Las mesas de diálogo del gobierno

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Las mesas de diálogo del gobierno

Miércoles, 11 Junio 2025 00:10 Escrito por 
Lo bueno, lo malo y lo serio Lo bueno, lo malo y lo serio Alfredo Albíter González

Ha sido muy socorrido para el gobierno federal ante algún tipo de disidencia que se presente frente a sus imposiciones —cada vez más recurrentes por cierto—, proponer llevar a cabo mesas de diálogo para, según ellos, escuchar y tomar en cuenta la opinión de los expertos o de los grupos interesados y, de ser el caso, corregir, ampliar, mejorar, perfeccionar o, de plano, retirar la propuesta, proyecto o iniciativa que se trate.

Sin embargo, las batallas que han pretendido presentar quienes no concuerdan con las “propuestas” del gobierno en turno han quedado reducidas a ruido, porque ni siquiera tuvieron la mínima oportunidad. La defensa de su posición ante la gubernamental ha nacido muerta. No existe percepción alguna que pudiera pensarse que el enfrentamiento de ideas con razonamientos, argumentos bien planteados y con evidencias de por medio tuvieran alguna posibilidad.

No la hay, principalmente porque el gobierno de la 4T impone sí o sí sus mayorías en las cámaras de Senadores y Diputados, cuando se trata de una reforma constitucional, o de una nueva ley que lleva la indicación de transitar sin mayores complicaciones por el Congreso; se agiliza su trámite y termina por pasar sin problema alguno, a pesar de que la oposición no esté de acuerdo, pues los números no le alcanzan como para modificar algo. Por si fuera poco, el discurso en tribuna se encuentra en su peor nivel.

El trámite de reformas promovidas por el Ejecutivo federal desde el sexenio de Andrés López Obrador no tuvo límite alguno, sin leerse la mayoría de las ocasiones, pasaron en automático, haciéndose tristemente famosas frases como: “no cambiarle una sola coma”, para dar por asentado que todo pasaría sin el menor resquicio de crítica, arreglo o mejoramiento de la ley o propuesta de reforma. Ninguno.

La imposición de las pretensiones de López Obrador fue arena impenetrable para cualquier arreglo o mejora, menos aún desecho; incluyendo los cambios en organismos autónomos o cualquier otro que no podría haber hecho por mutuo propio el titular del Ejecutivo federal, en apariencia.

El presidente fue absorbiendo más poder del que debía habérsele permitido en un país democrático, el que tendría que estar funcionando correctamente con sus instituciones que fueron establecidas con ese fin. Pero, si hay algo que deja un gran aprendizaje es que López Obrador demostró que ninguna institución, por muy fuerte que pudiera parecer, está libre de ser mancillada por el poderoso. Sus límites no encontraron fin.

Con ese comportamiento y el escenario puesto para que el Congreso, cooptado por las trampas de los peores ejercicios ya vistos en el pasado, consolidaran la hegemonía de una sola voz. Condición de ventaja que no tardaron en aprender de inmediato los políticos emanados del movimiento guinda.

En este escenario, y como alguna vez lo dijo la propia presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, la oposición podrá estar ahí; alegar, discutir y decir, pero no cambiarán las decisiones que se tomen desde el poder apoyado en su “superioridad moral”, según lo presumen continuamente como decisión del pueblo.

Es por esa razón que surgen las propuestas oficialistas, con la intención de calmar a la oposición, de abrir mesas de diálogo para escuchar a todas las voces. La desgracia para los expertos es que hacerse oír no necesariamente significa que algo cambiará, pues la determinación está tomada y no hay nada que se pueda hacer.

Ocurrió con la reforma al Poder Judicial, la intervención de juzgadores y expertos en la materia únicamente “legitimaron” tal aberración; sus argumentos nunca iban a ser tomados en cuenta más que como anecdotario, navegaron a la deriva en un mar de indiferencia escalofriante. La simulación de talleres, mesas y exposiciones tenía la garantía de ser arrojada al bote de la basura, por más que alegaran y expusieran sus mejores razonamientos, nada movería lo que en su momento quiso que se hiciera el expresidente.

Mientras tanto, a la oposición no se le ve actuando de ninguna forma salvo algunas excepciones, por ese motivo lo que aún queda de la prensa libre arremete en su contra, porque es evidente que han quedado inutilizados. Aunque los resultados de las elecciones que recién se llevaron a cabo el 1 de junio son de llamar la atención para estudiarlas.

Morena se ha querido imponer ante la percepción ciudadana como un partido invencible, pero de acuerdo a lo ocurrido en la jornada electoral mencionada, quedan muchas dudas de que en verdad lo sea. Lo que pasa es que le conviene que la gente lo crea; el pírrico supuesto aparente triunfo en las urnas reduce a su mínima expresión la arrogancia de los millones de votos obtenidos en 2018 y 2024. No son invencibles, aunque gran parte de los mexicanos cree que sí.

Las mesas de diálogo, mientras tanto, seguirán siendo utilizadas por la administración federal para simular que se escucha y se toma en cuenta a las voces divergentes, aunque no pasará de ahí; las determinaciones arbitrarias continuarán su camino sin impedimento alguno.

 

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Alfredo Albíter González

Lo bueno, lo malo y lo serio