Los festejos navideños han invadido las calles de Toluca. Muchos de nosotros quedamos atrapados en el desfile de Navidad. Había ríos de gente, todo parecía algarabía, luces por aquí, pelotas, dulces. Todo en un ambiente festivo. Lo único que faltaba era el uso de cubrebocas.
Y parecía que el COVID, era cosa del pasado, que enfermarnos, no nos iba a volver a pasar, pero los mexicanos somos de jolgorio, no de prevención.
Me pregunto si la resiliencia también es una cuestión de cultura. Si bien somos un pueblo que se levanta de situaciones muy difíciles como devastadores temblores. Ayudamos al prójimo. Nos quitamos el pan para dárselo a otros, ¿por qué no somos capaces de aprender de lo vivido? Esto nos pasa tanto en cuestiones de salud como en cuestiones sociales. Recordemos que México es el primer lugar en la pandemia más silenciosa: obesidad.
Sin embargo, amamos la coca, volamos por unos taquitos y vemos de reojo el cuidado físico. Aunado a eso, vino el COVID y nos demostró que nuestro sistema de salud era tan fuerte como una casa de papel y quedamos en la lona. Muchos muertos, muchas secuelas y sin saber a ciencia cierta qué protocolo seguir. Hubo demasiadas notas falsas y todos temían terminar en el Seguro Social porque pensaban que de ahí no saldrían. Después de esos momentos terroríficos, todos supondrían que nadie querría volver a ese punto, pero los contagios están repuntando y las fiestas también.
¿Qué veo? Espíritu navideño, ganas de celebrar. Y en ese afán de seguir festejando hasta que el cuerpo aguante, pues pasará lo que tenga que pasar.
No somos conscientes porque somos festivos. Al parecer siempre estará como un mantra nuestra frase: “de algo me he de morir”.
Lo mismo pasa en la política. Hemos vivido otras elecciones. Sabemos de antemano cuáles son las promesas de los candidatos ¿y qué hacemos? Nada que tenga que ver con el voto reflexionado, el voto escudriñado. Nos aventamos como el borras. En una situación ideal, un ciudadano debería caminar con pies de plomo, pedir no sólo la firma en las promesas de campaña, sino una nueva manera de hacer política, donde se logren mejores cosas para todos.
Estas dos reflexiones me llevan a mis deseos para lo que viene. Deseo que seamos conscientes al momento de festejar, que sigamos cuidándonos para no contagiar a los más vulnerables. En este momento en que no sólo nos reunimos con amigos, sino con la familia, pensemos en todos y si tenemos sospecha de padecer alguna afección, quedémonos en casa.
También deseo que podamos analizar con calma a quién y por qué le vamos a dar nuestro voto. Reflexionemos cuál es la bandera que nos traerá más empleos, mejores oportunidades, una ciudad más bella, pero también más segura. Trabajos con guarderías cercanas y acordes a la situación económica. Transporte confiable.
Tantos, tantos deseos. Que a veces solo creo que sueño.