Mi vocación profesional se germinó en el ámbito familar. Tres de mis hermanas se formaron en el magisterio y los otros tres en las Ciencias Sociales. En las sobremesas familiares era recurrente conversar, debatir y argumentar en torno a los problemas y desafíos que enfrentaba el país y el mundo, como también convencerse del papel de la educación para afrontarlos. La música y las películas que me instaron a ver desde chica, fueron sin duda lo que determinó mi vocación.
Reconozco que formo parte de un pequeño sector de la sociedad que ha tenido el privilegio de tener acceso a la educación superior, uno de cada diez para ser precisos. Idalia –quien fuera mi profesora en los primeros años de primaria– afirma que yo fui la única de sus alumnas que concluyó una licenciatura.
En no pocas ocasiones me han dicho que esto de lo que hablo es una excepción. Y si bien ello pod´ria ser cierto, también es cierto que nuestra labor como ciudadanos responsables es que “excepciones” de este tipo sean el común denominador de nuestra sociedad.
De hecho –mientras escribo esto– recuerdo que a menudo le preguntan a mis padres cómo hicieron para que sus siete hijos hubiesen logrado concluir estudios universitarios. Pienso que, a su manera, ellos nos enseñaron que esa era la única oportunidad que teníamos de movilidad social. Y así fue, al menos en esa época eso era posible.
¡Cómo no voy a estar contenta, claro que lo estoy! De la misma manera que estoy comprometida con la sociedad. Por lo que me dio, por lo que me ha dado y por lo que me sigue dando.
Mi paso por la universidad pública me facilitó elementos para tomar consciencia de temas neurálgicos que deben ser atendidos de manera prioritaria; me permitió tener mayores posibilidades de incorporarme al ámbito laboral; me dio referentes para poner en perspectiva un problema y –en función de ello– tomar mejores decisiones. Me brinda además la oportunidad de ejercer una de mis mayores pasiones: la docencia; me encanta ver en los rostros de los jóvenes, su expresión de sopresa cuando aprenden a leer el mundo de manera diferente, cuando comprenden que su paso por la Universidad no es únicamente para tener un título profesional, sino para formarse y asumir un compromiso social.
Y si bien cada paso –y también cada tropiezo– los considero logros personales y profesionales, por más que lo pienso no podría afirmar que he logrado “inventar”, “descubrir” o “desarrollar” algún tipo de cosas o procesos que sean un legado ¡No! Sí, sin duda cuando lo pienso me siento orgullosa de lo que he logrado, pero a decir verdad cada uno de esos pequeños logros son nimiedadez, hechos cotidianos, aunque no por ello dejan de ser importantes (sobre todo para mí), pienso que quizá en agregado podrían quizá marcar alguna diferencia.
En mi desarrollo profesional he logrado reafirmar mi compromiso social. Ustedes se preguntarán dónde radica el logro, si consideramos que eso debe ser la constate. Y sí, esa debería ser la constante, sin embargo, la realidad nos muestra la frecuencia con la que ese compromiso queda guardado muy en el fondo de nosotros. Lo vemos aquí, y en el mundo entero, en algunos casos con más fuerza. Así que mi logro, por pequeño o natural que parezca, ha sido incorporar como temas de interés la atención a grupos vulnerados: mujeres y jóvenes particularente, y desde la academia o el espacio laboral, generar estrategias que permitan brindarles un poco de atención. Mi logro fundamental es mantener y reafirmar ese compromiso.
Un compromiso con los otros sí, pero sobre todo conmigo.