México atraviesa uno de sus momentos más polarizados, con dos posturas políticas aparentemente irreconciliables. Por un lado, están quienes defienden absolutamente todo, abandonando cualquier intento de crítica constructiva cuando se trata de medir las políticas públicas implementadas por el Ejecutivo. Y por el otro, aquellos que golpean cada decisión sin ningún tipo de honradez intelectual. La ciudadanía se percata y se aleja del escenario político al no encontrar ningún debate que, con honestidad, analice para posteriormente construir alternativas capaces de mejorar el contexto para una nación sumamente desigual e injusta.
Quienes son partidarios del gobierno federal han defendido toda medida polémica y potencialmente perjudicial para el país. Se han advertido decisiones que retrasarán económicamente al país y por ende nos incapacitará para combatir la pobreza y la desigualdad. Pero a pesar de ello, para muchos es más importante defender sin importar que ello signifique impedir reflexiones para a mejorar las políticas públicas implementándose en el presente, y así alcanzar una mayor prosperidad y desarrollo para todos.
Mientras aquellos con la obligación democrática de fortalecer la oposición para ofrecerle representatividad a los mexicanos que no se sienten representados por el gobierno, no hacen más que criticar hasta los aciertos sin honestidad, olvidando cambiar los defectos que los desacreditaron y sacaron el poder. Es decir, han mantenido viejos vicios y únicamente han añadido una narrativa golpeadora sin ningún sentido crítico.
Los partidos de oposición están ante una gran responsabilidad, pues es su deber construir una opción política capaz de contrapesar, pero no serán capaces si no cambian a las figuras desgastadas, eliminan los hábitos opacos y se acercan a las comunidades marginadas y ciudadanos que siguen viviendo en circunstancias de pobreza. Si no se edifican movimientos políticos que genuinamente busquen el bienestar de la nación, la gente seguirá alejándose de la política al ver las mismas formas con un discurso golpeador que transmite una búsqueda del poder por el poder.
Ambos bandos deben conciliar para bien de México, a nuestra democracia les perjudica la polarización. A cualquier gobierno le viene bien la crítica, siempre y cuando no sea por el simple hecho de criticar.
Partidarios deben asumir un rol patriótico de respaldar a quienes son afines ideológicamente sin complacer en las decisiones que desgastan a las instituciones mexicanas. Los opositores tienen que reflexionar y cambiar toda práctica que los alejó del poder para convertirse en alternativas creíbles, acompañando las nuevas acciones de una narrativa congruente y honesta al momento de analizar lo sucedido en el escenario político y social. En esta profunda división política se ha caído en extremos que no eligen la coherencia sobre la militancia, priorizando en sus palabras y discursos el ataque al rival sobre el patriotismo de buscar con cada acción un país más justo e igual. Urgen cambios para aumentar la participación social y atraer a la ciudadanía a espacios públicos donde se sientan representados.