El periodista sorbía lentamente de su café ya tibio sin azúcar mientras que a su lado, sobre la calle 5 de Mayo, desfilaba una multitud de moceríos increpando por un distante 2 de octubre que “no se olvida” y, en un improvisado pañal de tela, argumentaban con tinta roja “¡fue el estado!” Uno de ellos, con gorra y cubrebocas negro, playera oscura y pantalón de mezclilla, con tenis desgastados me decía “¡vamos, únase al movimiento!”, mientras, en la retaguardia, estudiantes indígenas avanzaban exclamando: “¡Jacinto Vive, la lucha sigue! 2 de octubre no se olvida”… Y yo ahí, testigo temeroso de una reacción violenta en mi contra y deponente ansioso por lo que ha ocurrido en esas marchas desde hace 55 años.
Me atreví a preguntarle al mozalbete con cierta ingenuidad de turista ¿por qué era la marcha? Por la matanza del 2 de octubre –me respondió- ¿cuál matanza? De los compañeros estudiantes ¿Y por qué los mataron? Porque protestaban por el movimiento ¿Y por qué era el movimiento? Para exigir justicia… No quise preguntar más. Entendí que no tenía –al igual que muchos de esos miles de manifestantes-, ni idea de lo que ocurrió ese trágico 1968.
La ignorancia histórica
No sabía ni él ni miles más, que ese movimiento lo inició José Revueltas, el del Apando, quien alentaba la autogestión académica para transformar el país o que, Raúl Álvarez Garín, un estudiante de la Escuela Superior de Física y Matemáticas del IPN fue fundador del Comité del 68 y que el 19 de octubre fue encarcelado en Lecumberri y sentenciado a 17 años de prisión, donde también fue recluido Heberto Castillo. El ingeniero fue profesor de la UNAM y el Poli y daría un discurso icónico el 27 de agosto en el Zócalo de la ciudad, o que este movimiento también fue encabezado por mujeres, como Ana Ignacia Rodríguez, “La Nacha”, quien en la persecución posterior a lo sucedido el 2 de octubre, fue detenida en 1969 y encarcelada en Santa Martha Acatitla.
U otras más que cayeron en la cárcel, murieron, desaparecieron o fueron torturadas después del 2 de octubre, como Myrthokleia González, Marcia Gutiérrez, Adriana Corona, Herlinda Sánchez Laurel, Martha Servín y Patricia Martínez, que luego se metieron a la política.
Creo que aún hoy, es difícil entender qué despertó la ira del gobierno al ordenar al ejército a disparar. Después de ese día, continuó la "guerra de ideas" porque, mantener el silencio nunca fue una opción. Díaz Ordaz dijo enojado que los estudiantes provocaron al ejército para "tener unos muertitos" para llamar la atención del mundo. La verdad mostraría lo contrario y las imágenes, poco a poco, mostraban cadáveres, hechos de tortura y a los miembros del “Batallón Olimpia” irrumpiendo violentamente a los departamentos cercanos al edificio Chihuahua, en Tlaltelolco, donde se refugiaban los jóvenes para evitar que los agarraran. Ese maldito batallón, era un grupo paramilitar que vestidos de civiles, portaron un pañuelo o guante blanco para identificarse y hacer señales. Ellos dispararon primero.
El gobierno dio a conocer que murieron 30, unos 53 heridos en hospitales y 2 mil detenidos en el Campo Militar Número Uno pero, tras una exhaustiva indagatoria, con testimonios, la apertura de archivos y expedientes, la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado, consignó alrededor de 350 muertos.
Esto que le cuento, tendría que ser recordado con dolor y tristeza, pero no echando desmadre, bebiendo y drogándose, pintando sin idea de porqué estaban allí, así como vi a muchos. La historia no puede humillarse con la ignorancia… Sólo digo. Mi X @raulmandujano
