Al parecer voltear el mundo de cabeza y perder la cordura para lograr justicia.
Ese es el caso de esta mujer que me buscó para contarme lo que le ocurrió, una historia que se parece a muchas y que terriblemente encuentra el mismo eco que las otras.
Gricelt Caballero, abogada dictaminadora adscrita a la Comisión Especial de Amnistía, con experiencia en litigios parlamentarios, con dos maestrías. Ha sido merecedora a dos becas para cursar las Maestrías en Derecho Parlamentario y la Maestría en Políticas Anticorrupción.
Es decir, una persona que se mantiene a la vanguardia, que trata de estar a la altura de las responsabilidades, porque como sabemos, para una mujer siempre es más difícil lograr las cosas.
Y Rodolfo “N”, ex secretario Técnico de la Comisión Especial de Amnistía del Poder Legislativo del Estado de México, lo hizo patente desde el primer momento que la conoció, pues consideró que era una mujer que quería robarle su puesto y que “una tonta como ella no lo iba a mandar”.
En lugar de ver en ella, una clara ayuda para efectuar sus funciones, la boicoteó, pues nunca le proporcionaba las llaves para poder entrar a la oficina. Así que tocaba esperar cuatro horas afuera, aún con lluvia y frío.
Sin poder hacer nada, se sentía relegada y rebasada por la situación, pues las señoritas de Servicio Social contaban con más autoridad y responsabilidad que ella. Además, al exigir respeto por su trabajo, el hombre se volvió más violento verbalmente, diciéndole que ella no le daba confianza y que él decidía a quién le daba llave y a quién no.
Esto fue subiendo de tono, persecuciones al baño, groserías, exclusión.
Por supuesto, Gricelt siguió exigiendo respeto y puso una denuncia ante la Unidad de Igualdad De Género Y Erradicación De La Violencia Del Poder Legislativo, lo cual ocasionó que la amenazara de muerte, pues le dijo que si él perdía su trabajo la iba a matar, por lo que tuvo que acudir a la Fiscalía para pedir protección.
Sí, una clara muestra de que el poder en las manos equivocadas puede ser un peligro latente. Ahora esta mujer empezó a sufrir de depresión, por violencia laboral, porque después de sus denuncias se ha convertido en una mujer con una letra escarlata. Ha sido tachada de revoltosa, de busca problemas y por supuesto, ha sido reubicada a un área que no tiene nada que ver con su perfil académico y muy lejano de lo que ha venido desarrollando durante los 8 años que lleva laborando en la Legislatura del Estado de México. Como sí la que cometió una falta hubiera sido ella, pareciera un castigo, no un apoyo.
Las mujeres que pudieron unirse a estas demandas o ser testigos de las ofensas y la violencia verbal, han sido amenazadas con ser despedidas.
¿Y entonces uno se pregunta? Cuál igualdad, para quién es la ley.
¿Solo para las personas que puedan pagarla? Porque las mujeres que se empoderan, que siguen la ruta de la transformación profesional para lograr sus sueños, son sobajadas, arrinconadas como animales, por estos “servidores” que cuentan con “las amistades correctas” para salirse con la suya.
¿A quién tiene que acudir Griselt? Una mujer que solo quiere trabajar con dignidad y respeto.
Las mujeres podemos apoyarnos. Tenemos que denunciar, porque estos monstruos burocráticos todopoderosos son innumerables. Acabar con ellos conlleva a ser empáticas con el dolor de las otras. Requiere del mismo coraje que tuvo Griselt para no permitir que le acabaran la vida a base de palabrotas y terrorismo laboral.
No quiero ni pensar que esta situación se quede en el olvido y este personaje siga subiendo peldaños, como ha pasado y termine al frente de un gobierno.
Todas sabemos que la violencia tiene hilos interminables, los cuales reforzamos cada vez que no apoyamos a las víctimas y callamos ante la injusticia.
¿Cómo es posible que en cada discurso todas las bancadas se pronuncien en contra de la violencia, sea del tipo que sea y permitan esto en sus filas?
Todas estas diputadas que en cada oportunidad defienden a capa y espada hacer algo ya, cuándo le toca a sus pares, a las que trabajan junto a ellas. Revisen lo que pasa a su alrededor y pongan ejemplo. Aunque tengo que mencionar que la Diputada Isabel Sánchez Olguín, fue la única que la apoyó, lo cual no me extraña, porque ella siempre ha mostrado solidaridad y empatía con las mujeres. Su trabajo al frente de la Secretaría de la Mujer y ahora en la Legislatura Estatal lo demuestran.
Me queda claro que si este caso no se verifica y se hace justicia, es decir, regresarle su trabajo a Griselt, dejarla hacer lo que sabe, entonces su moño naranja es una falacia, una broma.
Ese moño naranja debería estar rojo de vergüenza, si sus servidoras públicas no pueden tener la seguridad de estar en un ambiente libre de violencia, cómo pretenden “combatirla” afuera.
Hay que llamar a las cosas por su nombre, la violencia está en todos lados y antes de ver la paja en el ojo ajeno, deben resolver lo más cercano. Antes de hacer propuestas para “erradicar”, comprueben los antecedentes.
Todas necesitamos trabajo, algunas tenemos familias y si la voz del pueblo, permite los puntapiés en sus filas, qué nos esperamos los demás.