Mientras por un lado el presidente Andrés López Obrador continúa, como lo adelantó en vísperas del año de festejos con la agenda de los mismos, por otro lado el México que pretende ignorar se encuentra librando una terrible batalla ante la inseguridad que hoy por hoy, es más devastadora que nunca.
El día lunes veintisiete de septiembre con motivo de la consumación de la independencia de nuestro país, se llevó a cabo una magna representación por efectivos del ejército mexicano en el zócalo capitalino, con la presencia de invitados especiales que fueron testigos del lujo que se dispuso para la gran celebración.
Con motivo de la pandemia, el evento únicamente fue presenciado por los favorecidos con la invitación que hizo el gobierno. Mientras que el pueblo bueno y sabio no podía tener cabida en el entorno por las medidas sanitarias, por lo que les fue imposible acercarse a por lo menos escuchar algo de los que los reunidos en el corazón de la República disfrutaban.
Ese país, en el que quiere verse empoderado López Obrador, alagado y rodeado de lo más selecto, solo existe en una parte muy exclusiva, en esa parte que alguna vez se dijo que ya no se vería más, por esta razón, el festejo más bien debe considerarse hecho exclusivamente para satisfacer a un emperador.
Y ésta es una más de entre otras celebraciones que se han dado en la misma situación por el problema sanitario, que obliga a tener pocos testigos, bueno, por parte de los ciudadanos; por lo que conmemoraciones, desfiles, bailables, etcétera, los verán el presidente, su gabinete y un puñado de selectos invitados.
Por otro lado y a no muchos kilómetros de distancia, el verdadero pueblo, el que se encuentra a expensas del crimen organizado, y que al verse abandonado por las fuerzas del orden libran una cruenta batalla para rescatar lo poco, con lo que aún cuentan; se sienten olvidados por parte de un gobierno que prefiere repartir abrazos, y tienen que soportar el infortunio.
Michoacán es uno de los Estados en los que los propios pobladores se ven en la necesidad de tomar las armas, para, de alguna manera, hacer frente a los grupos que según dichos de los llamados autodefensas cuentan entre sus filas con personas que tienen habilidades de combate, y adiestramiento en el uso de armas; además de que son de la mejor la mejor calidad, incluso, cuentan con armamento y vehículos propios de un ejército.
La fuerza castrense no se mete mucho, solo en contadas ocasiones o cuando alguno de los suyos ha caído o ha sido herido, de lo contrario, no hay órdenes para intervenir. Dejar hacer, dejar pasar. Eso ha ocasionado que se vean varios poblados abandonados, porque la gente sale huyendo de la brutalidad.
¿Cómo se puede festejar? ¿Cómo puede haber por un lado jolgorio, gritos de viva México, mientras que por otro lado, se encuentra un pueblo abandonado a su suerte?, ¿quién se preocupa por esas comunidades?
En realidad, no debería haber festejos de libertad alguna, de independencia, ¿para quién es la independencia? ¿para quién la libertad? los héroes del pasado podrían sobrar hoy, los únicos que se pueden presumir como tal son quienes defienden sus tierras, sus casas, sus pertenencias y a sus familias.
No puede haber festejos mientras hay tragedia, los ¡Viva México! es como una afrenta y lo debería ser para todo el pueblo. ¿dónde está la solidaridad, la empatía que ha representado en muchas ocasiones a los mexicanos? ¿ese inquebrantable valor, hoy diezmado que asustado y escurridizo se esconde en un rincón que reza para que no les pase lo mismo, dónde está?.
López Obrador empecinado en una realidad alterna, no logra avizorar lo que puede venirse gestando. México, con su cantidad de razas, ideologías, cultura, lengua, y territorios es desfavorecido por la historia. Se les ha quedado a deber, pero existe molestia, inconformidad y sentimiento de abandono. Y eso puede despertar al México bronco.
Lo que provoca con su actuar el presidente es inconformidad, resentimiento, división. A pesar de ello o precisamente por eso, siente que puede controlarlo todo; lo que se dice, los que se hace y hasta lo que se piensa. López se ve así mismo como un nuevo líder de las Américas.
¿Cuál es la gloria?
Hoy, el mandatario cree que está escribiendo una nueva historia, a la altura de las grandes transformaciones. Siente que es un héroe y que deberíamos sentirnos afortunados por ser testigos de lo que está realizando. En eso gasta su tiempo; en convencer todos los días a una nación entera que es iluminado; que es el nuevo libertador, y pretende serlo también de América Latina.
Sin embargo, el presente tiene otros datos, la gente, que debería ser su gente, tiene otros datos, los países hermanos tienen otros datos, y en especial, el principal socio comercial con quien además busca enemistarse una y otra vez, tiene otros datos, por cierto, sigue siendo el dueño del dinero, del poder y del armamento.
¿Qué busca López para la nación Azteca?
Tal vez el apapacho a personajes impresentables como Diaz, Canel, Maduro, entre otros, pueda dar una idea de hacia donde quiere dirigir el futuro próximo de los mexicanos, que sin embargo, no toma en cuenta que a pesar de que países como Perú, Nicaragua y Bolivia impulsan a populistas al poder, el mundo no es el mismo, el mundo ha cambiado y es diferente a como se imagina el tabasqueño.
México vive hoy mismo dos realidades, una de lujo, de festejos de algarabía y otro, muy distinto, de muerte, de guerra, de sufrimiento. No, no hay motivo ni razón para celebrar en un país que se hunde en el desconsuelo. No hay Libertad. No hay independencia. No hay paz.