La frase expresada por el presidente de México, Andrés López Obrador, el lunes 26 de febrero al iniciar su mañanera, dejó desconcertados a varios reporteros que cubren la fuente presidencial. ¿A qué se refería?
Tal expresión no debería ser tomada a la ligera, no es la primera vez que la utiliza. Si hay algo en lo que debería detenerse quien así desee hacerlo para poder imaginarlo, es en revisar las declaraciones vertidas por López Obrador a lo largo de los cinco años que lleva en el cargo.
No se debe olvidar que en las últimas semanas ha circulado por redes sociales el escandaloso señalamiento identificado como #NarcoPresidente que lo tiene irritado en extremo, pues a pesar de hacer de todo para intentar contrarrestar la tendencia, ha sucedido todo lo contrario, pues con sus señalamientos y enojo lo único que ha logrado es hacerla más potente.
El presidente emprendió una guerra en contra del imaginario creador de tal atrevimiento, que viene a colación del surgimiento de dos reportajes publicados en medios estadounidenses, ProPublica y New York Times, por las investigaciones realizadas a la sospecha de haber utilizado dinero del narco en las campañas presidenciales de 2006 y 2018, lo que lo tiene molesto desde entonces.
Particularmente es el 2006 que le juega rudo al tabasqueño, por ser el año en el que perdió ante el expresidente Felipe Calderón Hinojosa, situación que nunca se la perdonó acusando un fraude que nunca demostró, por lo que desde entonces, lo ha tomado como su enemigo número uno.
No obstante, el mandatario apenas intentaba quitarse el primer golpe, cuando surgió una segunda embestida por la sospecha del financiamiento de su campaña para 2018; la que, desde luego, le afectó aún más que la primera. Su reacción fue inapropiada para el líder de un país de la importancia que tiene México, por su ubicación geopolítica, por su economía, su potencial relación comercial que sostiene con dos potencias como son Estados Unidos y Canadá, entre otras.
No causa sorpresa para los mexicanos, quienes conocen las formas que acostumbra tener López Obrador ante situaciones similares, ya que son muy habituales en él; el problema, es para el país entero. Sus reacciones intempestivas, radicales y arrebatadas, meten continuamente en conflicto las relaciones diplomáticas del país, ya que, tomó la pésima decisión de publicar el teléfono de la reportera del New York Times, quien, con buen oficio, envió al mandatario mexicano una serie de preguntas para conocer su posición ante el reportaje que estaba a punto de ser publicado, y agregar así, los comentarios del involucrado.
A pesar de tal consideración, al titular del ejecutivo federal no le pareció en absoluto el tema, menos aún quiso presentar una posición al respecto, porque las buenas formas y diplomacia no logra entenderlas; iracundo, se lanzó en contra del medio y de la comunicadora, llamando a tan prestigiado diario “pasquín inmundo”. Con tal desplante, alegó en su defensa que su autoridad moral y política se encontraba por encima de la ley de transparencia, al ser cuestionado por haber revelado datos personales de la comunicadora Natalie Kitroeff.
Tras estos acontecimientos, surge la declaración que se comenta. Por lo que es menester preguntar: ¿A qué lleva la frase “Lo mejor, es lo peor que se va a poner”?
¿Qué está planeando hacer el mandatario?
Para poder suponerlo, vale la pena revisar algunas de sus declaraciones que suele ocupar, en las que se confirma que es muy dado a señalar en otros lo que él piensa o hace, y así, acusa de reaccionarios, conservadores, o, habla de un mundo al revés, cuando es él el reaccionario, cuando es él uno de los presidentes más conservadores que se tenga memoria; habla del mundo al revés, cuando utiliza el engaño como discurso todos los días; es, en concreto, la sombra de lo que califica.
Y entonces, ¿qué se debe esperar de los últimos meses que le quedan en el gobierno?
Para descubrirlo, no es necesario tener conocimientos en la ciencia oculta o algo parecido; López Obrador es más transparente de lo que algunos pudieran aceptar, y como ejemplo se puede citar lo que declaró en Palenque, Chiapas, a propósito de referirse a los asesinatos de los aspirantes de Maravatío en Michoacán, uno de Morena Miguel Ángel Zavala Reyes y otro del PAN, Armando Pérez Luna, que, además, le dio para exhortar a las autoridades locales, presidentes municipales y gobernadores a “cuidar” a candidatos ante la posibilidad de que exista un “plan que busque desestabilizar al país por medio de la violencia”.
En principio, el riesgo es latente por ser uno de los estados más complicados en el tema de seguridad, como lo es el de Michoacán, y en el que las declaraciones del gobernador son realmente para preocuparse, la entidad está cooptada por el crimen organizado, ya que es la verdadera fuerza que gobierna, pero da la casualidad que es al gobierno federal al que realmente le corresponde combatirlos; preocupante, porque la estrategia de “abrazos y no balazos”, una y otra vez, y lo ha dicho su creador, no cambiará, “aunque no les guste …”
La atención tiene que enfocarse en lo señalado por el presidente: “la posibilidad de que exista un plan que busque desestabilizar al país por medio de la violencia”.
¿Hasta dónde es capaz el presidente que se siente herido y con sed de venganza?, debería bastar imaginarlo con lo que ha demostrado que es capaz de hacer y como lo ha hecho a lo largo de su recorrido político, solo es necesario volver la cara a su pasado.