El mundo posee una amplia gama de diferentes maneras para comunicarnos y desarrollarnos en diversos entornos, sin excluir a los animales, sobre todo en temas de reproducción. Sin excepción, todas las especies practican un ritual para copular, hemos visto a las aves que danzan y presumen su bello plumaje antes del apareamiento.
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Existe una especie, que por su limitación morfológica, no ha sido evidente ni fácil la investigación para descubrir e interpretar dicho ritual. Estamos hablando de la familia de las Giraffidae, comúnmente conocidas como jirafas. Esta especie no utiliza llamadas de apareamiento, tampoco muestran señales visuales entre los dos géneros que evidencien la preparación sexual.
Los resultados de las investigaciones explican que, previo al acto sexual, el macho sugiere a la hembra que orine por un tiempo, durante el cual el macho olfatea los genitales de la hembra, si ella acepta la invitación, orinará durante el tiempo necesario para que el macho lleve la orina a su boca. Dicha práctica recibe el nombre de flehmen, en esta el olor y las feromonas viajan de la boca hacia el órgano vomeronasal.
Su estructura física, permite a estos herbívoros tener fácil acceso a hojas de árboles altos, en busca de alimento, pero en cuanto al proceso de copulación, muestran gran adaptación, pues no se pueden arriesgar en llegar al suelo, debido a las limitaciones de su cuerpo.
A pesar de las limitaciones morfológicas de esta especie, las jirafas son únicas en cuanto a su capacidad para reproducirse, pues pueden tener camadas en cualquier temporada del año ya que no dependen de factores externos. Los adultos machos superan por mucho en tamaño a las hembras, sobre todo en el tamaño de su cabeza y cuello.