La convivencia entre los seres humanos y el medio ambiente siempre ha sido compleja y cruenta. Los procesos de adaptación que ha experimentado el Homo Sapiens a lo largo de miles de años de existencia ha implicado la domesticación de muchas especies de plantas y animales, así como la extinción de otras; asimismo, dichas transformaciones evolutivas también han provocado la devastación de ecosistemas, la modificación de la temperatura y el desajuste de fenómenos naturales relacionados con el clima, gracias a la intensa actividad del hombre. También, desde luego, la humanidad se ha impuesto a sí misma nuevas condiciones y formas de convivencia para adecuar su vida a las exigencias que la modernidad le ha impuesto en torno a su alimentación, trabajo, educación, movilidad y comunicación, por poner sólo algunos ejemplos.
Actualmente, en el siglo XXI, se vive en constante adaptación, todos los días se va de un escenario a otro, en periodos cada vez más cortos. Esta capacidad de adaptarse al medio que nos rodea se pone a prueba durante la temporada de lluvias, ya que todas las tardes los ciudadanos que habitan, trabajan o estudian en zonas susceptibles de sufrir afectaciones por este fenómeno meteorológico, salen a la calle y se trasladan a sus destinos enfrentándose a las cambiantes circunstancias que el clima impone. Sea a pie, en transporte público o en sus propios autos, sortean el reto de enfrentarse a una cantidad impresionante de riesgos asociados al temporal, a veces impensables y de modalidades tan diversas que, un paraguas, un impermeable y botas de hule parecen no ser suficientes.
Uno de estos riesgos es el provocado por los objetos que pueden caer. Sí, la amenaza de que una lluvia torrencial sumada a un fuerte viento provoque la caída de una maceta que adorablemente adorna un balcón del quinto piso de un edificio y ésta se precipite sobre la cabeza de una persona que, sin sospechar siquiera dicho peligro, al ir caminando por la calle bajo la lluvia, se vea afectada en su integridad física y termine golpeada en un hospital.
También puede ocurrir que, tras una intensa lluvia, al salir del trabajo, una persona se dirija hacia la calle en donde dejó estacionado su auto y descubra que uno de los muchos árboles que se cayeron por la intensa lluvia es el que está justamente derribado sobre el toldo de su vehículo. De igual manera, un árbol muy longevo, alto y robusto, cuya fijación a la tierra que lo sustenta no sea la más adecuada y su inclinación esté muy pronunciada, con el peso del agua sobre su copa, aunado a la acción del viento, lo puede hacer caer sobre el tendido eléctrico –y generar un conato de incendio–, sobre la fachada de un domicilio, o sobre el arroyo vehicular provocando múltiples daños.
Los anuncios espectaculares, lonas y estructuras luminosas postradas sobre edificios, o sobre las marquesinas de los negocios, si no están bien sujetas, afianzados sus componentes y ancladas firmemente en sus bases, se pueden caer cualquier tarde lluviosa con fuertes vientos. Las afectaciones que puedan provocar dependen del peso, dimensiones y materiales de los que están hechas las referidas estructuras. Los posibles afectados serán los transeúntes y conductores que desafortunadamente se encuentren de paso en el lugar y en el momento menos oportuno de su vida.
Todas las especies –incluidos los humanos– agudizan sus sentidos para proveerse de recursos, diseñar estrategias y mecanismos que les permitan adaptarse al medio que les rodea y estos garanticen su seguridad, protección y supervivencia. A fin de evitar escenarios como los descritos, es necesario que la ciudadanía agudice sus cinco sentidos –principalmente la vista– y participe en su propio beneficio observando cuidadosamente su entorno inmediato, mirar detenidamente arriba, abajo, al frente y detrás para identificar peligros, amenazas y vulnerabilidades en las inmediaciones de su domicilio, en sus trayectos a casa, al trabajo o a la escuela; revisar las calles por las que camina, las aceras, los registros y coladeras, los cuerpos arbóreos, la infraestructura eléctrica y del servicio de televisión por cable (note usted la gran cantidad de cables aéreos) con el objetivo de verificar que no hayan condiciones de riesgo, tales como cables sueltos, postes inclinados, árboles con copas excesivamente robustas, con raíces expuestas, no bien plantados y tronzados. Esa es la tarea, abrir bien los ojos.
Hoy nos tenemos que adaptar a las condiciones del vertiginoso ritmo en el que se vive en las grandes ciudades, por eso, una vez detectados los riesgos, corresponden las acciones de mitigación, es decir su reducción o eliminación, la cual consiste en dar aviso a la autoridad competente para la atención de dicho peligro. Tomarse el tiempo necesario para hacer una denuncia o un alertamiento no es un despropósito, ni una pérdida de tiempo, es una responsabilidad. Usted puede llamar –o acudir– a la estación de Bomberos o de Protección Civil más cercana a su domicilio y dar parte de los hallazgos que usted detecte. Compruebe la amabilidad con la que le tratarán. Además, hoy casi todos contamos con una cámara en nuestro teléfono y una amplia red de medios de comunicación que nos ayudan para, en un par de minutos, dar aviso de forma masiva e inteligente, de una situación de riesgo. Este es un mecanismo de adaptación: incorporar los beneficios de la tecnología en beneficio de la preservación de la vida y nuestra seguridad.
Finalmente, también cada uno de nosotros puede ser un generador potencial de riesgos, por eso, dentro de casa, es muy pertinente revisar sus azoteas, balcones, pretiles y marquesinas; cuidar que no haya objetos que puedan desprenderse, rodar o ser proyectados por la lluvia y los fuertes vientos; barrer, limpiar y organizar dichos espacios significa prevenir riesgos. Retire todo aquello que se pueda caer y golpear a alguien más. Recuerde que el espacio más seguro lo hace usted mismo. ¡Feliz inicio de semana!
Hugo Antonio Espinosa
Fue Director del Heroico Cuerpo de Bomberos de Toluca,
Subdirector de Protección Civil e Inspección en la SCT Federal.
Actualmente es Subdirector de Emergencias en el Valle de Toluca, en la Coordinación General de Protección Civil, EDOMEX