¿¡Unidad!?

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Publicado en Opinión

¿¡Unidad!?

Miércoles, 12 Febrero 2025 00:02 Escrito por 
Alfredo Albíter González Alfredo Albíter González Lo bueno, lo malo y lo serio

No existe, por el momento, un llamado más contradictorio como el que se lanza desde lo más alto del poder. Unidad. ¿Para qué, para quién o, por qué? No hay una respuesta que se pueda escuchar medianamente sensata ante tales cuestionamientos.

Desde la creación del partido Morena, por Andrés Manuel López Obrador, lo que más se ha evidenciado, es la división, con base en la soberbia, que es distintivo propio de su mentor, al creer que tan solo con su imagen y presencia es más que suficiente para alcanzar a cumplir sus deseos. El oriundo de Macuspana ha sostenido la idea de que, con su arrolladora personalidad, puede contra todo y contra todos, para lograr lo que sea.

Sin embargo, los acontecimientos se encargaron de ponerlo momentáneamente en su lugar. Fueron tres ocasiones que buscó la presidencia de México, sin lograrlo en dos, por lo que insistió con una tercera; sí, aquél que acusaba a los demás interesados en participar en los cargos de elección popular, llamándolos vulgares ambiciosos, se enfrentó a su propia incongruencia.

El tiempo se encarga de descubrir cuál es el objetivo de cada quien. Aunque, en política, existe un supuesto fin muy conveniente que utilizan aquellos que “desinteresadamente” dicen deberse al “compromiso por servir a la gente”, ya sea de su comunidad, entidad o nación, pero en su discurso, se apoyan en esa idea. Con ello, aparentan despojarse de su ambición personal para no ahuyentar al electorado, dejando la decisión en el pueblo y para el pueblo, su “sacrificio”.

De esta forma se plantan ante sus seguidores, que, en el caso de López Obrador, en el 2006 no había alcanzado aún un reconocimiento que resultara apabullante en contra de su adversario. Subió como la espuma en aceptación, pero su soberbia le hizo creer que no necesitaba a nadie más para conquistar su sueño, el cuál siempre fue la presidencia de México, no por el servicio desinteresado a la nación, sino por el poder.

Caminando y solo, así llegó a calcular que lograría el objetivo, pues no consideraba que tuviera ninguna necesidad de compartir lo que ganaría por sí mismo. Le ganó la soberbia; con una descarada muestra de egocentrismo puro, evitó alianza alguna y dividió; ya palpaba las mieles de la victoria y nada ni nadie se la iba a quitar; su cómoda ventaja en preferencias electorales superaba a su rival más cercano, eso lo tenía feliz. ¿Su rival?: terminó siéndolo de vida, Felipe Calderón Hinojosa.

Al final, esa elección quedó en la historia, pero la desesperación de López Obrador por observar que su ventaja hacía agua se declaró presidente legítimo y buscó por todas las formas posibles impedir que aquél fuera ungido presidente; acusando un fraude que jamás, jamás, pudo demostrar. Es necesario repetirlo porque pese a la falta de pruebas, la insistencia de haber sido despojado de lo que legalmente ha repetido le pertenecía, lo ha mantenido hasta la fecha.


El cambio.

Para la elección del 2018 fue llamada a sumarse a su equipo Tatiana Clouthier, quien contribuyó al cambio de imagen del tabasqueño, ya que sobre él pesaba la campaña identificada como “un peligro para México”, etiquetado por el Partido Acción Nacional (PAN) y que había resultado en una buena estrategia, pero con su transformación, se presentó como un candidato diferente; amigable, menos soberbio y más cercano a la gente; logró posicionarse y ganar finalmente el cargo de presidente de México. Por otro lado, lo que ocurrió en la elección del 2012, no tiene caso referirlo, porque el entonces candidato del PRI Enrique Peña Nieto, le ganó de calle.

Ya instalado en Palacio Nacional, López Obrador no tuvo reparo en dejar sentir cuál era su objetivo; controlando la narrativa, gracias a sus apariciones mañaneras, fue convenciendo a ese pueblo bueno y sabio, como suele llamarlo y que identifica como aquellos que no reclaman, que no critican, y se someten a su voluntad, para recibir su apoyo incondicional.

Es por eso que son contados los que tienen cupo en “su” México. Por lo mismo, ahora siguiendo la misma ruta, nadie más cabe en el reconocimiento de ser nombrado pueblo, simplemente por no aceptar la política emprendida por López Obrador y su 4t, y seguida a pie juntillas por la presidente Claudia Sheinbaum, ¿por qué habría de compartir nada, ahora que son dueños de todas las posiciones importantes?

Con base en lo anterior, suena más como una tomada de pelo, o parte de una comedia negra, el llamado a la unidad, ya que es lo primero que pisotean. No hay unidad, porque no existe, para ellos, oposición alguna; no existen otros partidos; tampoco los críticos; menos aún, un poder judicial que debería ser el último eslabón de democracia.

Así lo dejó en claro el evento en el que se festejó la Promulgación de la Constitución Política de 1917, actualmente mancillada y hecha a menos, al grado de parecer un mamotreto más que un documento fundamental, que se celebró en Querétaro, sin el llamado al poder Judicial, pues el pecado de la presidente de ese poder, Norma Piña, fue, durante un evento que coincidió con el expresidente, no ponerse de pie y tampoco aplaudir para agradar al todopoderoso; desde ese momento, se lanzó una encarnizada persecución para desprestigiar al poder que representa la ministra, y hacer creer a los ciudadanos, que es necesario llevar a cabo una elección popular para remplazarlo; sin imaginar que terminaría en una ridícula tómbola para sustituir a los estudiosos del derecho y la Constitución por personajes cercanos a su movimiento.

Se destruye la democracia, al tiempo que llegan a los cargos de juzgadores personajes afines a los intereses de la 4t, como la llamada Ministra del Pueblo; de ese tamaño y de esa estatura será la justicia en México.

¿Unidad? 

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Alfredo Albíter González

Lo bueno, lo malo y lo serio