Allá por febrero del 2000, escuché a alguien decir: “En el nombre del padre…” Aquel día, el presbítero de la iglesia del “Ranchito”, en Toluca, Ricardo Crespo, había sido asesinado. Sus victimarios incluso orinaron sobre su cuerpo que yacía inerte sobre el segundo piso de la iglesia de arquitectura neoclásica y 132 años de existencia. Sus victimarios eran un par de hermanos de nombre Osvaldo y José, de 15 y 16 años de edad. Lo hirieron con un picahielo en 17 ocasiones, lo ataron a la cama de pies y manos. Los llamaron: “los monstruos” de Toluca. Y es que también eran responsables del crimen de tres ancianos: los hermanos Leglisse, a los que hallaron apuñalados dentro de su casa, en la calle Leona Vicario, en pleno centro de la ciudad, un mes después de haber asesinado al sacerdote.
El periodista sorbe a la taza con su café americano sin azúcar, mientras reflexiona sobre cómo y en qué momento ese México lindo y querido dejó de ser cuna de hombres cabales, y sus sierras y montañas se convirtieron literalmente en tumbas y fosas de miles al pie de los magueyales. Y dónde quedó también esa Toluca choricera de hueso colorado; la del mejor chorizo rojo y verde, la de la primavera del nevado y el frío su congelante. La de las tortas del Portal y sus dulces bomboneras… La de la oración dominical en su catedral e iglesias… ¿Dónde quedó?
Monstruos acechan
Toluca ha sido bañada en sangre por criminales. Recordemos los cometidos por Óscar García Guzmán, “el monstruo de Toluca”, relacionado con al menos 11 feminicidios entre 2015 y 2019, o el terrible caso del descuartizador de Toluca, quien despertara miedo luego de que aparecieran restos humanos de una pareja, distribuidos entre calles de la terminal de autobuses, Ciudad Universitaria y San Pedro Totoltepec. Diez años después se detuvo al autor, un médico de nombre, Francisco Roldan Arriaga, quien confesó haber asesinado y desmembrado a su sobrino y la novia, y lo hizo por celos.
Pero el 5 de julio no fueron celos. Los restos humanos de un hombre fueron localizados colgados en un puente peatonal en Ciudad Universitaria, a la altura de la colonia Nueva a Oxtotitlán. La escena macabra de ese cuerpo mutilado, estaba acompañado de un narco mensaje que advertía una “limpia” en los municipios del Valle de Toluca. El resto de los despojos desmembrados se ubicaron en la colonia Lomas Altas y en diferentes puntos de San Mateo Atenco y Calimaya.
Ese mismo día, en la delegación de San Cayetano Morelos, también en Toluca, descubrieron un automóvil y a su ocupante completamente calcinados y ahora, en un local de la Central de Abastos, un comando armado ejecutó a 8 personas y después le prendieron fuego al lugar tras rociarlo de gasolina.
Lavatorio de manos
El alcalde Raymundo Martínez Carbajal asegura que estas ejecuciones no tienen que ver nada con Toluca (como ni anda por aquí) y que la seguridad es problema de todos y debemos estar unidos (me suena a una pax narca y a un pobre liderazgo local) ¿Cambiarán las cosas? No creo, pero le deseamos éxito a la gobernadora Delfina, sobre todo en este torcido renglón al que le dan vuelta los gobiernos para, poncianamente, lavarse las manos. Alguien dijo, mientras sacaban los cuerpos calcinados de la central de abastos: “en el nombre del padre…”, yo agregaría: y concédenos la paz… Mi twiter @raulmandujano