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En 1966 murió la madre del poeta chiapaneco Jaime Sabines, Doña Luz. Al cabo de unos meses escribiría, "ante la muerte lo único que se tiene es la cabeza rota, las manos vacías, ante la muerte el poema no existe". "Doña Luz".
Si Sabines viviera, retomaría estas mismas palabras para describir el dolor y la frustración que hay alrededor de los 43 jóvenes normalistas de Ayotzinapa, desaparecidos entre la noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre del 2014.
Es probable que lo hiciera de esta manera: "ante la desaparición y muerte de los normalistas de Ayotzinapa, lo único que se tiene es la cabeza rota de un gobierno incapaz, las manos vacías de unos padres y de un pueblo sin poder acceder a la verdad, ante su muerte la justicia no existe". "Los 43".
Dos gobiernos han perdido la cabeza alrededor de esta tragedia. Dos fiscales (PGR y FGR), esforzándose, cada uno por su lado y en su tiempo, por enredar más el caso antes que llegar a la verdad y dar con los responsables.
En la primera investigación se dedicaron a construir una verdad histórica -a conveniencia- qué, de acuerdo con las palabras del subsecretario Alejandro Encinas, “la verdad histórica se diseñó en los más altos niveles del gobierno federal, involucra a todas aquellas personas que participaron en las reuniones de la Presidencia de la República en la discusión de estos temas”.
Encinas acusa una verdad histórica llena de irregularidades, entre las que destaca, la maquinación de un escenario preconcebido, la alteración de la escena del crimen y “la verdad fundada en actos de tortura”.
Por su parte, la segunda investigación, crea la Comisión para la Verdad de Ayotzinapa, dependiente de la secretaria de Gobernación. Lo que pareciera la ruta de la justicia y verdad para los jóvenes normalistas, termino siendo un llano sombrío y oscuro, donde las novedades y sus protagonistas ofrecen mayores confusiones y revelan múltiples debilidades en sus conclusiones.
La nueva verdad describe un crimen de Estado, basado en una secuencia de mensajes de WhatsApp; los cuales han sido severamente cuestionados por el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), pues no los considera consistentes, por lo tanto, no es posible realizar conclusiones a partir de ellos.
Además, el GIEI, acuso que ni el ejército ni la marina de México, han aportado elementos de investigación que lleven a razonar de distinta manera el caso Ayotzinapa.
Denunciaron, también, en su último informe, que la Fiscalía General de la República, obstruyó e introdujo a personas ajenas a la investigación, con un propósito intimidatorio hacia quienes integran la Fiscalía Especializada, encargada del caso. Súmese a ello, que diversos medios nacionales, han documentado sobre el testigo clave de la FGR, “EL Cabo Gil”, quien se contradice en cada una de sus declaraciones.
Cuatro años por cada gobierno involucrado en la investigación. Dos instancias de procuración de justicia administrando el costo político electoral. Ambas volteando para el lado contrario de donde se encuentra la verdad.
Todo indica que no hay el deseo por enterrar a los muertos de Ayotzinapa, con la dignidad que merecen; ni por sus padres que les han llorado hasta perder sus fuerzas, ni por México que no merece este tipo de historias.
Jaime Sabines, solía alejarse de tantas muertes, lo hacía a través de sus poemas, reclamando, abiertamente y sin tapujos, por el fin de la vida, al grado de trastocar la conciencia social.
En uno de sus poemas (qué costumbre tan salvaje…) se preguntaba al reflexionar acerca del entierro de los muertos, “¿Por qué no los dejaron fuera hasta secarse, hasta que nos hablaran sus huesos de su muerte?”.
Nosotros debiéramos de hacer lo mismo, reclamar como lo hizo el poeta en su momento, cuando desafío valientemente a toda una sociedad de arraigadas costumbres -en su mayoría católica- reclamándoles el maltrato a los muertos al enterrarlos, acto que calificaba de salvaje; para decirles, “Qué costumbre tan salvaje esta […] de matarlos, de aniquilarlos, de borrarlos de la faz de la tierra. Es tratarlos alevosamente, es negarles la posibilidad de revivir”.
Porque no, como lo hizo Sabines en su tiempo, también nosotros, protestamos por ese maltrato irrefrenable y violento hacía nuestros muertos -los normalistas- y de paso les exigimos, la verdad, tal cual es, sin manipulaciones, desviaciones u ocultamientos a conveniencia. Solo para alejarnos de tantas muertes.
Ahora, mis preguntas finales: sobre, ¿Qué hay más allá de lo que se sabe públicamente, sobre los responsables de secuestrar y desaparecer a los 43 normalistas de Ayotzinapa? ¿A quién le beneficia qué? ¿?
Hasta aquí con una más de: Mis preguntas finales, nos leemos en la próxima.
Guillermo Calderón Vega. Profesor Universitario, abogado, exfuncionario público, Experto en operación, negociación y concertación política. Twitter: @gmo_calderon / Facebook e Instagram: Guillermo Calderón Vega