La ira de Trump

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Publicado en Opinión

La ira de Trump

Jueves, 06 Marzo 2025 00:02 Escrito por 
Juan Carlos Núñez Armas Juan Carlos Núñez Armas Palabras al viento

En días pasados fuimos testigos de la terminación del mundo como lo conocimos en las últimas décadas. El mundo que se construyó sobre valores democráticos y que hacía gala de la solidaridad internacional. Ese mundo que fue capaz de derrumbar el muro de Berlín o derrocar gobiernos autoritarios, sea cual fuere su ideología, y, posteriormente, construir democracias liberales.  Lo mismo terminamos con la Alemania nazi que con la Italia fascista, con el pinochetismo que con la herencia del franquismo. En el mundo que tenemos ahora, el presidente de la democracia más antigua del mundo, el Sr Trump, puede tenderle una emboscada al Sr. Zelensky, el presidente de un país víctima de una invasión militar, y el equipo del primero cuestiona hasta la forma de vestir del segundo.

Un gobernante estadounidense, por demás soberbio, empecinado en doblegar y someter a un presidente, que es un guerrero, defensor de su pueblo invadido desde hace tres años por un autócrata, esto ha marcado un antes y un después en el mundo. Estados Unidos ha impulsado un trato diferenciado, incluso favorable, a los regímenes no demócratas. A Rusia y China les aplica aranceles del 10%, a Bielorrusia nada, a Nicaragua nada. Venezuela tiene un enviado especial, sin que exista mayor repercusión; con Irán nada pasó. Pero a las democracias antes consideradas aliadas le pone aranceles del 25% como a la Unión Europea, hasta México y Canadá, sus socios comerciales, les pasó lo mismo.

Lo que se demuestra, en el inicio de su gestión, es la ira de Donald Trump con fines imperialistas. Si con sus aliados europeos tenía en común la democracia, el estado de derecho, la defensa de los derechos humanos, a partir de ahora presenciaremos el establecimiento de intereses personales y empresariales que dejarán atrás el orden mundial que resultó del triunfo aliado en la Segunda Guerra Mundial.

La ira se ha convertido en un fenómeno contemporáneo que se ha incrementado aún más con los gobiernos populistas dado que provocar la confrontación y división de la sociedad (ahora a nivel global) es una de sus armas preferidas. Este fenómeno ya es viejo en la historia de la humanidad. La ira es una emoción derivada de Thymos, término griego asociado a la vida, la fuerza, el deseo, y la fuente de todos los impulsos vitales de la pasión caracterizada por ser explosiva, intensa y amarga. Por ejemplo, Santo Tomás de Aquino distinguía ente la ira del corazón como la indignación o insolencia; la ira de la boca, como blasfemias, quejas o insultos y la ira de acción, peleas insultos u homicidios.

La ira no es gratuita tiene su origen, por ejemplo, en los insultos que la 4T realiza constantemente en contra de quien piensa diferente. Las respuestas se ven en la tribuna del Senado o la Cámara de Diputados. Quien insulta tiene oídos sordos, sin importar los argumentos, y entonces lo mismo ha sucedido con la imposición de aranceles a nuestro país.

A México no le sirvió de nada “la ofrenda” de 29 criminales que ahora están en cárceles norteamericanas. Lo peor es que este gobierno no atina a tener una narrativa sólida. García Harfuch dijo que fue decisión del gabinete de seguridad. Gertz Manero que fue por solicitud de extradición y la presidenta que fue porque los jueces (corruptos) los iban a liberar. Pero Estados Unidos no lo vio así. En los comunicados estadounidenses se estableció que ellos aseguraron la custodia y no hubo agradecimiento para México.

En su libro Gestionar las emociones políticas, Antoni Gutiérrez Rubí, refiere a un artículo de Timothy Garton Ash, en el que señala “la estrategia de Trump no es un proyecto de miedo, sino más bien un proyecto de ira”, un proyecto centrado en la descalificación total del adversario. No me quiero imaginar a Claudia sentada en la oficina oval, con un Trump lanzando improperios y ella sin saber qué hacer o sometiéndose a la voluntad del poderoso.

La ira, como todas las pasiones, es eficaz para movilizar, pero no para razonar. No sirve para la política democrática, sólo para la destrucción del rival. Lo que vimos refleja una falta de diálogo constructivo, de acuerdo y de consenso, de negociación equilibrada donde se respeten dos gobiernos y dos representantes, peor aún vimos una de las partes en la que, ahora sabemos, es imposible confiar.

La política iracunda contagia, polariza con tal agresividad que disuade a los sensatos, inhibe a los tolerantes, intimida a los moderados y embarra el campo de juego democrático contaminando a los rivales beligerantes. Finalmente, cito a Maritchu Seintú, quien nos dice que también puede existir un tipo de agresividad sana, la que nos impulsa a resolver un potencial conflicto en beneficio de los involucrados. Debemos convertir el enojo en combustible para hacer más por una causa a la que aspiramos, tenemos que abrir la madeja, echar a andar nuestro pensamiento innovador y buscar la solución que hoy parece nublada.

*El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por ITESM y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.

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Juan Carlos Núñez

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