Crecí y fui educado a la antigüita. Soy de la generación en la cual todos o casi todos los bancos tenían cuentas de ahorro para los niños. Las alcancías eran regalos permanentes en las instituciones bancarias para fomentar la cultura del ahorro.
Hoy ya no es así!! El gobierno y la banca ahora son perseverantes en vendernos la idea de que el crédito es nuestro mejor activo.
En los hechos desprecian el ahorro porque parten del principio de la circulación del dinero, aunque sea el prestado, como base del crecimiento macroeconómico. En los hechos no es negocio para los bancos recibir el dinero en cuentas corrientes para el ahorro. El negocio para los bancos son las altas comisiones por manejo de cuentas y especialmente las de crédito.
El ahorro siempre será virtuoso. Es la base de la acumulación del capital para vivir con tranquilidad. En una sociedad de consumo, como la nuestra, consumir lo innecesario a crédito es parte de la normalidad. El ahorro es negocio de viejitos, dirán algunos. Vivir endeudados es un infierno dirán otros.
Lo cierto es que el gasto gubernamental, al igual que el de la casa, debe ser cuidado a detalle. No se puede nadie dar lujos que no puede pagar ni gastar en cosas que no son indispensables. Por eso la política de austeridad que emprenderá el nuevo gobierno cobra relevancia.
En este país en donde hace falta tanto, no es posible que se gaste en lujos y privilegios para unos cuantos. Por eso es indispensable reducir el gasto suntuario de la burocracia para orientarlo en obras y acciones en beneficio de todos. Esta medida está orientada a desinflar las cuentas de los servidores públicos para que ese dinero se gaste en lo verdaderamente indispensable: Abatir la inseguridad, la pobreza y generar empleo.
Como podrá verse, el ahorro tiene virtudes que la banca de segundo piso ya no quiere ver. El ahorro para destinarse al gasto público productivo, es la base para la generación de riqueza en la economía. Hacia allá va la cuarta transformación.
No se trata de vivir en la pobreza franciscana pero tampoco podemos seguir tolerando la riqueza de la aristocracia mexicana a costa del erario.