El empresario es una persona de carácter, de convicciones fuertes, que apuesta su patrimonio y, lo más importante, fomenta el trabajo que se traduce en desarrollo económico, en crecimiento y, en teoría, en una mejora en los bolsillos de nosotros los ciudadanos. Eso se reconoce y es muy plausible.
Pero hay algo en lo que, creo, todos los empresarios tanto en lo individual como en las cámaras y asociaciones empresariales estamos quedando a deber al igual que todos los ciudadanos en general. Quedamos a deber al guardar silencio absoluto y no señalar todas las cosas que no están funcionando en nuestro país y que en cierta medida nos hacen cómplices, tales como:
Nulo crecimiento, pérdida de confianza de las grandes calificadoras que evalúan a las naciones y que hoy nos ven como un país muy poco confiable, corrupto y que le dice al mundo y a las grandes transnacionales: “México no es un país seguro para que inviertas tu dinero, llévatelo a otra parte”.
Somos un país incendiado por las múltiples masacres entre grupos muy bien organizados que se mueven en completa impunidad y que tienen capturado el 75 por ciento del territorio nacional, tal y como lo menciona el Departamento de Estado de los Estados Unidos (algo debe de saber el país más poderoso del mundo) y que aquí se oculta por oficio. Para decirlo claramente: no hemos logrado resolver los múltiples problemas que están peor que hace 6, 15 o 20 años atrás.
Mi reflexión va en el sentido de que en estos casi cuatro años de deterioro, si pusiéramos el ejemplo de los enfermos de Covid, nos encontraríamos en terapia intensiva, intubados y con poca probabilidad de salir adelante. Desafortunadamente priva el miedo y el mezquino pensamiento individual de que “mientras yo esté bien que los demás se jodan”, sólo que esta tersa y momentánea tranquilidad puede ser arrebatada por un agente externo tanto económico-financiero o de inseguridad hacia nosotros o a algún familiar.
No pido que salgamos a levantarnos en armas o a tomar acciones poco racionales e imprácticas, pero organicémonos más, utilicemos los múltiples canales de comunicación, informemos mejor a los menos informados.
Por lo menos este humilde servidor no tiene otro país a donde ir y aunque lo tuviera no me iría, así que la mejor opción es defender nuestro país por el método más eficaz e inteligente que es la participación y promoción de las buenas ideas y no solo quejarnos con los cercanos en charlas de café, así la queja no deja.
Por tal motivo exhorto a todos los empresarios de nuestra nación a despertar en el mejor sentido de la palabra, así como a no parar un sólo segundo de trabajar, pero siempre recordando que tenemos responsabilidades sociales, ambientales y, por qué no, políticas. Nuestro ADN no sólo puede estar configurado en la noble tarea de creación de empleo y riqueza.
Si seguimos en la inacción y pensando que a nosotros no nos pasará nada (Venezuela), cómo se dice coloquialmente “a ver después quién queda para cerrar la puerta”.
Recordemos siempre que nadie es mejor que todos juntos y más cuando se trata de nuestro querido País.