Como buen mexicano, siempre me he sentido orgulloso de mi cultura, tradiciones, historia, de nuestro territorio y por supuesto, de nuestra lengua: el español. Sin embargo, como politólogo soy consciente del problema semántico al que nos enfrentamos cuando intentamos hablar de política, ya que en español esta palabra pretende dotar de sentido y significado a situaciones tan variadas que complejizan el debate público y la relación entre gobernantes y gobernados. En inglés, las diferencias semánticas son más claras, hay una precisión en las palabras que se encargan de ordenar la discusión en torno a la palabra política.
Empiezo con aquello que en español determina una actividad, que es, quizá, la forma más conocida y utilizada de la palabra “política”, donde se hace referencia a la acción de dedicarse o hablar sobre ella, esa es la acepción más conocida y a partir de ello es que generamos opiniones. Es un chiste muy conocido entre estudiosos de la ciencia política, que cuando contamos a nuestros amigos que queremos estudiar eso, lo primero que nos responden es “¡quieres ser político!”. En otras palabras, el imaginario colectivo está saturado con la palabra, que denota situaciones tanto positivas como negativas, y ello contamina el debate cuando hablamos de formas de gobierno o políticas públicas. Para que esto no suceda, en inglés, la acción de dedicarse o hablar sobre política se identifica con politics.
Por otro lado, aquellos que estudiamos la ciencia política, o los que están en el campo de la sociología política o el derecho público, sabemos que nuestra actividad está ligada a ese concepto que en inglés se conoce como polity, que es la parte teórica con la cual estudiamos al Estado y sus formas de gobierno. Como vemos, aquí ya no basta con dar una opinión sobre si vivimos en una democracia o no, debemos tener conocimientos teóricos que sustenten nuestros dichos.
Por último, tenemos policy, que es la que en este momento más nos debe interesar, ya que su significado nos remonta al plan de acción, o un programa, es decir, con el tipo de políticas públicas que una administración construye para generar bienestar social. Para que éstas puedan dar los resultados que todos deseamos, es necesario que se construyan con indicadores aceptados por instituciones sólidas, en nuestro caso, tenemos El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), o el Instituto Nacional de Geografía e Informática (INEGI).
¿Por qué señalo que policy nos debe ocupar en este momento? Porque en medios de comunicación leemos o escuchamos voces que señalan que basta con que existan buenas intenciones de parte de quienes dirigen a la administración pública para que el país avance, sin embargo, eso se enmarca en el debate sobre politics, es decir, con la forma en la que se hace y se construye una narrativa en torno a la política, pero no basta con ello, es necesario el conocimiento técnico y especializado de quienes se dedican a la elaboración, medición, evaluación y análisis de las políticas públicas, de aquellos cuya especialidad está del lado de la policy.
Como señala Jan-Werner Müller, sabemos que el modelo tecnocrático canceló el debate público al permitir que la opinión de un grupo de expertos diseñara las políticas públicas sin pensar en las consecuencias políticas de sus decisiones, pero cancelar los conocimientos técnicos para atender una narrativa de gobierno nos coloca en un extremo peligroso, el de la destrucción de las instituciones encargadas de generar desarrollo y bienestar social.