Marx y la “fiebre de oro digital”

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Marx y la “fiebre de oro digital”

Domingo, 14 Febrero 2021 09:29 Escrito por 
Marx y la “fiebre de oro digital” Los Sonámbulos

“El ir al desahucio financiero no constituyó una pérdida total. A cambio de mis 240 mil dólares obtuve un insomnio galopante y en mi círculo social el desvelamiento empezó a sustituir al mercado de valores como principal tema de conversación. Hasta entonces, nunca había imaginado que el insomnio tuviese tanto interés para tantísima gente…”.

El anterior no es un párrafo de algunos de los artículos del Karl Marx periodista, relatando y censurando el “Ataque a Sebastopol” y el “Desahucio de ciudadanos en Escocia”; tampoco es la descripción de “El aumento de la locura en Gran Bretaña y menos son los pormenores de “El pánico financiero” (bolsa de Londres, 1859).

Es el relato de otro Marx (“Groucho y Yo”) luego de sus andanzas financieras previas al devastador “Crac de 1929” generado en Wall Street, las cuales lo llevaron a convertirse en “una lechuza profesional” desde ese año hasta adquirir la experiencia para “ayudar a los aficionados que sólo llevan nueve a diez años dando vueltas entre las sábanas”.

El comediante narra la fiebre de esos días, parecida a la del oro de 1849, tan lejanos como cercanos: Muchas de las agencias de Bolsa tenían más público que la mayoría de los teatros de Broadway.

¿Acciones de United Corporation?, ¿valores de Cobre de Anaconda?, ¿Tuberías Crane para los pieles rojas de Dakota del Sur aunque no las usen?, ¿Goldman Sachs no es una marca de harinas?… Marx compró acciones de todas.

“Los augurios no variaban. Siempre eran: arriba, arriba, arriba… Hasta entonces yo no había imaginado que se pudiera hacerse rico sin trabajar”… “¡estábamos tan entusiasmados!”, cuenta el actor (le habían asegurado que las acciones pegarían más saltos que un canguro).

Sin embargo, “el día del hundimiento final, mi amigo, antaño asesor financiero y astuto comerciante, Max Gordon, me telefoneó desde Nueva York. En cinco palabras, lanzó una afirmación que con el tiempo ha de compararse favorablemente con cualquiera de las citas más memorables de la historia americana… Charlatán por naturaleza, esta vez ignoró incluso el tradicional “hola”. Todo lo que dijo fue: ¡Marx, la broma ha terminado!…Desde luego, la broma había terminado”.

Con algunas modificaciones en fechas, lugares y nombres de personajes, todo la anterior es una apretado episodio de la fiebre humana y las burbujas especulativas a lo largo del tiempo.

Pero la broma no ha terminado y, por el contrario, ahora corre parejo al de las tecnologías y, peor, también en las barbas de las autoridades. La más reciente se ha denominado “fiebre de oro digital”, donde bien se puede sustituir “United Corporation” por “Bitcoin”, “Anaconda” por “Ethereum”, “Tuberías Crane” por “Bitcoin Cash” o “Goldman Sachs” por una “Dogecoin” o “Memecoin” (con todo y un perrito con una pose peor de enigmática que el de la Mona Lisa, finalmente una burla en contra de la estupidez de los criptoactivos).

Los timos no han faltado ya: Bitcoins Mt.Gox, en Japón, en perjuicio de más de un millón de personas (Bolivia las prohibió por eso); en España las criptomonedas no son consideradas como dinero legal y en Venezuela ya se reguló. En Estados Unidos están urgiendo a hacerlo, alarmados por su crecimiento. La razón es que las transacciones aumentan y el valor que se les ha conferido es de locura.

Además, para que partidarios del “Ogro Salvaje” como Agustín Carstens Carstens (gerente general del Banco de Pagos Internacionales, BIS) afirme que esas monedas sólo son seguras si las operan los bancos centrales, o Christine Lagarde (ex titular del FMI y actual presidenta del Banco Central Europeo) las califique de “activos especulativos” y que han servido para el blanqueo de dinero, deben ser motivo de atención de los gobiernos.

“Que a nadie extrañe la convulsión que seguirá a la prosperidad actual. Que tal convulsión se producirá en… lo pronostican buen número de síntomas”.

Estas líneas no son de Groucho Marx, sino de Karl Marx, advirtiendo de las consecuencias cuando abunda “el oro” (en este caso, digital), entre ellas “una especulación salvaje de todo tipo de burbujas atractivas”.
“Y el día que estalló la crisis se lavaron las manos…”.

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Jesús Delgado

Los sonámbulos