¿Quiénes se casan y divorcian actualmente? Parte IV [Última]

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¿Quiénes se casan y divorcian actualmente? Parte IV [Última]

Viernes, 07 Septiembre 2018 00:09 Escrito por 

Mediante las tres columnas anteriores, he dado un paseo para identificar algunas características que tienen las parejas convencionales y las que, siendo del mismo sexo, también han contraído nupcias en los años recientes. La mayoría de los casamientos civiles y/o religiosos quisieran que su estela estuviese dominada por una cálida huella sostenida por episodios de armonía, felicidad, amor concupiscente a raudales, concordia, comprensión y por una beatitud expansiva.

Muchos matrimonios, en mayor o menor medida lo logran; otros con pocas pinceladas de bienaventuranza, aprenden a sortear las desavenencias que impone la vida conyugal o familiar y, otra parte de las parejas unidas mediante este vínculo se ven en la necesidad (o en la libertad) de separarse. Así, este contrato civil estará eventualmente conectado con su contracara, el divorcio. Como algunas personas suelen decir cuando vislumbran que su boda es inaplazable: «Ya sé quién será mi exesposa o exesposo». Para dar una idea, véase el siguiente gráfico.

 

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En México, a partir de 1994 comenzó el ascenso gradual pero sistemático de la tasa de divorcialidad; indicador que contabiliza el número de rupturas conyugales por cada 100 matrimonios efectuados ese año. Desde entonces, su crecimiento no se ha detenido. Hace dos años, 22 de cada cien casamientos habían roto su vínculo. A inicios de la década de los 90, únicamente eran siete las parejas que rompían por vía jurídica. En el gráfico están únicamente los divorcios heteronormativos.

Otro indicador que llama la atención tiene que ver con la tendencia ascendente de estas rupturas que, a ratos, parece que se detiene. Hay periodos bienales que trazan una estabilidad transitoria. Por ejemplo, durante seis bienios: 1991-1992; 1995-1996; 1998-1999; 2003-2004; 2009-2010 y, 2015-2016, prácticamente se mantuvieron con las mismas tasas de disociación marital. ¿Algo sucedió durante esos años? ¿Hubo factores a nivel macro estructural, micro familiar o conyugal que impidieron que las uniones permanecieran o que llegasen a la ruptura? ¿La tramitología jurídica es parte de ese causal? No lo sabremos y, quizá tampoco lo averiguaremos.

Si traemos a cuento el relato (o bien la película) que cierra con el epílogo: «…Y vivieron felices para siempre», entonces desconocemos lo que significa la vida íntima o familiar. Lamentablemente todavía es muy pronto para comparar las causales de los casorios y divorcios de parejas heterosexuales con respecto a lo que acontece en cónyuges del mismo sexo; menos aún con parejas transexuales. Ha de tenerse en consideración que los matrimonios igualitarios en México dieron inicio prácticamente a partir del año 2010. Por ello, no sería apropiado establecer comparaciones en divorcialidad, debido a que los primeros casos de ruptura homo-matrimonial comenzaron a partir del año 2014. Veamos qué ha sucedido con la escisión marital en los tres tipos.

Está claro que cuantitativamente es más visible la disolución de parejas hetero que las formadas por homo-cónyuges. Las primeras forman parte del 99 % del total y, un pelín más cuando se trata de separaciones jurídico-civiles. Los esponsales homosexuales, en la búsqueda de concretar sus legítimos derechos civiles, así como de su protección en otros órdenes, han comenzado a padecer como los consortes hetero. Véase en el siguiente gráfico que durante el lapso 2014-2016, poco más de la quinta parte de los matrimonios convencionales reportaron disolución, con una tasa de 23 por cada cien bodas. Por lo que respecta a los homo-casamientos de masculinos y de mujeres, respectivamente, terminaron en separación jurídica, a razón de 5 y 6 por cada 100 bodas. La vida y sus expresiones no respetan orientación sexual.

 

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En este amanecer del México incluyente que no acaba de cuajar, para poder comparar las rupturas conyugales, tendremos que ceñirnos al estrecho lapso 2014-2016. Puede verse en el siguiente gráfico que los divorcios hetero van gradualmente al alza.

