Llama la atención el contexto sociopolítico por el que transitan algunos países latinoamericanos; los sucesos recientes vinculados a las determinaciones de los gobiernos y las reacciones que las políticas públicas generan en la sociedad, muestran un deterioro de la relación entre gobierno y población. Las manifestaciones sociales se convierten en singulares al momento de externar el desacuerdo con las medidas tomadas en los rubros económico y político.
Miles de ciudadanos ecuatorianos, chilenos, bolivianos y colombianos durante las semanas recientes han tomado las calles para expresar su descontento. Ante tales sucesos, rescato la definición general sobre Desarrollo Político, contenida en una de mis anteriores colaboraciones, como el proceso de mejoramiento de los regímenes políticos, de las formas de convivencia de una sociedad y de la obtención de libertades y bienestar social; se logra con el fortalecimiento de las instituciones públicas, la eficacia gubernamental, el fortalecimiento de la cultura política y el respeto de los derechos humanos.
Rescato esta concepción teórica, porque a partir de estos elementos sabemos que las sociedades y gobiernos con mayores Índices de Desarrollo Político, se caracterizan por tener tres características básicas: alta dosis de libertad personal, mayores condiciones de igualdad social y mayores proporciones de seguridad económica, mismas que esperamos confluyan entre sí.
Bajo este esquema, debemos comprender las manifestaciones como parte de un impacto negativo, es decir, a pesar de que las personas han decidido salir libremente a manifestar su inconformidad, esto es resultado de una ampliación en la brecha de las condiciones de igualdad y un acotamiento a su seguridad económica. En este sentido, es evidente que dichos acontecimientos intervienen en el Desarrollo Político de los países de la región. A partir de esta realidad, debemos evitar asumir posturas poco fundadas que llegan a catalogar estos hechos bajo denominaciones de golpe de estado, rebelión o vandalismo; acciones que atentarían contra el Sistema Democrático y no necesariamente al Desarrollo Político.
En este tenor, puedo señalar que la incidencia de las movilizaciones sociales como elementos que inciden en el Desarrollo Político puede ser interpretada de dos maneras que abonan o demeritan nuestro concepto en cuestión.
Primero, las recientes manifestaciones sociales en Latinoamérica se caracterizan por ser una resistencia a las decisiones o políticas implementadas por los gobiernos en turno, con peculiaridades enmarcadas en los temas económico y político. Así lo percibimos en el caso de Ecuador, Chile y Colombia, donde los movimientos sociales tienen su origen en las reformas económicas decretadas por los gobiernos, que derivaron en el incremento del precio de combustibles, el aumento del precio del pasaje, la eliminación de subsidios, la disminución de pensiones, las modificaciones tributarias, la falta de reconocimiento a las comunidades indígenas y el incumplimiento de algunas promesas de campaña.
Asimismo, las movilizaciones sociales en Bolivia están vinculadas a un tema de carácter más político, su origen deviene ente la falta de transparencia del proceso electoral que derivó en protestas que resultaron en la renuncia del Presidente, trascendiendo así en un conflicto post-electoral.
Por su parte, la segunda visión, comprende estos hechos como la reafirmación de la democracia como vía para acceder al poder, y, por ende, el reflejo puntual del fortalecimiento del Desarrollo Político; en este rubro encontramos a Uruguay, Argentina y Cuba, países que recién atravesaron procesos electorales que se caracterizaron por votaciones poco controversiales.
Así lo vimos, por ejemplo, en el resultado de los comicios electorales de Uruguay que, inéditamente, llevó a una segunda vuelta para elegir a su presidente; esto sucedió porque ante un empate técnico se requirió la intervención de la Corte Electoral para definir al ganador. En Argentina no fue necesaria la segunda vuelta y la misma noche de los sufragios, el todavía presidente Mauricio Macri reconoció el triunfo del kirchnerista Alberto Fernández. Finalmente, el caso de Cuba, como un asunto sui géneris, definió mediante Asamblea Nacional del Poder Popular como su presidente del Consejo de Estado de la República de Cuba a Miguel Díaz-Canel, unos de sus diputados miembros y tercer hombre en presidir este país tras la revolución cubana.
Es así, que sucesos como los referidos, son expresiones del Desarrollo Político centradas en el papel que juegan estudiantes, trabajadores, pensionistas, organizaciones sociales, indígenas, sindicatos y líderes políticos, que fortalecen y retroalimentan el proceso de mejoramiento de los regímenes políticos. También deben ser leídos como como una muestra que revela las tareas pendientes para mejorar las instituciones públicas, para ampliar la eficiencia de los gobiernos, fortalecer la cultura política y respetar los derechos humanos.
A modo de conclusión, somos testigos de cómo estas expresiones se encuadran en los innumerables desafíos que afrontan las democracias contemporáneas. El politólogo Yascha Mounk, al referirse a lo sucedido en Bolivia, señaló: “el pueblo se mostró finalmente contrario a tolerar la pérdida de sus libertades en manos de un gobierno que siempre había prometido expandirlas”; acotación que cabe para el resto de los países en donde las manifestaciones sociales han sido recurrentes. Ante esta realidad latinoamericana, es fundamental no dejar de lado los tres objetivos básicos del Desarrollo Político, trabajo que forzosamente requiere de la convergencia entre sociedad y gobierno.