La noche del 24 de octubre de 2023, antes de las 22:00 horas, mucha gente en Acapulco, Guerrero, se fue a dormir pensando que al día siguiente amanecería lloviendo, ya que los reportes meteorológicos de la tarde así lo indicaron. Ocho horas después, al despertar, se enteraron que la tormenta tropical Otis evolucionó a huracán Categoría 5, en menos de 12 horas, y destruyó su ciudad. La comunidad científica experta en ciclones tropicales no podía creer que la velocidad y fuerza de la tormenta se elevara tan rápidamente durante la noche para convertirse en el primer huracán, Categoría 5, en tocar tierra continental.
Otis, además de ser un fenómeno inédito, impactó con seis horas de anticipación la ciudad de Acapulco, rompiendo todos los pronósticos meteorológicos y desconcertando la planeación gubernamental de los tres niveles de gobierno para prevenir sus efectos. La fuerza inaudita del meteoro dejó 39 personas fallecidas y 10 desaparecidas, según reportes preliminares. La devastación de la ciudad fue brutal. Anuncios espectaculares, techumbres, postes que sostenían el tendido eléctrico y el alumbrado público, junto a cientos de árboles y palmeras tapizaron el suelo de una de las costeras más famosas de nuestro país.
El ciclón desnudó la vulnerabilidad de los hoteles de gran lujo. En la denominada Zona Diamante, 7 de cada 10 hoteles de cinco estrellas sufrieron severos daños, no en sus elementos estructurales –afortunadamente no hay colapsos severos registrados–, sino en sus elementos no estructurales y acabados de lujo, principalmente en las zonas altas. La mampostería, roof gardens, barandales, ventanales, balcones, pretiles, palapas y anuncios luminosos volaron por los aires cual hojas al viento, para después caer, a ras de suelo, con basura, vehículos, rocas y troncos arrastrados por el lodo.
La mercadotecnia y los paradigmas arquitectónicos basados en la belleza, el glamour de relieves coloridos y la suntuosidad que dan el cristal, los acabados laminados, metálicos y transparentes que invitan a los turistas de todo el mundo a sublimar desde el piso 15 de un Hotel & Resorts, con vista a la bahía el mejor de sus sueños, fueron truncados por el cruel mensaje de la naturaleza contenido en la furia de Otis, que nos alerta una vez más que la adaptación al cambio climático es urgente y los comportamientos humanos, su consumo, su movilidad e incluso sus vacaciones deben ser adaptados, por el bien de todos.
La furia de Otis, volvió a recordarnos que ya no hay tiempo que perder. La irrupción cada vez más frecuente de fenómenos climatológicos extremos y súbitos es un indicativo de hasta dónde hemos llegado a transgredir nuestra interacción con el medio ambiente; una realidad que todos los días pone a prueba nuestras vulnerabilidades y capacidades para enfrentar la adversidad y nuestros instintos de sobrevivencia.
Esta nueva experiencia costará muchos millones de pesos y muchos meses para que la población de las ciudades más afectadas por Otis recuperen su normalidad, entre estas Acapulco, Tecpan, Coyuca de Benítez y Atoyac de Álvarez. ¿Pero de qué normalidad se puede hablar? Ojalá sea una en donde hoteles y restaurantes cumplan con protocolos de emergencia, mecanismos de alertamiento temprano y mitigación de riesgos. En la que la planeación territorial, los usos de suelo, las áreas naturales protegidas, los derechos de vía y las restricciones para construir en zonas de riesgo se respeten. Esa sería una excelente vuelta a la normalidad. Esto es también protección civil. ¡Cuídese! ¡Feliz fin de semana!
Hugo Antonio Espinosa
Fue Director del Heroico Cuerpo de Bomberos de Toluca,
Subdirector de Protección Civil e Inspección en la SCT Federal.
Actualmente es Subdirector de Emergencias en el Valle de Toluca, en la Coordinación General de Protección Civil, EDOMEX