Una de las frases más utilizadas por quienes apoyan al gobierno del presidente Andrés López Obrador es: ¿dónde estabas cuando…? Con ella, enfrentan a cualquiera que pretende dirigir alguna crítica en contra del gobierno en turno, para defender a quien no tiene ninguna necesidad que lo hagan.
No es un secreto que el hoy presidente utilizó la crítica como medio para acomodarse en la preferencia de millones de ciudadanos, cansados de las malas prácticas y malos gobiernos, y por ende, se encontraban ávidos de una mejor forma de gobernar. La exigencia bien merecía atención por parte de la clase política, pero ésta no le prestó la mayor importancia.
Es por eso que la ilusión de la clase trabajadora montó su esperanza en un político que prometió mucho, plantándose como un ejemplo con muchas virtudes, pero no era nuevo, porque de nuevo no tenía nada; venía de haber pertenecido al viejo PRI, ese PRI que fue acumulando desprestigio, olvidando las causas que le dieron origen. El personaje en cuestión, se impulsó con esa imagen para aparecer como la antítesis de la corrupción.
Sin embargo, en su paso por esa política denominada por Vargas Llosa como la “dictadura perfecta”, había aprendido de las peores prácticas, de esa vieja forma de gobernar. Hoy, más que nunca lo pone de manifiesto. Con cinismo ha dejado de lado todas sus promesas, para encarar con todo el poder que hoy tiene, a quien se atreve a quejarse o manifestar desacuerdo.
López Obrador, como ningún otro gobernante en la época moderna, ha acaparado más poder del que pudiera haberse imaginado, y lo utiliza; no tiene empacho en hacerlo. Lo sorprendente es que a pesar de sus manifestaciones que sin pudor alguno expresa abiertamente, sus incondicionales continúan inexplicablemente con esa defensa férrea, digna de mejores causas.
La pregunta ¿dónde estabas cuando…? Enfrenta al pueblo con el pueblo. Esos mismos ciudadanos que un día a brazo partido compartían esfuerzo para ayudar a sus semejantes en desgracia, por temblores, inundaciones, o cualquiera otra, siempre partícipe de esa fraternidad que llegó a identificar a los mexicanos en el exterior.
Sí, hacían falta muchas cosas, no había ninguna perfección en la vida política y social. La corrupción se manifestaba en todos los ámbitos, la inseguridad se mostraba con homicidios, robos, secuestros, desaparecidos, etcétera, y teníamos un sistema de salud que no protegía a los más desamparados, pero que parecía que ese era el rumbo que tomaba. ¿Mucha pobreza?: sí, y otras cosas más, pero no puede dejarse de lado el hecho que la sociedad tuvo grandes triunfos, las instituciones eran el gran orgullo. Hoy, se encuentran en peligro.
López Obrador utilizó el engaño como medio para alcanzar su gloria, las promesas, como la de bajar el precio de la gasolina que debería costar 10 pesos el litro (según él), como otras, llevaban al límite del delirio a la población; porque como ésta, las promesas iban y venían sin empacho. Prometió, no solo reducir la corrupción, sino acabar con ella. Hoy, es de los gobiernos más corruptos y cínicos, y sus funcionarios son de los más descarados.
Nunca se barrieron las escaleras de arriba hacia abajo, los escalones siempre, (como antes) han sido seleccionados, no se toca a nadie del circulo cercano del único que manda en el país; pero a los demás, se les persigue sin tregua, y, aun así, no lo hace en contra de quien prometió, no hasta el momento; y ya vamos a la mitad del sexenio.
México, como pocos países en el mundo, se encuentra en el peor de los escenarios, aún inmersos en la pandemia, que por cierto se le ha querido culpar de todo hasta del nulo crecimiento económico, pero a decir verdad, ya se venía manifestado desde antes de la aparición de la pandemia, la que según López, cayó “como anillo al dedo”, y hoy, el gobierno insiste que todo sucede a causa de ese problema de salud mundial.
No obstante, las decisiones del gobierno es lo que hoy hunde al país, la visión del titular del ejecutivo con su 4t arroja más pobres, más carestía, más inflación, más muertos por diferentes causas, que en otras administraciones. La condición actual golpea a los más pobres y a la clase trabajadora con verdadera saña. Pero, tenemos a un presidente que presume de una alta popularidad, que, por cierto, habría que guardar reservas para ese festín, porque las cuentas no cuadran, las encuestas pueden estar cuchareadas, de otra forma ¿por qué el presidente se encuentra tan molesto? algo no está bien.
Y aunque en realidad estuviera rebosante de popularidad, eso, de ninguna manera ayudará al pueblo. Con ella o sin ella, no se puede comprar lo más elemental para sobrevivir, los precios de la canasta básica suben sin medida, los insumos también, el salario mínimo del que se presume tanto, es pulverizado inclemente.
No hay logros para jactarse; las inversiones huyen de México, eso cancela una gran cantidad de empleos que ya no habrá, y por supuesto, la recuperación económica será más lenta y dolorosa. Y pese a los deseos de muchos, nadie vendrá a ayudar a los mexicanos, nadie. Si no reacciona el pueblo, nadie lo hará en su lugar.
El reclamo, hoy hueco, de la exigencia de dejar trabajar al nuevo gobierno, ya no tiene sentido, a estas alturas debería estar demostrando con hechos que tenía razón, que ya había estudiado todos los frentes y que, en verdad, contaba con la fórmula para enderezar el rumbo. Nada de eso ha sido, la engañifa continua en una celebración continua de fiesta, aunque no haya nada qué festejar, al menos, no para la gran mayoría. Para los poderosos es y siempre será otra cosa.
Entonces ¿por qué no criticar al gobierno lopezobradorista? ¿qué lo hace diferente? ¿cuáles han sido esos logros que nadie ve, ni siquiera muchos de sus seguidores?, ¿por qué no exigir? El presidente debería gobernar para todos, no únicamente para quien le aplaude. Lo malo, es que no gobierna porque se encuentra en eterna campaña.
¿Dónde estabas cuando…? Muy probablemente al lado de quien pregunta; reclamando, exigiendo al gobierno en turno, ya sea que se haya votado por ellos o no. No existe ninguna razón por la que no se pueda reclamar, exigir y criticar, el silencio hace cómplices.
¿Dónde estaba cuándo…? ¿por qué no se empieza con ese ejercicio a la inversa?, ¿dónde estabas tú, cuándo?; ¿dónde estás ahora que se está destruyendo al país y no haces, ni dices, ni permites que alguien diga nada?
Es importante que se recuerde esa pregunta, porque algún día, alguien se las hará, en el futuro. Cuando todo esto haya pasado y cuando la historia cuente lo que hoy sucede. Por lo que deberán prepararse, nuevas generaciones en algún momento harán esa fatídica pregunta ¿dónde estabas cuando…? Y espero que se responda con sinceridad: estaba ahí, haciéndome ganso.
Ojalá estén listos para responder esa terrible pregunta ¿dónde estabas cuando López Obrador destruía impunemente al país?
Festín de popularidad.