Empezaremos a comentar un poco de la historia del trasporté (ferrocarril) visualizando que en el año de 1882, se inaugura el tramo de ferrocarril que unía a la ciudad de México con Toluca lo que permitió incrementar las posibilidades de la comercialización de los productos de las haciendas. Toluca se afianzó como el centro comercial de la entidad, ya que encontró el vehículo adecuado para acomodar una serie de productos locales en otros estados, así como de la ciudad de México, entre los productos estaban las semillas, harinas, artículos de tocinería, quesos, mantequilla, pieles de reses, tejidos de lana y algodón, cerveza y raíz de zacatón, el ferrocarril incidió en el sistema productivo y comercial de haciendas como doña Rosa, Canaleja, San Nicolás Peralta.
El 13 de marzo de 1882, los hermanos Joaquín, José y Tomás Cortina, formaron una sociedad llamada Joaquín Cortina y Hermanos, que incursiono en varios giros comerciales. En poco tiempo se multiplicaron los establecimientos industriales y comerciales como la fábrica de conservas alimenticias de don Dionisio Astivia, en la calle de la Cortadura, y la de Demetrio Barenque, cerca de la estación de ferrocarril; las fábricas de jabón “La Marsellesa” de Cortina y Torres, en la calle del Chapitel y “La Moderna” de Darío Valdés, en Arteaga. Testimonio de la época “Es un torrente de embutidos el que sale de Toluca de las fábricas de los Cortina, de los Barenque, de los Pandal, de los Astivia”. Fue en aquella época de bonanza cuando el doctor Juan Rodríguez, presidente municipal de Toluca, estableció el rastro, “allá cuando se mataban hasta diez mil marranos cada fin de semana, según comenta el famoso profesor Alfonso Sánchez García.
Resulta claro que no solo los hacendados sino también los comerciantes resultaron beneficiados con la llegada del ferrocarril, pues a partir de ese momento intensificaron la diversificación de sus productos y pudieron mover sus mercancías a grandes distancias, en menor tiempo y, por supuesto, en volúmenes mayores hasta entonces jamás imaginados. Al respecto, Manuel Rivera Cambas (profesor de mecánica racional en la Escuela de Minería de la capital, combatió contra la intervención francesa y compaginó el ejercicio de su profesión con la historia y la literatura costumbrista) comentaba: “El comercio de Toluca es de bastante importancia, pues surte a la mayor parte de los distritos inmediatos a ella y en el ramo de la tocinería y jabonería abastece también a la capital de la Republica; es enorme la cantidad de jabón que allí se fabrica y las diversas preparaciones que se hacen con la carne y sangre del cerdo, son excelentes, de consumo extraordinario y muy apreciadas con el nombre de chorizones, longaniza, jamones y morongas, también el chicharrón toluqueño es de muy buen gusto. La industria también es otro ramo de riqueza; las fábricas de hilados, tejidos, rebozos, frazadas y mantas, fideo, cerveza, cigarros, cerillos, licores, sombreros; molinos de trigo, fundición de metales y otras fábricas y talleres alimentan la industria de aquella simpática ciudad capital del Estado de México”.
El beneficio que trajo el ferrocarril México-Toluca en pro del comercio y las haciendas del valle de Toluca fue palpable en poco tiempo; quizá por eso algunos hacendados decidieron financiar la vía que habría de conectar a la capital del estado con el distrito de Tenango.
El domingo 12 de diciembre de 1897 fue inaugurado el ferrocarril Toluca-Tenango (crónica ya escrita) cuyas vías alcanzaban 24 kilómetros de longitud y atravesaban el territorio de Metepec, Mexicaltzingo y Calimaya. La construcción estuvo a cargo de la Compañía Henkel Hermanos, con la cooperación de los capitales de don Ramón Díaz, Joaquín Silva y Amado Muciño, dueños de las haciendas de Saltrillo, La Pila y La Y, respectivamente. Resulta anecdótica la reseña oficial de la inauguración de la vía, la cual muestra la importancia que tuvo para la población el transporte ferroviario. La máquina arrastró varios carros donde se acomodaron las autoridades, los invitados especiales, los visitantes de la ciudad de México y la banda de música del estado, que tocó la tradicional diana en los momentos en que partía el tren. En un vagón viajó el general José Vicente Villada gobernador del estado, acompañado de algunos funcionarios del gobierno estatal como el licenciado Eduardo Villada, el doctor Juan Rodríguez, presidente municipal de Toluca, así como de varios comerciantes y profesionistas destacados de la época, y un nutrido grupo de hacendados como don José Pliego Pérez, Santiago Graff, Juan Henkel, Francisco Pichardo, Francisco Pliego, Joaquín Silva, Amado Muciño, Ramón Díaz, Pedro Riba y Echeverría y Adolfo, Eduardo y Alberto Henkel, entre otros.
Durante la travesía, el tren se detuvo en Mexicaltzingo y Calimaya en medio del gran entusiasmo de la población, y el estruendo de cohetes y el repique de las campanas. En la población de Tenango sucedió lo mismo, pero además hubo un desfile cívico y cabalgata que presenció el gobernador Villada desde el balcón de honor del Palacio municipal. Más tarde asistió a un banquete que incluyó diversos platillos de la cocina francesa acompañados de finos vinos de mesa. Llegó a tal grado el entusiasmo por la llegada del ferrocarril que, según la historiadora y cronista Margarita García Luna, al concluir la comida, se presentó Eduardo Henkel, convertido en locomotora, para pronunciar algunas quintilas alusivas al evento.
