El arquetipo de la bruja en la Edad Media se vincula a una mujer soltera, amante de la naturaleza, que valoraba la soledad y la contemplación de la luna. Su profundo conocimiento de la ciencia, el arte y las plantas curativas despertaba desconfianza, y fácilmente se la convertía en chivo expiatorio ante cualquier infortunio, desde el mal clima hasta las hambrunas o plagas. Este saber y su independencia las ponían en una posición de vulnerabilidad, siendo vistas como responsables de desgracias comunitarias.
En esencia, una bruja era una mujer con sabiduría ancestral sobre la naturaleza, la magia y las energías espirituales, que usaba para sanar o influir en su entorno. Sin embargo, su figura desafiante, libre e inexplicablemente poderosa, desafiaba las normas sociales patriarcales, lo que las llevó a ser incomprendidas y perseguidas.
Un ejemplo claro de este rechazo son las llamadas “brujas de la cerveza”. En la Europa medieval, las mujeres eran las principales responsables de la elaboración de cerveza. Perfeccionaron técnicas al añadir hierbas como laurel, romero o enebro, aunque no siempre el resultado era favorable. Su constante experimentación sentó las bases de lo que más tarde sería la gran industria cervecera, pero el hecho de dominar este arte las enfrentaba al control masculino.
Estas mujeres, frecuentemente solteras y económicamente independientes, trabajaban solas, lo que despertaba envidia y temor. Utilizaban gatos para proteger la malta de los roedores, y su vestimenta —incluyendo el característico sombrero alargado— reflejaba su orgullo como cerveceras. La escoba, que colocaban a la puerta para indicar que había cerveza a la venta, se transformó en un símbolo de su conexión con lo misterioso.
Su independencia y habilidad para manejar recursos y conocimientos propios las convertía en una amenaza para la estructura patriarcal de la época, lo que derivó en difamación, persecución y, en muchos casos, la hoguera. Estas mujeres fueron castigadas no solo por su saber, sino por su transgresión a los roles impuestos en una sociedad profundamente machista y conservadora.
Así que, la próxima vez que tomes una cerveza, hazlo con un pensamiento profundo hacia esas mujeres que, a lo largo de la historia, fueron perseguidas y castigadas por el simple hecho de ser libres, sabias y autosuficientes. Brinda por las víctimas de la Inquisición, quienes fueron demonizadas por su independencia y conocimientos, y por todas las mujeres que hoy continúan enfrentando desafíos para reclamar su derecho a ser ellas mismas, sin ser juzgadas ni controladas.
Levanta tu copa no sólo por las cerveceras del pasado, sino por el arquetipo de la bruja, que sigue representando a la mujer fuerte y libre, un símbolo eterno de poder espiritual femenino. Brinda por la mujer que, a pesar de las adversidades, se mantiene conectada con su intuición, su sabiduría ancestral y su comunidad. Por esa bruja que, al igual que muchas mujeres actuales, se resiste a las cadenas impuestas por las normas patriarcales, que se atreve a cuestionar y desafiar los límites impuestos por la sociedad.
Brinda por las que comparten su conocimiento y su fortaleza con otras mujeres, en un acto de sororidad que sigue siendo una forma de resistencia. Esa mujer sabía que, en lugar de competir, construye alianzas, que valora el apoyo mutuo y el crecimiento conjunto, es una transgresora constante de las expectativas tradicionales. En cada gesto de apoyo, en cada aprendizaje compartido, esas mujeres desmantelan las estructuras que pretenden controlarlas.
Cuando alces tu cerveza, honra también tu propia lucha por la libertad y la autenticidad, porque en cada paso que damos para ser más fieles a nosotras mismas, estamos contribuyendo a un cambio profundo y necesario. Así que brinda por ti, por las que vinieron antes y por las que vendrán después, porque la lucha por la libertad femenina, en todas sus formas, sigue viva y más fuerte que nunca.
¡Salud brujas!