El próximo 10 de abril los ciudadanos, en teoría, tendrán la oportunidad de decidir sobre el futuro del actual titular del ejecutivo federal, y del país, a través de la revocación de mandato. Por primera vez, la nueva figura expondrá la oportunidad para que el pueblo decida, a la mitad del sexenio, si el presidente debe dejar el cargo por el que fue electo democráticamente.
La revocación de mandato abre la puerta a la oportunidad de un ejercicio inusitado en México, en el que la población podrá determinar a través de su voto libre y secreto si decide que el presidente de la República deje su cargo anticipadamente.
Con la consulta, tendrán oportunidad los mexicanos por medio de la novedosa figura democrática participativa, valorar los resultados que ha presentado la administración de López Obrador.
Una de las condiciones para llevar a cabo la consulta es que ésta se podrá solicitar en una sola ocasión durante los tres meses posteriores a la conclusión del tercer año del periodo constitucional del ejecutivo federal.
Por lo que el gobierno federal, por primera vez en la historia de México, y a la mitad del camino de un sexenio, aparentemente estaría bajo la observación y escrutinio de quienes le dieron su voto, y los que no, para decidir democráticamente si debe interrumpir su administración por pérdida de la confianza.
Sin embargo, existen muchas dudas en gran parte de la población. Por principio de cuentas, el artículo 35, Fracción IX, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos señala que debe realizarse bajo las siguientes tres condiciones: 1.- Solamente podrá ser solicitado por ciudadanas y ciudadanos; 2.- El número de firmas correspondiente a, por lo menos, el tres por ciento de la lista nominal de electores de al menos, 17 entidades federativas; y 3.- Cumplir con, al menos, el tres por ciento del padrón nominal nacional. Entre otras importantes condiciones.
Y finalmente, para que se reconozca la validez del proceso deberá comprobarse una participación de, al menos, el 40% de personas inscritas en la lista nacional. La revocación procederá por mayoría absoluta; esto es, más de la mitad de los votos emitidos en un mismo sentido.
La herramienta que se plantea, nace de la idea que debería ser, como ya se señaló, democrática y participativa, exclusiva de los ciudadanos, pero esto ha estado muy lejos de serlo, porque no han sido los ciudadanos que la han pedido; a decir verdad, se encuentran más preocupados por otros temas de mayor relevancia, como la salud, la seguridad, el empleo, la crisis económica y por supuesto la inflación que afecta de peor forma los bolsillos de los más pobres.
Ha sido el propio presidente López el más interesado en promover la revocación de mandato para que se lleve a cabo. ¿Por qué?
Más que someterse a una decisión del pueblo sobre su actuar al frente de la administración federal, la clara intención del presidente era la de influir con su imagen en las elecciones que se realizarán este año en 6 entidades federativas, a pesar de no lograrlo, le funciona para tener el pretexto de mantenerse en campaña.
La incertidumbre que le ha generado al pueblo la propuesta, tiene su origen en el hecho de que es el propio tabasqueño, que en teoría sería el afectado, quien tanto ha insistido en que se practique ésta figura. Una idea que nació ciudadana y se ha ensuciado por la condición de no serlo.
Pero no es lo único que tergiversa el sentido de la ley, la pregunta que se hará y que ha sido avalada por la Suprema Corte de Justicia deja más confusión que certeza. Quedó como una doble pregunta. En el caso de que la decisión fuera la de revocar el mandato sería por la pérdida de la confianza, punto. Pero se permitió con obscuras intenciones agregar otra parte, más rebuscada y que aparece como una ratificación.
“¿Estás de acuerdo en que Andrés Manuel López Obrador, presidente de los Estados Unidos Mexicanos, se le revoque el mandato por pérdida de la confianza o siga en la Presidencia de la República hasta que termine su periodo?”
El gobierno hace oídos sordos a quienes se han manifestado al respecto, se le coloca al líder de Morena en charola de plata la, o mejor dicho las, preguntas muy a modo para poder disponer de lo necesario para aterrizar en lo que desde el principio fue el objetivo; nunca proponer la propuesta como revocación, sino como ratificación.
A lo anterior, hay que agregarle la condición de que, a pesar de que lo ha solicitado insistentemente el Instituto Nacional Electoral, los recursos no son suficientes para celebrar el mandato constitucional en sus términos, pues no se podrán instalar las más de 161 mil casillas electorales exigibles, solo podrán hacerlo 57 mil, lo que representa únicamente la tercera parte.
Pero el objetivo se encuentra en otra parte, tanto el presidente como sus incondicionales, han señalado que el INE es el más caro del mundo, sin prueba alguna que pueda avalar su afirmación, como muchas otras, pero con ello, buscan el descrédito de la autoridad electoral, porque la intención es desaparecerlo para que sea la Secretaría de Gobernación, como en la época en la que gobernaba el viejo PRI, la encargada de organizar las elecciones.
La revocación nació como una aparente herramienta ciudadana, y solo ha sido usada con otro fin, es por lo que la población no se encuentra entusiasmada en su participación, en esa que debería ser una fiesta democrática, porque sabe y entiende que todo tiene un sesgo de trampa y capricho.
Se augura una muy pobre participación de los ciudadanos en la revocación, o ratificación de mandato. Esta propuesta nació quebrada, y se mantendrá así. Difícilmente la expectativa será superada y el número de casillas que se dispondrán para el ejercicio, deberían dejarlo claro.
Y mientras este circo se cumple, existen los que se desgarran las vestiduras pidiendo acudir a votar para, según ellos, quitar del cargo a López Obrador, son, para términos prácticos, los tontos útiles para los fines que pretende el mandatario.
Y así, materialmente esta administración tendrá otro año perdido en el que no se logra avanzar en lo verdaderamente importante; con recesión o no, la economía se encuentra estancada; el empleo peor que nunca; la inseguridad a pesar de las escandalosas masacres no se ve cómo pueda atraer la atención que merece; la salud pública, en su peor momento. Pero se puede decir que se tiene a un presidente muy popular que busca su ratificación en el puesto, aunque no existan resultados para presumir.