El próximo domingo, por fin, la jornada electoral para elegir al próximo presidente de México y muchos otros cargos; entre ellos nada menos que curules para la Cámara de Diputados y para el Senado, llega a su fin. En las precampañas, pasando por las inter y las campañas, salieron a relucir las siguientes perlas:
Una avalancha de acusaciones de unos contra otros; la descalificación hacia los adversarios fue el denominador común. Ninguno escapó a dichos aguijónes y, algunos mostraron profunda vocación.
El formato de los debates mejoró, si se compara con el de hace seis años, pero el contenido, en términos de propuestas fue enunciativo, muchas ocasiones nebuloso y poco o nada estratégico. El candidato que hubiese creído que se trataba de tomar la cosas en serio, habría quedado reducido a un costal de box frente al resto ¿Qué hacer para mejorar el país? Brilló por su ausencia.
Aquello que día con día cada uno prometió para ganar indecisos, acampó en el paraíso de la inviabilidad, de la ocurrencia o de la astucia insana. Dicen los enterados que de eso se trata la política electorera; ofrecer hasta la camisa, con tal de ganar votos. Luego se verá si se cumple o no y, cómo. Desde ese estrado, cómo pretenden darnos clases de ética o de moral, cuando dictan clases magistrales de “Realpolitik”, como dirían los alemanes.
Las bufonadas y disparates operaron como testaferros de la velocidad de pensamiento, de la agudeza o en general de la preparación e inteligencia que deberían caracterizar a los polemistas que aspiran a dirigir un país de los tamaños de México: desigual a más no poder, empobrecido, violento, amenazado, marginal, corrompido por las cuatro esquinas, desigual, inseguro y, si bien con potencial, no puede dar de sí porque el modelo neoliberal aplicado en México desde inicios de los 80 no cosecha para ello. Las cifras están ahí: cada día más pobreza en el grueso de la población y, mayor riqueza concentrada en unas cuantas manos y megaempresas de aquí o allende las fronteras.
Las campañas negras fueron el pernicioso “eje transversal” que, cual manantial, brotó de los sabios “cuartos de guerra” de cada candidato-coalición, a fin de lesionar con inquina al contrincante en turno y, desde luego, al margen de la validez o de la prueba irrefutable de las faltas o amenazas señaladas. Esas campañas negras continuarán lo que resta de la semana, porque para ello seguirán utilizando las restregadas redes sociales, cual dios Abraxas.
¿Qué es o qué ha sido verdad o falsedad en estas luchas en busca de la codiciada silla presidencial? Quizá muchos asuntos caigan en la zona de la llamada posverdad ¿Qué mejor artilugio que lanzar una falsa idea, hecho ficticio, mentira o suceso al que se le ha retorcido perniciosamente para que embone en determinados esquemas mentales, ávidos de confirmar sus creencias? Hecha la fullería, el señalamiento o la idea adquiere verosimilitud en esas mentes por el hecho de corresponder con sus necesidades de tipo afectivo, aunque tal cosa no haya sucedido. Es lo que hoy vivimos sin que prácticamente nadie se ruborice, especialmente tratándose del quehacer político.
Curiosamente el candidato que quedó en el último sitio en las encuestas, fue a quien menos mal le fue, pese a las salvajadas que eructó sin la menor autocrítica. El norteño, dedicado a la cría de caballos, se mantuvo en la machista posición de: “Ya lo dije, ahora me sostengo, así sea la incivilidad más procaz que se haya escuchado; no me sé rajar”. Sus posibilidades de triunfo se redujeron a cero. Regresará con mayor presencia mediática en el resto del país, pero decolorado a su natal Nuevo León. La ambición lo deslumbró. Perderá y malgastó mucho más de lo que aspiró conquistar.
En la contienda presidencial fuimos testigos del actuar de cuatro partidos: PRI, PAN, Morena y, en menor medida al PRD. Los demás, partidos minoritarios, timoratos, convenencieros, cachapropinas, usureros de la votocracia, no se la jugaron por sus abanderados. Sus avarientas cabezas jamás asomaron. Negociaron meses atrás y, después del domingo, intentarán que se les cumpla su carta de acuerdos “en lo oscurito” como les gusta operar.
Quien resulte vencedor el domingo por la noche o la madrugada del próximo lunes, tendrá mucho que pensar y una montaña de enmarañadas responsabilidades que enfrentar. Los problemas que tenemos en el país son de tal magnitud, de tal complejidad, que se requeriría un equipo con lo más selecto de la inteligencia de este país y, desde luego, carentes de sed de poder.
Nuestra situación está enraizada estructural, social, cultural, histórica y globalmente. Si deseamos algo mejor, el resto de la población debemos tomar gran parte del timón (comenzando por nuestras vidas) porque si el navío se lo seguimos dejando totalmente a los políticos de pura cepa, los resultados seguirán siendo pálidos, malogrados y tristes. Ya veremos.
Red Internacional FAMECOM