Este 15 de noviembre, México será testigo de una movilización nacional sin precedentes. Convocada por jóvenes de la Generación Z, la marcha busca alzar la voz contra la violencia que azota al país, y lo hace con un símbolo inesperado, pero profundamente significativo: el sombrero de paja. No es una moda ni una referencia casual al anime. Es un homenaje al alcalde asesinado de Uruapan, Carlos Manzo, líder del Movimiento del Sombrero, cuya muerte detonó una ola de indignación que se convirtió en acción colectiva.
Más de 55 ciudades se han sumado a la convocatoria, que circula por redes sociales bajo el lema “México se levanta”. Los organizadores han pedido a los asistentes vestir de blanco y portar un sombrero, en memoria de Manzo, quien fue asesinado el 1 de noviembre. La marcha no tiene líderes visibles ni estructura partidista. Es ciudadana, apartidista y pacífica. Y eso, en sí mismo, es un mensaje: la juventud no espera permiso ni intermediarios para exigir justicia.
La Generación Z, nacida entre 1997 y 2012, ha sido estigmatizada como apática o distraída. Pero esta movilización desmiente ese prejuicio. Lo que vemos es una generación que se organiza desde Discord, TikTok e Instagram, que convierte el duelo en acción y que transforma los símbolos culturales en estandartes políticos. El sombrero de paja, que Manzo usaba con frecuencia, se ha vuelto emblema de resistencia, duelo y exigencia.
La alcaldesa de Uruapan, Grecia Quiroz, viuda de Manzo, se ha deslindado públicamente de la marcha. No asistirá y ha dicho desconocer quién la organiza. Pero también reconoció que habrá ciudadanos que marchen en protesta por el asesinato de su esposo. Este gesto revela la tensión entre lo institucional y lo espontáneo, entre el duelo privado y la rabia pública. La marcha no busca culpables, busca respuestas.
En Baja California Sur, el Movimiento Nacional del Sombrero también convocó a marchas en tres ciudades. Aunque algunos actores políticos han intentado deslegitimar la movilización, acusándola de haberse “politizado”, lo cierto es que la fuerza del movimiento radica precisamente en su independencia. No hay voceros, no hay partidos, no hay discursos oficiales. Hay jóvenes que se cansaron de tener miedo.
La violencia en México no distingue edades ni geografías. Pero esta marcha sí tiene rostro: el de una generación que creció entre noticias de feminicidios, desapariciones, masacres y corrupción. Que aprendió a organizarse en línea, a viralizar causas, a convertir el dolor en tendencia. Y que ahora, con sombrero en mano, sale a las calles para decir basta.
Este 15 de noviembre no será una marcha más. Será una declaración generacional. Una forma de duelo colectivo. Una exigencia de paz. Y, quizás, el inicio de una nueva forma de hacer política desde abajo, desde la indignación, desde el sombrero.
Esta marcha es también la muestra de una desbordada violencia nacional a la que el gobierno responde con cifras alegres, diciendo que la incidencia delictiva ha bajado. Es también un termómetro para evaluar el gobierno de Claudia Sheinbaum, y una muestra de que los jóvenes ya despertaron, tomaron conciencia y toman las calles.
En Toluca también se espera una movilización del sombrero. El alcalde Ricardo Moreno así lo anunció y lo celebra porque “se hacen escuchar”. “Sólo espero que sea una manifestación pacífica”, dijo, al tiempo que recordó que él viene justo de esos movimientos.
Algo nuevo se cocina y lo veremos este domingo. La marcha del sombrero por la paz debe ser histórica y, sí, pacífica. La violencia no se resuelve con violencia. Ojalá no haya infiltrados que desvirtúen este movimiento que, por primera vez, involucra al sector de la población más grande de México: los jóvenes.
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