Existen tantas violaciones a la Ley electoral por parte del presidente Andrés López Obrador y de sus afines, que resulta ocioso dar cuenta de cada una de ellas, porque lo más seguro es que seguirán aumentando.
Lo curioso es que el mandatario se declara como un demócrata, claro, siempre y cuando la democracia sea vista como le conviene; su perspectiva, se aparta abismalmente de lo que defendía hace algunos años, y de lo que hoy defienden aquellos a los que ve como enemigos, aunque él les diga adversarios, a los que además, no se cansa de insultar.
La Real Academia Española define al demócrata como el partidario de la democracia. Por cuanto a la Democracia, la define como el sistema político en el cual la soberanía reside en el pueblo, que la ejerce directamente o por medio de representantes. Es en donde empieza la problemática, pues el tabasqueño se asume como la voz indivisible del pueblo; por lo tanto, la pretende ejercer sin límite alguno y sin importarle atropellar valores esenciales como la libertad y la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley.
López Obrador lleva más de cinco años repitiendo continuamente, desde sus presentaciones mañaneras, que es respetuoso de las libertades: como la de expresión, fundamental para la vida democrática del país; sin embargo, sus palabras se alejan de la realidad, y quedan resonando en los oídos de los que han sido afectados por no obedecer el son que toca el tabasqueño.
Al pretender controlar a la prensa y en particular, a sus críticos, ha amenazado o llenado los bolsillos de los dueños de los medios de comunicación, como “La Jornada”, a los que no les interesa tanto defender el derecho consagrado en la Constitución, sino proteger sus intereses, pues no son pocos los periodistas que han tenido que abandonar sus espacios.
De hecho e irónicamente, esos periodistas son a los que López no tolera por ejercer su profesión y por contar una historia diferente a la que exige el de Macuspana se cuente; por ello, utiliza el recurso de tirarse al suelo para victimizarse, presumiendo que es su gobierno, el más atacado de la historia.
Nada más alejado de la verdad. Con el poder que ejerce el mandatario a través de las instituciones del gobierno: persigue, intimida, amenaza e intenta controlar a todo y a todos, sin pasar por alto que una gran parte de comunicadores y adversarios son espiados por parte del ejército, según el escandaloso hackeo que lo evidenció.
El presidente intenta imponer la visión de un mundo alternativo al que vive el resto de los ciudadanos mexicanos, llenando de falsedades y exageraciones sus declaraciones mañaneras, única fuente del supuesto trabajo gubernamental, resistiéndose en aceptar esa existencia que se encuentra alejada de los reflectores y que a diario cree le sonríen como el espejo mágico de la madrastra de Blanca Nieves; lo más triste, es que bien sabe lo que ha hecho del país, y también, que gran parte de las cosas que dice son mentiras.
El indiscutible y único líder morenista que ya debería estar haciendo maletas para desalojar palacio nacional, se encuentra en plena campaña electoral, y es en su imagen en la que cómodamente se apoya su candidata Claudia Sheinbaum, retando al órgano electoral, al tribunal, a los opositores; vamos, a quien quiera marcarle un alto, a que lo intente.
Como consecuencia, son varios los actores políticos, algunos medios de comunicación, los pocos periodistas independientes y algunos sectores de la sociedad agraviados por las decisiones gubernamentales, que le exigen sacar las manos del proceso y que se dedique a gobernar para todos.
Sin embargo, tal petición es como un grito en el desierto; ni va dejar de hacer campaña, ni se va a dedicar a gobernar, que, además, no lo ha hecho durante todo el tiempo que tiene despachando desde su oficina, ¿por qué creen que a estas alturas empezaría a hacerlo?
Son varios los problemas que se encuentran sin ser atendidos, menos sin ser resueltos. Particularmente la violencia es uno de ellos, y es precisamente el más sentido de la sociedad, ya que, la inseguridad se ha apoderado del país; no obstante, en este momento adquiere mayor relevancia porque amenaza en gran medida al proceso electoral que se encuentra en desarrollo; es por eso que las quejas y reclamos de la oposición suben de tono al sentirse desprotegidos, a ello deben sumarse los escándalos de corrupción que involucran a su familia y la tendencia en redes que no se ha podido sacudir de #NarcoPresidente. Por todo ello, el tabasqueño necesitaba un sacrificio, y pronto lo tuvo.
El asesinato de Gisela Gaytán, candidata a la presidencia municipal de Celaya por Morena le dio el pretexto ideal, además de permitirse lanzarse en contra de Diego Sinhue, gobernador de Guanajuato. El mandatario panista ha realizado un trabajo que puede calificarse como bueno en términos generales, condición que no le perdona el titular del ejecutivo federal quien eso sí, le reclama que no asiste a las reuniones de seguridad, aunque éstas han demostrado durante todo lo que lleva el sexenio, que no sirven para nada; por lo cual, el gobierno federal desde hace tiempo materialmente lo dejó solo, a pesar de que la presencia de la delincuencia organizada mantiene en jaque a la entidad, cuyo combate es responsabilidad federal.
No es un secreto que la política de la administración obradorista aplicada en esa materia está reprobada. López Obrador no tiene cara con qué defender la que dice ser una estrategia de “abrazos, no balazos”, pues la violencia va en aumento. Pero eso no es lo que le importa, su único interés es ganar elecciones, y hará todo lo que sea necesario para conservar el poder. Y como dice el periodista Ricardo Alemán, todo, es todo.
López Obrador entiende que existe hartazgo en varios sectores de la sociedad: por sus ataques, sus dichos, sus falsedades, sus promesas incumplidas y su verborrea de todos los días, existen tantos agraviados que fácilmente podrían inclinar la balanza en su contra, simplemente las mujeres serían suficiente factor, pero, no todas se encuentran o se sienten agraviadas por el tabasqueño, que por su parte, su ánimo de triunfo lo sostiene con el número de votantes que rescata de los programas sociales y de los Estados en los que gobierna morena. Así la visión del “demócrata” de palacio, que no deja de meterse en la campaña y que todos los días violenta el proceso.