Era un día común para Clara. Se despertó temprano, como siempre, hizo su café y se preparó para una reunión importante en el trabajo. Estaba acostumbrada al ritmo agitado de la oficina, a las responsabilidades, a las largas jornadas. Pero ese día, algo iba a cambiar. Algo que no entendía bien, pero que marcaría su vida para siempre.
Clara estaba en medio de la reunión, cuando de repente, sintió que algo extraño ocurría en su cuerpo. Primero fue un pequeño mareo. Pensó que tal vez era por el café de más, o la falta de sueño de los últimos días. Pero, de pronto, el mareo se intensificó. Su pecho comenzó a sentirse apretado, como si una presión invisible estuviera aplastándola. Empezó a sudar. Su respiración se volvió rápida y entrecortada, como si no pudiera llenar los pulmones. Sus manos se tornaron frías y temblorosas, y sus pensamientos empezaron a correr desbocados. "¿Qué me está pasando? ¿Estoy enfermando? ¿Es un infarto?"
Al principio, Clara pensó que iba a desmayarse en ese instante. Sentía una sensación de terror profundo, como si estuviera perdiendo el control de su propio cuerpo. La voz del jefe seguía sonando, pero Clara ya no podía concentrarse en nada. Lo único que ocupaba su mente era la sensación de que algo estaba terriblemente mal.
Lo que Clara no sabía es que, en ese momento, estaba experimentando un ataque de pánico. Un episodio que, aunque físico en su manifestación, estaba siendo causado por una reacción del cerebro ante el estrés y la ansiedad acumulada. Su cuerpo había entrado en modo de "lucha o huida", pero no había amenaza real, solo una reacción exagerada a lo que su mente percibía como peligrosa.
Cuando la reunión terminó, Clara salió apresurada del salón. En el pasillo, se apoyó contra la pared, buscando aire. Trataba de calmar su respiración, pero parecía que el oxígeno le faltaba. Al cabo de unos minutos, la presión en su pecho comenzó a disminuir, y su respiración volvió lentamente a la normalidad. Aún confundida, se preguntó si lo que había vivido había sido real. "¿Fue solo un susto? ¿Qué me pasó?", pensó.
La semana siguiente, Clara vivió otro ataque de pánico. Esta vez, en su casa. La sensación era igual de aterradora, pero un poco menos intensa. Decidió que necesitaba ayuda, que no podía seguir viviendo con esa incertidumbre y miedo constante.
Fue entonces cuando decidió acudir a mí. En nuestras primeras sesiones, Clara comenzó a comprender que los ataques de pánico no son tan raros ni tan aterradores como ella pensaba. A menudo, estos episodios son la manifestación física de un sistema nervioso sobrecargado por estrés, ansiedad o incluso pensamientos y emociones reprimidas. Le expliqué que su cuerpo estaba respondiendo a un “peligro” que no era real, pero que su mente lo interpretaba como tal, activando su respuesta de "lucha o huida" de manera exagerada.
Juntas, trabajamos en herramientas prácticas que le permitieran enfrentar estos momentos sin sucumbir al miedo. Le enseñé técnicas de respiración profunda, para que pudiera calmar su sistema nervioso cuando comenzaba a sentir la presión en el pecho y la ansiedad elevándose. Empezamos a integrar la práctica del mindfulness, para que Clara pudiera mantenerse en el momento presente y no dejar que su mente se perdiera en pensamientos catastróficos. Además, exploramos cómo identificar y gestionar el estrés en su vida cotidiana, de manera que pudiera reducir los factores desencadenantes de sus ataques.
Poco a poco, Clara fue recuperando el control. Los ataques de pánico siguieron ocurriendo de vez en cuando, pero ahora los veía como algo manejable. Ya no los temía tanto, porque entendió que eran solo un síntoma de un cuerpo que había estado bajo demasiada presión. Aprendió que, aunque el miedo y la sensación de asfixia eran reales, no era necesario dejarse llevar por ellos. Lo más importante fue que Clara comprendió que tenía el poder de afrontarlos.
Al final, Clara sabía algo crucial: el aire siempre regresaría.
UN MENSAJE PARA TI
Si alguna vez has experimentado ataques de pánico o sientes que tu ansiedad está tomando el control de tu vida, es importante saber que no estás solo. Estos episodios son más comunes de lo que se piensa, y aunque pueden ser aterradores, con el apoyo adecuado es posible aprender a manejarlos y recuperar el control. La terapia puede ser una herramienta poderosa para comprender lo que está sucediendo en tu cuerpo y mente, y ayudarte a desarrollar estrategias efectivas para enfrentar la ansiedad. No tengas miedo de pedir ayuda cuando la necesites. Recuerda, siempre hay aire para respirar, y siempre hay un camino hacia el bienestar. Si sientes que necesitas apoyo, estoy aquí para acompañarte en ese proceso.
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Terapeuta Holística/Investigadora/Escritora/Psicología/Inteligencia Emocional/Neuroplasticidad/Terapia emocional y de pareja/Esencias florales de Bach, Elixires Chamánicos y otras/Tarot terapéutico/Gemas y cristales