o el por qué de sus dimensiones o el sentido de sus provocaciones; aunque tengo la certeza de que nadie ha dejado de asombrarse con la poética visual que ellas encierran. La disputa entre el día y la noche, el hombre, el cosmos y la creación, que encierra el Cosmovitral, se convierte siempre en un referente de admiración y en más de una ocasión, en detonante de inspiración para otros creadores.

 

Un hombre que emerge de entre rocas y arbustos, que emana de la tierra para tocar el cielo en el que se sintetiza un universo de ideas, de formas y de color, eso es Aratmósfera. Eso es parte de la esencia de Leopoldo Flores, un artista para quien el acto creativo representaba el más importante del ser humano.

Como el mismo decía: “el proceso creativo es una chispa instantánea que, si se atrapa, se convierte en obra universal y en propiedad de los humanos para siempre, sin ninguna frontera… Parece simple, pero es algo que no se puede explicar, sólo se puede observar; una línea me da otra y otra y otra y otra, pero al momento de tocar el muro por primera vez me atrapa y me avasalla. Me convierto propiamente en esclavo de ese espacio. No duermo ni de día ni de noche con el pensamiento puesto en el espacio simplemente, hasta la conclusión de la obra, que cuando está a punto de ser concluida, me rechaza y me marca que he terminado".

Esa era su “disputa interna”, ese era Leopoldo Flores, esa su escala de hombre que, a pesar del mal de Parkinson, superó admirablemente con su talento creador, su concepto plástico y estético personal, preservador de la figura humana, la mitología y la historia nacional.

P.D. Carlos Salem, Guillermo Roz, Rafael Velásquez, Miquel Trulls, Rafael Saravia: gracias por compartirme lo que les ha provocado el arte de Leopoldo Flores.

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Ivett Tinoco García

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