Curiosamente, en la misma fecha, 32 años después, se repitió: un temblor que sacudió el centro del país con una magnitud de 7.1 grados que –hasta el corte del miércoles 20 de septiembre- había provocado más de 230 muertes en siete entidades.
A diferencia de 1985, cuando el gobierno federal en turno no supo cómo reaccionar, e incluso rechazó el apoyo internacional ante la catástrofe, ahora se operó de manera inmediata: el presidente de la República, Enrique Peña Nieto, decidió regresar a la Ciudad de México antes de aterrizar en Oaxaca, donde recorrería las zonas afectadas por el sismo anterior del siete de septiembre.
Las estructuras operativas de protección civil, de seguridad, el Ejército y la Marina se activaron de inmediato, pero resaltó –sobre todo– la reacción de los mexicanos “de a pie”. A los pocos minutos de que se colapsaron edificios, tiendas departamentales, escuelas, iglesias, edificios públicos y hospitales, casas, los mexicanos cercanos a esos puntos comenzaron labores de rescate.
La magnitud de la tragedia comenzó a conocerse a los pocos minutos de ocurrida. Las redes sociales divulgaron videos, fotografías, datos de lo que había sucedido en diferentes partes de la República Mexicana y particularmente de la Ciudad de México. Rápidamente los verdaderos periodistas comenzaron a hacer su trabajo: recorrer las calles, buscar a las autoridades, desplazarse a las zonas de conflicto y platicar con la gente, observar, escuchar, registrar e informar.
El trabajo profesional de quienes son periodistas ahora deberá estar más valorado. Aprovecharon los avances tecnológicos y trascendieron la búsqueda de información a través de las redes, yendo al lugar de los hechos, a pesar de lo complicado que era.
Destacó otro sector que dio muestras de gran sensibilidad y solidaridad: los jóvenes. Universitarios de todas las instituciones empezaron a organizar colectas y brigadas para apoyar. Se les ve en centros comerciales comprando víveres, en las glorietas y camellones, en escuelas y banquetas, con cartulinas pidiendo ayuda, a bordo de sus vehículos llevando los insumos necesarios para apoyar a quienes han perdido mucho o han perdido todo.
Una vez más los mexicanos hemos dado muestra de la capacidad para unirnos en la tragedia, de sacar fuerzas para extender la mano a quienes requieren ayuda, de ofrecer el hombro para que se llore por quienes ya no estarán. Septiembre de 2017 será recordado como un mes negro.
Para 2018 se prevé un presupuesto para los partidos políticos y las campañas electorales, de 25 mil millones de pesos. Surgió la propuesta para que esos recursos –o al menos la mitad– se destinen a la reconstrucción de las zonas afectadas. ¿Qué ocurriría si se logra esa propuesta? ¿Quién ganaría si los partidos lo aceptan? ¿A usted qué le parece la idea?
