Matices... Pinceladas para la paz y… [el consuelo]

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Matices... Pinceladas para la paz y… [el consuelo]

Miércoles, 27 Septiembre 2017 04:32 Escrito por 

Empecé a escribir esta nota justo el día 19 de septiembre, fecha fatídica que nunca olvidaremos los mexicanos. Hoy –a casi una semana de lo que se ha dado en llamar en redes sociales #19S– lo retomo, he preferido dejarlo casi intacto, porque se trataba de una reflexión con motivo del Día Internacional de la Paz, sólo le he cambiado el final, porque nuestro corazón jamás podrá latir al mismo ritmo posterior a ese momento en que se nos movió la tierra.

Dice Bárbara W. Tuchman en “La marcha por la locura” (1989) que el ser humano ha realizado maravillas:

Inventó, en nuestros tiempos, los medios para abandonar la Tierra y llegar a la Luna; en el pasado, dominó el viento y la electricidad, levantó piedras inertes convirtiéndolas en aladas catedrales, bordó brocados de seda a partir de la baba de un gusano, construyó los instrumentos musicales, derivó de las corrientes energía motora, contuvo o eliminó plagas, hizo retroceder el mar del Norte y creó tierras en su lugar; clasificó las formas de la naturaleza, y penetró los misterios del cosmos.

Actualmente, el ser humano no cesa en su intento por comunicarse con una civilización extraterrestre; de hecho, el cilindro de O’Neill se prevé alcanzable en un futuro próximo. Ha logrado crear otros tipos de realidades, como la virtual y la aumentada, haciéndolas perfectamente compatibles con la realidad en la que nos hemos desarrollado.

Los estudios sobre el comportamiento animal han permitido analizar cómo los licaones –una especie de perros salvajes– votan para decidir cuándo es el mejor momento para salir a cazar, y sólo entonces lo hacen; dicha “votación” la emiten a través de una fuerte exhalación por la nariz y una serie de sonoros estornudos.

Hoy también se tienen evidencias claras de la evolución cognitiva de los cuervos, diversos estudios demuestran que son capaces de resolver problemas y tomar mejores decisiones que un niño de cuatro años; los grajos japoneses, por ejemplo, colocan nueces en la línea de cruce cuando el semáforo se pone en rojo, para que los autos las cascaren y, posteriormente, ellos puedan comerlas.

Se ha avanzado en la lucha contra el cáncer, identificando los principales factores de riesgo; incluso es posible determinar los principales riesgos de desarrollar diabetes hasta con diez años de anticipación; se ha ampliado la supervivencia de pacientes con insuficiencia cardíaca aguda, gracias a un fármaco que ensancha los vasos y aumenta el aporte de oxígeno; una nueva técnica de fototerapia podría curar en breve el alzhéimer y párkinson. Los sueños de ser madre hoy también tienen diferentes alternativas científicas.

Y así, paradójicamente, mientras la ciencia y la tecnología avanzan a pasos agigantados creando la ilusión de vivir en una sociedad civilizada, al mismo tiempo, las relaciones entre los seres humanos se carcomen, se intensifica la violencia, nos asedia el miedo, la inseguridad y la incertidumbre.

¿Qué hacer ante el creciente riesgo de conflictos que enfrentan los fundamentos básicos de la convivencia? ¿Qué hacer cuando la violencia se constituye en un tema complejo y difícil de enfrentar? No hay respuestas sencillas, pero ninguna sería posible de plantear sin tener como base el diálogo y la alternativa para mitigar la violencia.

El sentido mismo de la humanidad peligra ante la repetición de esquemas aparentemente rebasados como el racismo y los nacionalismos a ultranza tenemos la obligación de buscar alternativas que antepongan la dignidad de todo ser humano a cualquier otra circunstancia.

Hay evidencias de que el arte y la cultura pueden activarse como un freno a la agresividad, como una herramienta que puede utilizar nuestro cerebro para detonar nuestra sensibilidad, nuestra solidaridad. La creación no es exclusiva de los artistas, de los intelectuales, la creación está en nuestros instintos primarios. Hay una relación inversamente proporcional entre cultura y delincuencia.

En los espacios marginados, niños, mujeres y jóvenes son constantemente vulnerados y estigmatizados, se saben abandonados, excluidos, discriminados y, justo por ello, dejan de creer en sí mismos. El contacto con actividades creativas posibilita la recuperación de la confianza en ellos mismos porque, en principio, se reencuentran con sus propias habilidades, se transforman desde el interior lo que los hace más perceptivos, les permite expresar sentimientos de alegría, tristeza o dolor.

Cada 21 de septiembre se celebra el Día Internacional de la Paz, con el fin de renovar nuestros anhelos de paz y nuestro sentido de humanidad…

Más o menos eso escribía cuando se cimbró la tierra. En los días subsecuentes, he sido testigo de las más grandes lecciones de humanidad, solidaridad, amor y esperanza. Quienes fuimos jóvenes en el 85 recordamos con dolor “el otro 19 de septiembre”, hoy que somos adultos vemos en nuestros jóvenes esa esperanza que creíamos extraviada. Cuando miro esta otra cara de México, no puedo dejar de pensar que la paz tiene esperanza porque en cada casa tenemos un joven dispuesto a dar su vida por otro ser humano, sin siquiera conocerlo.

Si tan sólo una pizca de toda esa solidaridad logra trascender, podremos ser capaces de construir puentes que nos permitan llegar a escenarios de convivencia armónica, donde la esperanza de dejar a un lado las huellas de la violencia, no será una utopía. Esa esperanza está manos de nuestros jóvenes, ellos hoy han tomado las calles, esperemos que no las suelten.

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Ivett Tinoco García

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