Escribir acerca del asesinato en una novela, en un cuento, para una obra de teatro, forma parte de la ficción creativa; la formación de reporteros en la nota roja en la que se escribe sobre hechos de sangre y todo lo relacionado es condición para llegar a ser buenos periodistas, pero escribir sobre la muerte de ellas y ellos es otra cosa, es entrar al campo del horror del oficio, en el que la ficción no juega.
Nos referimos al asesinato del jueves 5 de mayo de Luis Enrique Ramírez, colaborador del diario El Debate que se publica en Culiacán y en el que colaboraba con su columna Fuentes Fidedignas. No sobra repetir las mismas palabras expresadas por otros colegas, ya que en lo que va del año suman 9 periodistas asesinados ¿Hasta cuándo?
Escribir y describir que era un hombre con talentos, culto, buen periodista que contribuía a hacer de su estado un mundo mejor da cuenta de un proyecto de vida, cercenado arteramente. El escenario otra vez fue Culiacán, tierra próspera bañada por la sangre e identificada con el narco.
Escribir sobre asesinatos de cualquier índole enfurece, sabedores que en esta tierra de nadie en que se ha convertido gran parte del país, ser un profesional de la información es firmar una sentencia de muerte, ciertos que en cada homicidio que se comete se mata a la verdad, y en consecuencia, se destruye la civilización.
Pedir cuentas a la autoridad pareciera que es clamar en el desierto; esperar que reporteros, articulistas, informadores regresen en la noche a casa a abrazar a los suyos, en la certeza que ni a ellos ni a los suyos les pasará nada pareciera imposible en el México de hoy.
El jueves 5 de mayo se descendió un escalón más en la degradación del deber fundamental de los gobernantes en el sentido de garantizar la vida y los bienes de los ciudadanos. Datos del artículo 19 de la Organización Internacional enfocada en los Derechos Humanos señalan que desde el inicio del actual sexenio, se contabilizan mil 945 agresiones contra la prensa del país, 33 asesinatos y de ellos los 9 de los que hemos dado cuenta, sin contar dos desapariciones.
Que más tiene que pasar para que se detengan los asesinatos de periodistas, de mujeres, y de muchos más que tratan de hacer de México, un lugar mejor.
Al momento de entregar esta colaboración nos enteramos del asesinato de dos periodistas más en el estado de Veracruz, en Cosoleacaque.
