La reciente alerta sanitaria emitida por México y la Organización Mundial de la Salud (OMS) debido al aumento de casos de viruela del mono en África nos recuerda que las enfermedades infecciosas no reconocen fronteras. Aunque este brote se concentra en el continente africano, sus implicaciones son de alcance mundial. La historia nos ha enseñado que ignorar las señales de alerta temprana puede ser un error costoso, como lo fue al inicio de la pandemia de COVID-19. Es momento de actuar con celeridad, cooperación y empatía global.
Esta situación desafía a los gobiernos a demostrar su compromiso con la salud pública no solo a nivel nacional, sino también en un contexto global. La salud mundial debe ser una prioridad para todos los países, especialmente para aquellos con los recursos necesarios para actuar de manera preventiva. México, al unirse a la OMS en esta alerta, está enviando un mensaje claro: la solidaridad y la colaboración internacional son esenciales para contener y eventualmente erradicar este virus.
La alerta conjunta subraya la importancia de fortalecer las relaciones internacionales en materia de salud. África ha sido históricamente una región donde los desafíos de salud pública se han agravado por la falta de recursos y la inestabilidad política. La viruela del mono es solo un ejemplo más de cómo las enfermedades pueden proliferar en contextos de vulnerabilidad. Aquí, la diplomacia debe ir más allá de los intereses económicos o geopolíticos inmediatos.
Es necesario un enfoque humanitario, en el que los países más desarrollados ofrezcan su apoyo a los sistemas de salud africanos, no solo en términos de asistencia financiera, sino también compartiendo conocimiento y tecnología.
Este brote también pone en la mesa la cuestión de la equidad en la distribución de vacunas y tratamientos. ¿Cómo garantizamos que África, un continente a menudo relegado a un segundo plano en términos de acceso a recursos médicos, reciba el apoyo necesario? México, en su papel de puente entre el Norte y el Sur global, podría jugar un rol crucial en la mediación de acuerdos que aseguren una distribución justa y equitativa.
Debemos reflexionar sobre cómo la pandemia de COVID-19 ha transformado la percepción pública sobre las alertas sanitarias.
Hoy, más que nunca, la ciudadanía global es consciente de los riesgos asociados a la falta de acción oportuna. Sin embargo, la fatiga pandémica también es real. Es crucial que los gobiernos y la OMS comuniquen la seriedad de esta situación de manera clara y directa, sin alarmar innecesariamente, pero asegurando que las medidas preventivas sean adoptadas de manera efectiva.
En conclusión, la alerta por la viruela del mono es un llamado a la acción conjunta. México y la OMS están tomando el primer paso, pero es esencial que esta alerta se convierta en un catalizador para una respuesta global más amplia y coordinada. La salud global es un bien común, y como tal, debemos protegerla con todos los recursos a nuestro alcance.
