Durante décadas y lamento no tener los datos exactos sobre cuándo surgió la festividad cívica, los “mexiquenses”, fuimos educados en una cultura que le dio especial relevancia a la fecha en que se conformó el Estado de México. Desde 1824 con la primera Constitución mexicana se dio origen al sistema federal como forma de la división territorial, administrativa y competencial del estado mexicano. Por esta razón, los estados integrantes de la Federación fueron instituidos sobre la base de la desaparición de los reinos, provincias e intendencias propios del virreinato y del régimen centralista.
Los pueblos y comunidades que hoy conforman la entidad mexiquense en su momento pertenecieron al Reino de México y para 1786 se instituyó en la intendencia de México. En el surgimiento de la identidad mexiquense hay dos hechos relevantes. En 1824 dentro del proceso de elaboración de la constitución Federal se declaró al Estado de México como Libre y Soberano hecho relevante, pues a partir de ello surge la posibilidad de ejercer esa soberanía en cuanto a su régimen interno y posibilita la redacción de su marco constitucional, mismo que se da en el Congreso Constituyente, reunido en Texcoco en 1827 y que da origen constitucional a nuestra entidad en virtud de la cual ejerce a cabalidad sus competencias e instaura los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial en su territorio, para ejercer la jurisdicción del estado en toda su demarcación.
Por esta razón, el Estado de México se erigió sobre la base de lo ya constituido. Sus pueblos, ciudades y villas existieron con mucha anterioridad a la declaración de Estado otorgada por la constitución federal de 1824. Por esa razón es equivocado el término “fundación” que hoy se le quiere dar a la conmemoración del hecho que dio origen a la entidad. El Estado de México se erigió, pues física y materialmente ya existía y se le categorizó como parte integrante de una Federación.
El estado no se funda, pues esto es propio de las ciudades, villas o colonias. Se funda lo que es material y físico, es decir, lo palpable. Se erige lo que ha de elevarse en rango, categoría o nivel. Durante décadas los mexiquenses como parte de nuestra cultura cívica hemos celebrado la erección del Estado de México no como sinónimo de levantamiento aunque la chusca pueda llevar equívoco. Celebramos la erección, pues nos hemos erigido en estado libre y soberano y, además, no bastó el hecho declarativo sino el pacto constitutivo de la entidad con sus partes constitucionales necesarias a saber, población, territorio, gobierno y orden normativo. Por eso el hecho relevante que nos da identidad no fue la simple declaración del estado libre y soberano, sino lo que nos da origen como estado libre y soberano es la materialización de la constitución por el constituyente del 2 de marzo de 1827.
La riqueza de nuestro idioma no nos puede llevar a la confusión con el ánimo de poder cambiar a capricho el calendario cívico. No se trata tampoco de afianzarse en un costumbrismo conservador. No, se trata de llamarle a las cosas por su nombre. El estado y sus órganos no pueden darse a la ocurrencia o a la opinión que tengan algunos asesores que desconocen nuestra lengua y nuestra tradición. El gobernador Del Mazo ha caído en un error de comunicación política imperdonable. De golpe, sin recato alguno nos ha robado una erección y nos ha impuesto una fundación de la misma forma cómo su padre nos robó el gentilicio de mexicanos, por patria y provincia, y nos impuso el de mexiquenses.
