Jorge Carpizo, una de las mentes jurídicas más importantes de nuestro país afirmaba lo siguiente: “El abogado se encuentra inmerso en los aspectos que rigen la vida del hombre”. Esta sentencia es profundamente significativa a partir de que muchos de nuestros grandes escritores, filósofos, historiadores, economistas, politólogos y músicos han elegido la profesión de abogados. La ciencia jurídica en su sentido más profundo es, en cualquiera de sus dimensiones el coordinador de la acción humana.
El derecho es un cohesionador social, parte medular de nuestra convivencia y al serlo, se convierte en un baluarte de nuestra existencia. La profesión de jurista entonces implica el enaltecimiento de la razón y el compromiso con la verdad. Es en manos del abogado donde se encuentra la sensible responsabilidad de la imparcialidad, el orden social, la estabilidad del otro, el cumplimiento de las obligaciones y el respeto a los derechos del hombre, es deber, pero también es conciencia.
El jurisconsulto al igual que el jurispensante representa a la sociedad a la que pertenece y con humanismo impulsa el progreso de las sociedades a través de la investigación, es conocimiento al servicio de la colectividad. El derecho es misión, el convertirse en abogado es destino. El investigador piensa, razona, reflexiona; el licenciado en derecho crea, aplica el conocimiento generado en las aulas convirtiéndose en un aporte útil para la sociedad.
En ese sentido quiero referirme a las palabras del hermano mayor de la casa de los cien arcos, la “lengua de bronce” y último estadista mexicano, Adolfo López Mateos, que con mucha sabiduría dijo: “solo en la abundancia se realiza la justicia social porque es la riqueza y no la miseria lo que es deseable compartir; para alcanzarla no bastan los recursos naturales, ni el trabajo, ni el capital, es importante la técnica que la docencia universitaria difunde”.
Las universidades públicas de nuestro país tienen el enorme reto de volver a sus orígenes, de replantear sus convicciones, porque en sus muros es en donde germinan, se construyen y recrean las mentes abiertas, mentes brillantes, capaces de generar, edificar, crear e imaginar conocimiento.
Al igual que muchas instituciones la facultad de derecho de la gloriosa Universidad Autónoma del Estado de México, la más importante, la más trascendente, la más genuina y preponderante en décadas debe de retomar su papel de opinador jurídico acerca de la construcción, fortalecimiento y cohesión del estado de derecho como propositiva de leyes, como critica y reflexiva acerca del mundo normativo.
Se dice que donde hay una organización exitosa, alguien tomó una decisión audaz, el tiempo transcurre a cada instante, parece una obviedad, pero es una realidad, por ello estoy convencido que el presente, pero sobre todo futuro de la facultad de derecho de la UAEMéx será armonioso, convincente y seguirá acrecentando el prestigio que su historia lo mandata. Enorgulleciendo, contribuyendo con esfuerzo al progreso diario de nuestra entidad y de nuestro país, ya que no se entiende la vida sin libertad, ni la libertad sin justicia, hermosa síntesis de los tiempos que debe multiplicarse permanentemente. Muchas felicidades a todos mis colegas, amigas y amigos abogados.