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Se mantienen en ascenso este tipo de rupturas, teniendo en cuenta que ha descendido el número de bodas civiles hetero, debido a que un número creciente de parejas optan por las uniones consensuales (libres), antes de probar fortuna con el maridaje formal.

Si bien es prematuro formular un balance con respecto a lo que pasa con los casorios jurídicos entre personas del mismo sexo –por su novedad-- hemos de observar que porcentualmente se divorcian más las parejas hetero que las homo-cónyuges. Dejaremos estas cifras para la posteridad. Entre el mismo grupo de las homo-bodas, se puede apreciar en las siguientes imágenes estadísticas que, en el corto periodo, rompen con más frecuencia su vínculo conyugal las féminas-féminas que los masculinos-masculinos. Haga cuentas con los absolutos y tasas que presento enseguida.

 

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Con relativa independencia del tipo de matrimonio (tradicional o igualitario) de que se trate, es ineludible revisar otro tipo de aspectos que tienen que ver con el tipo de disociación expuesta ante la flamígera mirada sociedad mexicana. Muchas parejas, cuando se desunen, dejan complejas estelas en la mar, como dice la canción. Enseguida un apretado resumen.

1. Los divorcios heterosexuales pueden ocurrir tras 21 años o más de vida conyugal formal (en 26 % de los casos), así como dentro de convivencias maritales que van de uno a cinco años (23 %). Tampoco escapan al rompimiento las parejas cuya unión acumula entre una década y tres lustros s (20 %). Después desciende un poco en cónyuges que han permanecido juntos de 6 a 9 años o, tras de 16 a 20 años (con 16 % y 14%, respectivamente). Se puede concluir que la duración del vínculo conyugal no parece garantía de nada. El amor se ha tornado líquido, como diría Bauman.

2. En contraste, poco más de 90 % de las rupturas entre parejas del mismo sexo, están sucediendo dentro de los primeros cinco años de vida conyugal. El porcentaje más alto se da entre homo-mujeres, pues reportan 95 % durante ese primer quinquenio. Repito, no hay más años porque jurídicamente recién inicia la historia. Ha de tenerse a la vista, como he anotado, que las tasas de divorcialidad en esponsales homo apenas se asoman con 5 y 6 por cada cien nupcias.

3. En el periodo 2014-2016, casi la mitad (47 %) de las desuniones hetero se dieron por mutuo consentimiento. Sin embargo, es notoria la ruptura conyugal mediante el recurso denominado voluntario unilateral, en tanto alcanzó 39 % de los casos. La civilidad lleva un poco la delantera, pero cobra fuerza la invención de este reciente recurso, consistente en avisar a la otra parte que hasta ahí llegó la historia amorosa.

4. En el caso de homo-divorcios, tanto de masculinos como de femeninos, 78 % lo consiguen por mutuo consentimiento y, 22 % restante lo gestionan por vía del voluntario unilateral. Diferencias notables, con respecto a los tradicionales.

5. Una antigua expresión decía que cada hijo era como un eslabón más para mantener al matrimonio unido. Quienes se han divorciado durante el lapso que ahora analizo, en 51 % de los casos tenían uno o dos vástagos. Todavía más, en 14 % de las rupturas conyugales había hasta tres descendientes de los divorciantes. Separaciones por vía legal sin hijos, apenas agrupan 15 % del total. La metáfora del eslabón –si es que existió—se ha desdibujado. Cada paso que se da en la esfera existencial genera al menos una corresponsabilidad que lega daños colaterales.

6. Quienes han tenido que optar por la homo-escisión conyugal y tienen de uno a dos hijos, apenas alcanzan 3 % de los casos. Sin descendencia se registra casi la cuarta parte (24 %) y, sin vástagos en común o quizá sin retoños propios, se acumulan 74 % de los divorciantes del mismo sexo.

Estoy en deuda con Sandra Lorena Padilla y con David Arriaga, por su talento y capacidad profesional, para hacer posible el procesamiento de información y el diseño de los gráficos requeridos. Hasta aquí en la temática, por ahora.

 

Coordinador Red Internacional FAMECOM

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Luis Alfonso Guadarrama

Iliemilada

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