¿Qué hay detrás de los resultados de la pasada elección? Indudablemente un grandísimo nudo hecho de factores, circunstancias, historias, formas de gobernar y de hacer política. Pero lo que salta a la vista, maquinarias (o estructuras) aparte, es que refleja parte del estado emocional que manifestó la ciudadanía.
Cuando se invitaba a los sufragantes para que optaran por un voto “útil” o más calculador, para que las papeletas fueran cruzadas “racionalmente” cometían –al menos—tres pecados: 1). La soberbia de erigirse como la única opción benéfica, en descrédito de las otras tres. 2). La soberbia, otra vez, de constituirse en carne viva, en la impar propuesta “racional”, acusando indirectamente de embrutecimiento, de ceguera o de imprudencia a todo aquel que votase por otra opción. 3). La súbita omisión de que la expresión del sufragio es un brebaje cuyos néctares son variados, pero contiene gotas de diversas emociones diluidas.
Conforme pase el tiempo los expertos harán sus respectivos análisis y no tardará mucho en que se conozca el perfil de quienes votaron, no por Morena como parece fácticamente en las boletas, sino por Andrés Manuel López Obrador y lo que hasta ahora él representa. Los resultados que mostrará ese perfil de votantes, sorprenderá.
Detrás de las impactantes cifras logradas por Morena y por una coyuntural coalición con partidos que poca o nula oportunidad tenían si competían solos, lo que se puede apreciar es que la ciudadanía arrojó la desilusión acumulada. El hartazgo ante promesas recicladas e incumplidas. El rechazo a la angustia que genera la inseguridad y el repudio al miedo que se expande, cubriendo con habituales balaceras y extorsiones grandes zonas del país. El disgusto ante aquello que se ha simulado y que no se ha realizado, pero que se ha cobrado hasta dos o tres veces. La ira que ha producido la impunidad, a través de los diversos casos que cándidamente han desfilado ante los medios de comunicación, haciendo gala de sus bienes y corruptelas y que, o siguen en sus cargos o, cuando mal va, años después la autoridad sella diciendo que no había delito qué perseguir. El hartazgo que produce ver que la misma élite política se ha mantenido por décadas enteras, pasando de un cargo a otro y, retornando al anterior, con un descaro que asusta al más temerario.
Es muy temprano para avizorar qué sucederá. Lo que está claro es que el PRI, el PAN y el PRD tendrán grandes desafíos en los días, meses y años por venir. Morena, en tanto movimiento, tiene ahora mismo un oasis, pero como todo paraje de este tipo, se ha producido por la erosión de aquello que se dejó de hacer, así como de lo que se realizó mal o deficientemente.
Cual Oasis, lo que Andrés Manuel López Obrador y Morena tienen alrededor (desde luego, más el primero que su Movimiento) es precisamente una anchurosa zona –contenida en gran parte del país—que está erosionada, hostil, agreste, compleja, delicada, rezagada y, cuyas tormentas, altas o bajísimas temperaturas pueden venir de adicionales medidas globalizadoras.
Lo que también puede suceder es que la desmedida expectativa por parte de la ciudadanía genere altísimas esperanzas y que esté a la espera, en el cortísimo plazo, de que “todo” comience a mejorar sin tener que hacer nada más que lo que cada uno hace todos los días. Al tiempo que, por ahora, todavía hay un trozo de vida por delante.
* Red Internacional FAMECOM