El jueves 15 de diciembre por la noche al salir de su trabajo el comunicador Ciro Gómez Leyva sufrió un atentado cuando se dirigía a su domicilio, la fortuna de haber aceptado conducir una camioneta blindada proporcionada por la empresa en la que trabaja, terminó por darle la razón a quien insistió en que la ocupara. Fue el blindaje el que, a final de cuentas, le salvó la vida.
El hecho en sí es repugnante, fastidioso, odioso y terrible, y permite el paso a una serie de sentimientos encontrados entre la solidaridad con Ciro y el desconsuelo por el abandono de las autoridades a este tema, en especial, por lo que les ha ocurrido a otros, cuyo único pecado es hacer uso de la libertad de expresión y de prensa, que deberían estar garantizados.
Hoy, más que nunca, México sufre los embates ocasionados por la irresponsabilidad de un gobierno que se ve el ombligo, aferrado única y exclusivamente a ganar elecciones para seguir conservando el poder, no para mejorar las condiciones de vida de los mexicanos.
El abuso del poder y de los medios agrupados al gobierno federal, utilizan las mañaneras que son una potente caja de resonancia para desinformar, atacar y sembrar el odio en contra de los integrantes de la prensa independiente, ahora, identificados como adversarios por parte del presidente Andrés López Obrador. Son escasas las apariciones mañaneras en las que el mandatario no se va en contra de los que considera eso, sus enemigos.
Imponer, es la única forma que conoce el tabasqueño para hacer política, no le interesa el diálogo o el debate, que es, en esencia, parte fundamental de la democracia, resuenan en los oídos de quien sueña con escuchar que pueda darse un cambio del poderoso López, porque con gran decepción dice: “o se está con la transformación, o no se está con la transformación”, frases cerradas, huecas, que desaniman cualquier acercamiento, “o te sometes o, te sometes”, en síntesis, es la consigna.
Es por lo que inevitablemente el gobierno lopezobradorista se convierte en sospechoso del atentado a Ciro, ya sea por una o por otra razón, pues ha dejado de hacer lo que le corresponde. Nadie, en su sano juicio, voltea la cara en sentido opuesto, cuando es el propio presidente que pone el dedo en los medios que le incomodan, entre ellos aparece precisamente el nombre de Gómez Leyva.
Es la supuesta estrategia de abrazos no balazos la que ha facilitado a los homicidas de periodistas atentar contra la libertad de expresión con gran impunidad, no puede caber en sano juicio que se hable de un “auto atentado”, es una lástima que las palabras se enuncien así, sin reflexión, sin concentrarse en lo que sucede, solo para tratar de desmarcarse.
Salió lo podrido del sistema y de quienes lo impulsan, en lugar de arropar a Ciro, víctima del ataque cobarde, se le acusa de provocarlo, merecerlo, o planearlo, no hay resquicio de dolor ajeno. Habla el presidente de principios, de libertades, de democracia; los pésimos manejos de todas ellas hacen que el llanto de millones de mexicanos no encuentre consuelo por la cantidad industrial de muertos, de desplazados, de desaparecidos, víctimas del abandono del gobierno.
A Gómez Leyva le tocó sentir el miedo por la cobardía que se asoma del otro lado de las balas. Intentar silenciar a Ciro demuestra la incomodidad que causan los librepensadores, no es verdad que haya, como nunca, libertad de decir lo que se piensa, no la hay, veladamente López enmudece a todos los que critican a su gobierno que se encamina a ser el peor de la historia.
La pobreza de ideales somete el pensamiento de quienes lo siguen, y se encuentran deslumbrados como conejos en la obscuridad, porque de terminarse las mañaneras, que es el único trabajo que cree tener López Obrador, se acabaría con el sometimiento de una visión surgida de la hipnosis; asegurar que escuchar a Ciro, Loret o Sarmiento “le puede salir a uno un tumor en el cerebro”, lo dejan en claro.
Al presidente le va a hacer falta saliva, y otras tantas mañaneras, incluyendo los sábados y domingos para desmarcarse del atentado. Aunque para una parte de los mexicanos el Estado mucho tuvo que ver. Como en otras ocasiones, en el caso de Luis Donaldo Colosio, Ruiz Massieu, por ejemplo, en la mente de ellos rondará esa conclusión. Si algo en realidad se puede conocer al pueblo, es que éste somete a juicio interior y se queda con el resultado que su corazón y su buen juicio le dicta.
Como la tragedia de la línea 12 del Metro, como la muerte de cientos de miles de personas a causa de una pandemia torpemente manejada, como los niños y mujeres muertos por falta de medicamento contra el cáncer, por la tragedia de Tlahuelilpan y más, el resultado es el mismo, en la mente de familiares, amigos, vecinos, y gran parte del pueblo, el culpable tiene nombre y apellido.
Las investigaciones y lo dicho por Omar García Harfuch, secretario de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México, respecto del intento de homicidio en contra del periodista, resalta la maniobra profesional de sicarios a sueldo que obviamente buscaban la cabeza de Ciro, aunque el tabasqueño se haga la víctima diciendo que alguien lo mandó hacer para lastimar a su gobierno.
No, no puede aceptarse una salida tan fácil y cómoda, porque si no fue el Estado, éste otorga todas las facilidades para que los homicidios en contra de los miembros de la prensa se den, Ciro es el referente más famoso, pero fueron 17 los que perdieron la vida en 2022, doce de los cuales fue por su trabajo, según la Asociación Artículo 19.
Lo grotesco del mensaje del presidente a Ciro Gómez Leyva, deja ver su terrible cara, bien lo dijo el comunicador, primero le ofrece su apoyo y después le escupe a la cara, así, sin más. El mandatario, que más odio ha sembrado entre la sociedad, y que le obligará tarde o temprano a cosechar tormentas, habla de un posible “auto atentado”… ¿qué más se puede decir al respecto?