Seguramente muchas personas no estarán de acuerdo con la frase que hemos citado y que se atribuye al político de la Roma antigua, Cornelio Tácito, pero su inconformidad partiría de un anhelo y deseo más que de la razón, y ese sería el del anhelo de sentir que la opción que apoyan no se está equivocando. Esto, claro, lo comentamos dentro de la efervescencia que aún se vive, en alguna medida, en torno al segundo piso de la 4T.
La relación entre la frase de Cornelio Tácito y el libro 1984 de George Orwell es más estrecha de lo que se podría pensar, pues, para que exista ese Estado en extremo injerencista en la vida privada de los gobernados, del que nos habló el autor en su novela, se requiere que en la realidad material se legitime su existencia en función de la emisión de leyes que lo diseñen y lo hagan obligatorio para todos, principalmente para los gobernados.
Siguiendo su tónica de albazos, el ala legislativa de Morena ha aprobado, en fast track, cuatro leyes interrelacionadas que dan facultades al Estado, bajo diversos argumentos, para tener acceso a información de la vida privada de la ciudadanía, combinando facultades sobre el control de datos poblacionales, de investigación, de búsqueda y de telecomunicaciones, que permitirán al gobierno en turno tener acceso a prácticamente toda la información de la persona que sea de su interés, desde compras hasta su ubicación en tiempo real, a partir de la intervención de su equipo celular.
El hecho, algo inverosímil, nos expone un mundo de cabeza. Mientras en la historia de la izquierda, en sus orígenes, esta expresión política reclamaba la menor intervención estatal posible en la vida de los gobernados, ahora está creando un Estado con facultades prácticamente ilimitadas para hacer todo lo contrario: espiar a los que debe servir.
Para llegar al resultado que planteamos, el gobierno en turno tuvo que empujar la reforma a diversas leyes, y aunque no representan necesariamente la creación de otras tantas nuevas, el fenómeno sí encierra la aparición de disposiciones que en el pasado no existían, por lo que creo que estamos perfectamente ubicados en la circunstancia que encierra la frase de Cornelio Tácito.
Como en muchas otras entregas lo hemos dicho, esta colaboración podría tener un título distinto y, en este caso, pudo haberse llamado: “Al diablo con la democracia liberal”, lo que nos obliga a reflexionar si, con el estilo de gobierno de Morena, podemos hablar de que vivimos aún dentro de este sistema de organización económico y político, donde se respeta como máximo valor la libertad de la sociedad a partir de la menor intervención posible en la vida privada de los gobernados por parte del Estado y la aparente puesta del mismo a su servicio, o si estamos en todo lo contrario.
Orwell no se equivocó; sin alardear de ser pitoniso, vidente o adivino, realmente predijo un fenómeno que se aceleró con los adelantos tecnológicos, en los que todos los gobiernos, sin importar que se dijeran de derecha o izquierda, encontraron en el internet, los dispositivos móviles y las redes sociales la gran oportunidad de encontrar a sus detractores, vigilarlos y, en su caso, tener las condiciones para anularlos por cualquier medio, en caso de que sea necesario.
Si tenemos razón, este gobierno se ha caracterizado por dos aspectos: la verborrea legislativa con la que ha creado leyes que legitiman sus disparates populistas, bastante dictatoriales, acompañados de un discurso que gira en torno a un supuesto “bienestar” que no existe. De hecho, de ello hablaremos en la siguiente entrega. Así es que, en esa producción normativa exagerada, no se puede esconder sino un Estado corrupto y manipulador que ha encontrado cómo revitalizar muchos de los elementos de control social que tuvo en su momento el PRI de la gran familia revolucionaria.
Aunque sigo afirmando que el cambio no está en el sistema de partidos, la oposición que podría de alguna forma minar el control social que tiene el actual gobierno sigue derrotada y sin reaccionar. Así es que la encomienda del cambio, en este ciclo histórico que estamos viviendo, toca sacarlo adelante a la sociedad civil organizada, la que tarde o temprano tendrá que despertar a través de organizaciones como los sindicatos para dar paso a otro ciclo más de democratización, algo de lo que han hablado verdaderas autoridades como Noam Chomsky.
Así como Cornelio Tácito nos habla de la relación entre corrupción y abundancia de leyes, otros autores nos explican fenómenos como el de la manipulación de la masa, de los ciclos de pérdida y ganancia de derechos sociales en la historia de la humanidad, entre otros fenómenos. Así es que lo único que tenemos que hacer es rastrearlos y confiar en que tienen mayor lucidez que nosotros en la explicación de nuestra realidad, sin importar hace cuántas décadas pudieron haber expresado alguna teoría sobre un fenómeno concreto.
ADDENDA
CAMBIO DE PARADIGMA
He estado viviendo muchos cambios y, sin entrar en romanticismos, la noche aún no es lo suficientemente oscura para pensar en el amanecer. Así es que aún nos falta un trecho largo para entrar en esa etapa donde, a pesar del miedo, la sociedad, al margen de los inútiles partidos, salga a reclamar nuevamente lo que le corresponde, con responsabilidad, sin argumentos emocionales y sin confiar tanto en la simple percepción.
SIGUE EL PARO EN EL PODER JUDICIAL DE LA CIUDAD DE MÉXICO
Como lo hemos dicho, el Poder Judicial en la Ciudad de México vive, desde hace unos años, el peor momento de su vida institucional; se ha convertido en un tribunal corrupto y, por otro lado, sometido al gobierno local. Así es que no hay mucho que tratar de entender detrás de la inconformidad laboral que se vive en este momento en su interior.
PROBLEMAS INTERNOS EN EL PRD CAPITALINO, POR DISPUTA DE SU DIRIGENCIA
Perdón, ¿qué es PRD?
Carlos Carral Hernández
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Abogado postulante y miembro de la Escuela para la Formación Política y Sindical A.C.