Vuelta al Sol en 365 matices atados con un “hilo rojo”

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Vuelta al Sol en 365 matices atados con un “hilo rojo”

Miércoles, 27 Febrero 2019 00:24 Escrito por 
Vuelta al Sol en 365 matices atados con un “hilo rojo” Matices

Desde este mínimo planeta que gira alrededor del Sol, cada uno de nosotros somos poco menos que una nimiedad en el Universo. No obstante, algunos días podemos soñar —aunque sea solo unos breves instantes— que el Universo confabula a nuestro favor. Esos instantes acontecen, con frecuencia, el día en que cumplimos años.

Los expertos en la observación de astros afirman que, cuando la Tierra ha recorrido una vuelta completa en torno al Sol y ha regresado a la misma posición, se han completado 365 días y un poquito más (ese pequeño defase da lugar a los años bisiestos, con excepción de los años múltiplos de 100). Bien, pues como yo no soy tan estricta, elijo celebrar el día del mes del año calendario, como un ritual que marca la existencia de mi vida, en esta vida.

Me gusta pensar que –cálculos más, o cálculos menos– el día marcado en el calendario gregoriano como “nuestro día” es la fecha en que el Sol regresa al punto exacto del Universo en el que se encontraba el día en que comenzamos a transitar en la Tierra: cuando abrimos los ojos por primera vez. Lo que se celebramos no es la vuelta al sol per se, sino todo lo que una persona logra en ese lapso.

Con ese motivo la gente cercana nos procura abrazos y buenos deseos. Una vuelta al ciclo de nuestra existencia nos llena inevitablemente de sensaciones y emociones de todos los colores y sabores. Algunas ocasiones nos ponemos nostálgicos, otras veces eufóricos, aunque la mayor parte de las veces oscilamos en un péndulo emocional.

En cada vuelta al Sol “creo” que me conozco un poco más, procuro desprenderme de algunas ataduras sociales o despojarme de algún prejuicio. En cada vuelta al Sol intento identificar lo que me hace sentir bien la mayor parte del tiempo, trato de aprovechar mejor mi energía con menos miedos y menos contradicciones, con la certeza de que soy perfectamente imperfecta.

En cada vuelta al Sol hay también algo que, invariablemente, me toma por sorpresa. Me refiero a esas situaciones fortuitas, coincidentes, extrañas, inexplicables. Situaciones que te hacen detener un poco, arquear una ceja, mirar hacia un lado, mirar hacia el otro, dibujar una leve sonrisa que nace en la garganta contenida, conectar el corazón y estallar sentimientos.

Este año sucedió con la fuerza de un rayo que estalla lenta y suavemente, me reforzó un lazo afectivo tan carmesí como aquella bella leyenda japonesa que habla del “hilo rojo”, en la que el hilo que conecta existe independientemente del mapa emocional que dos personas puedan tener. Un hilo que se puede estirar, contraer o enredar, pero nunca romper. El hilo es tan intangible como rojo y deslumbrante, y está aquí, atado a mi dedo meñique... y atado allá, del otro lado a un corazón.

P.D. Mis demonios y yo cumplimos años el mismo día, aunque yo les llevo unos años de ventaja. Nací Piscis, con ascendencia en Piscis, un lunes de febrero, con un ligero frío invernal. Desde entonces vengo sumando vueltas al Sol, tomada de la mano y del corazón de quienes me acompañan en este tren llamado vida. Sólo que este año descubrí algo, además de las vueltas al Sol, es preciso considerar la cantidad de veces que contemplamos la Luna, que intercambiamos sonrisas, que pisamos charcos. Por tardes de lluvia y noches en tus brazos.

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Ivett Tinoco García

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