Por otro lado, el distrito de Toluca era el más importante por contener la capital del estado y contar con la mayoría de Haciendas y ranchos. Su territorio estaba integrado, como hasta ahora, por seis municipios: Toluca, Almoloya de Juárez, Metepec, Temoaya, Villa Victoria y Zinacantepec. En la ciudad de Toluca residían casi todos los comerciantes y hacendados con propiedades en la región. En 1893 había 28 haciendas y 23 ranchos en la municipalidad. En 1910, según la historiadora Margarita García Luna existían 66 haciendas y 120 ranchos en el distrito de Toluca, seguido con importancia por el número de propiedades el distrito de Ixtlahuaca con 38 haciendas y 78 ranchos. Aunque para la época porfiriana la mayoría de las haciendas locales contaban con casa principal en condiciones de poder habitarla, sus dueños preferían vivir en Toluca porque advertían que el medio urbano brindaba seguridad, pero además les permitía relacionarse con las autoridades locales, funcionarios públicos y comerciantes. En relación a lo anterior, muchos de ellos formaban parte del ayuntamiento como presidente municipal, sindicó o regidores.
Desde las últimas décadas del siglo XIX varios hacendados empezaron a construir grandes mansiones en las principales calles de la zona céntrica (Centro Histórico) de la ciudad; por ejemplo, la casa de la familia Maena ocupaba el lado oriente de la Plaza de los Mártires, donde vivían los hermanos Francisco, José Luis y Luis, ya que otro hermano fue sacerdote. En este predio años después el licenciado Jesús María Barbabosa Arzate construyó su casa de estilo neoclásico, que a su muerte heredó su hijo don José Julio Barbabosa Saldaña. En el número 3 del callejón del Carmen, hoy calle de Riva Palacio, estaba la casa de los hermanos Herlinda, Rafael, Manuel y Juan Barbabosa; y en el número 10 vivía Francisco Pliego y Lugo. Don Santos Pérez Cortina, como muchos hacendados de esta época, prefería vivir en Toluca y no en Santa Cruz de los Patos, a pesar de su relativa cercanía con la ciudad y de contar con cierta comodidad, como se desprende de la descripción elaborada hacia 1900 por Francisco Zárate Ruiz (escritor de generación a caballo entre los siglos XIX y XX que remodelaron el paisaje literario) “La finca es, como todas las que ya hemos descrito de la propiedad de Don Santos Pérez Cortina, amplia, lujosa y bella. ¡La capilla de la Hacienda de estilo moderno, es austera, y es hermosa!
Don Santos visitaba con cierta frecuencia sus fincas con el propósito de vigilar su funcionamiento y tratar asuntos con los administradores. Más bien, en este caso, las visitas debieron ser raras porque no era nada sencillo recorrer 12 haciendas en corto tiempo. Un trabajador de Santa Cruz de los Patos que lo conoció afirmaba: cuando don Santos venía a la hacienda, de vez en cuando, todos suspendíamos los trabajos y lo esperábamos en la calzada, él no vivía aquí, era español, llegaba en un carruaje muy elegante, se bajaba en la calzada y nosotros lo seguíamos atrás como el patrón que era, doña Javiera venía menos a la hacienda que don Santos…La hacienda tenía muchos espacios; cuartos; huertas; boliche; caballerizas y capilla. Había preciosos caballos dispuestos siempre para cuando llegarán los patrones y se montarán en ellos para recorrer la hacienda. La mayoría de los hacendados sostenían comunicación constante con sus administradores, quienes a través de cartas y reportes semanales mantenían informados a los dueños de todo lo relacionado de la finca. Por su parte los patrones aprovechaban la correspondencia para girar instrucciones y dar alguna orden sobre determinado asunto. Por ejemplo, mediante carta del 16 de septiembre de 1900, enviada a don Ignacio Cáceres, administrador de la hacienda de Suchitepec, don Trinidad Pliego y Carmona decía:
“…voy a mandar para allá un maestro albañil de los que tenía yo aquí en la obra, pero necesita un carro para que se vaya, yo necesito con urgencia unas ocho o doce docenas de tabla de desecho de tres cuartos; sino ha llovido mucho, que sea con exceso, que se venga Macario el jueves con dos carretas de las más ligeras o el guayín chico. Para que lleguen a buena hora…Mándeme usted, el martes, la remuda al camino porque quiero ir a dar una vuelta a la hacienda y dígale usted a Román que tenga arregladas las puntas de becerros para herrar pronto”.
Otros hacendados se veían obligados a radicar en Toluca o en algún pueblo cercano a sus propiedades porque en repetidas ocasiones ocuparon puestos de elección popular como sucedió con el ingeniero Manuel Medina Garduño que fue Gobernador del Estado de México (1911-1913), o con los hermanos Henkel, Benito Sánchez Valdés, Ramón Díaz Hinojosa y don Antonio Barbabosa Saldaña, que fueron presidentes municipales de Toluca, algunos en repetidas ocasiones, y don Amado Muciño Becerril que fue alcalde de Otzolotepec en 1896, 1898 y 1899.
Hacendados que fueron presidentes municipales de Toluca en la época porfiriana: Valeriano Lechuga 1878; Antonio Pliego y Cruz 1885-1886; Alberto Henkel Zea 1887-1888; Ignacio Mañón y Valle 1889; Eduardo Henkel Zea 1894; Benito Sánchez Valdés 1889-1908; Ramón Díaz Hinojosa 1910-1911 y Antonio Barbabosa 1912.